Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. Estamos estudiando el capítulo 7. En este capítulo encontramos al Señor Jesús enseñando en el templo de Jerusalén. Sus oyentes eran parte de tres grupos diferentes. El primero estaba formado por los líderes judíos, es decir los que formaban parte del sanedrín. A estos se refiere Juan simplemente con el nombre de judíos. El segundo estaba formado por la multitud que subió a Jerusalén para celebrar la fiesta de los Tabernáculos, en obediencia a la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés. Estas personas no sabían que los líderes judíos estaban buscando al Señor Jesús para matarlo. El tercero estaba formado por los residentes de Jerusalén, fuertemente influenciados por los líderes de los judíos, y por tanto opuestos totalmente al Señor Jesús. Lo último que vimos en el estudio de este capítulo del evangelio de Juan fue al Señor Jesús diciendo a los líderes judíos que no conocían a Dios, y en cambio Él sí lo conocía porque procedía de Dios y había sido enviado de Dios. En otras palabras, que era igual a Dios. Los líderes judíos comprendieron muy bien esta declaración y por tanto reaccionaron furiosamente contra él. Esto es el trasfondo de lo que vamos a estudiar el día de hoy.
Si tiene una Biblia, ábrala en Juan 7:30 Lo primero con lo que nos encontramos es con la reacción de los líderes judíos al oír al Señor Jesús que procedía de Dios y había sido enviado por Dios. Juan 7:30 dice: Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora.
Los judíos estaban determinados a matar al Señor Jesús, pero no podían hacer nada contra él, porque aún no había llegado la hora para que sea sacrificado de la manera que su Padre había determinado. Todo lo que pasaba con el Señor Jesús estaba cuidadosamente determinado por su Padre. En segundo lugar vemos la respuesta de muchos de la multitud que habían subido a Jerusalén para celebrar la fiesta de los Tabernáculos. Juan 7:31 dice: Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?
La fe de estas personas era incipiente, pero suficiente para creer que el Señor Jesús era el Cristo, el Mesías de Israel. Las señales que había hecho el Señor Jesús les condujo a creer en él. Les estaba pasando lo mismo que pasó con Nicodemo cuando se acercó al Señor Jesús de noche y le dijo que nadie podía hacer las señales que hacía si no había venido de Dios. Muy probablemente la gente de la multitud que decía que creía en él, tiempo después, ya no creerían en él sólo por las obras que hacía sino por el mensaje que predicaba. En tercer lugar tenemos la réplica de los fariseos al ver que muchos de la multitud creían en el Señor Jesús. Juan 7:32 dice: Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas; y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen.
Cuando los fariseos vieron a muchos de la multitud hablando entre ellos en cuanto a que el Señor Jesús debe ser el Cristo o el Mesías de Israel, inmediatamente llevaron la noticia a los líderes judíos, al sanedrín, formado principalmente por los principales sacerdotes y los fariseos, y éstos no tardaron en ordenar a los alguaciles del templo que arresten o prendan al Señor Jesús. Los alguaciles eran los que cuidaban el orden en el templo. Los líderes de los judíos estaban decididos a evitar que el Señor Jesús siga enseñando en el templo. Veamos lo que sucedió entonces. En cuarto lugar, tenemos el mensaje del Señor Jesús a los alguaciles y por medio de ellos a los líderes judíos. Juan 7:33-34 dice: Entonces Jesús dijo: Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió.
Joh 7:34 Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir.
Con la confianza y la tranquilidad que proviene de Dios cuando hacemos su voluntad, el Señor Jesús no se preocupó al ver acercarse a los alguaciles dispuestos a arrestarle. Todo lo contrario, les dijo que ese no era el momento para que vaya a su Padre quien le envió. Todavía tenía un poco de tiempo para estar con la gente y con los alguaciles por supuesto. Pero va a llegar un momento, cuando los alguaciles le buscarán, y no lo podrán encontrar, porque habrá vuelo a su Padre en el cielo, donde los alguaciles no pueden entrar. Esta declaración del Señor Jesús dejó totalmente perplejos a los judíos, y como sucedió otras veces, se equivocaron totalmente en cuanto a lo que el Señor Jesús estaba diciendo. Juan 7:35-36 dice: Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿Adónde se irá éste, que no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los griegos?
Joh 7:36 ¿Qué significa esto que dijo: Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir?
Los judíos estaban pensando que el Señor Jesús estaba hablando de algún lugar secreto donde se iba a esconder para no ser arrestado, tal vez fuera de Israel, donde estaría enseñando a los judíos que vivían fuera de Israel, en territorio gentil. Se quedaron asombrados al oír las palabras del Señor Jesús cuando dijo: Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir. ¿Por qué no podían ir a donde iba a estar el Señor Jesús dentro de poco? Pues porque estaban muertos espiritualmente, porque jamás habían bebido el agua viva. Esto fue lo que motivó al Señor Jesús a hacer la magistral declaración que se encuentra en Juan 7:37-39. La Biblia dice: En el último y gran día de la fiesta,(E) Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Joh 7:38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.(F)
Joh 7:39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
La fiesta de los Tabernáculos duraba siete días. El último día era un día de santa convocación. Los atrios del templo de Jerusalén deben haber estado atestados de gente. En este día los sacerdotes desfilaban siete veces alrededor del altar, recitando las palabras del Salmo118 versículo 25. Además era la última vez que se traía agua del estanque de Siloé para verterla junto al altar, como símbolo del agua que brotó de la roca cuando el pueblo de Israel marchaba por el desierto hacia la tierra prometida. La ocasión no podía ser más precisa para que el Señor Jesús se ponga en pie ante toda la multitud y levantando su voz diga: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Esto era una manera de decir: El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto es interesante amable oyente. El hombre incrédulo siempre padecerá de sed espiritual, hasta que no beba el agua viva que es la persona y obra del Señor Jesús. En su incredulidad, el hombre intenta aplacar esta sed espiritual por medio de acumular riqueza, por medio de obtener poder, por medio de buscar la fama, por medio de adquirir conocimiento, por medio de experimentar placer. Pero nada de esto puede satisfacer la sed espiritual que tiene todo ser humano en su interior. Todas estas cosas son cisternas rotas que no contienen agua, como dijo el profeta Jeremías. Lo único que puede calmar eternamente esa sed espiritual que todo ser humano tiene en este mundo es el agua de vida, esto es, la persona y obra del Señor Jesús. ¿Ha bebido esta agua viva, amable oyente? Tal vez me dirá, yo no experimento ninguna sed espiritual, porque yo estoy satisfecho con mi riqueza, o con mi poder, o con la fama que tengo, o con el conocimiento que he adquirido, o con el placer que siento. Lo que pasa amable oyente es que está ciego al hecho que algún día, tal vez más pronto de lo que piensa, tendrá que abandonar la riqueza, el poder, la fama, el conocimiento, el placer. ¿Cuándo? Pues cuando le llegue el momento de salir de este mundo. La Biblia dice que desnudos venimos a este mundo y de la misma manera, desnudos vamos a salir de este mundo. Entonces reconocerá que aquello en lo que tanto confió para saciar su sed no le servirá en absoluto y lo único que le espera será condenación eterna en el infierno. No se auto engañe amable oyente. Hoy mismo crea en el Señor Jesús y recíbalo como su Salvador. En consecuencia, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. ¿A qué se refirió el Señor Jesús con estas palabras? Pues al Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en el Señor Jesús y le reciban como Salvador; pues en el momento que el Señor Jesús dijo estas palabras, no había venido todavía el Espíritu Santo, por cuanto el Señor Jesús todavía no había muerto, resucitado y retornado a la gloria de su Padre. De manera que, amable oyente, no siga bebiendo el agua que no puede saciar su sed espiritual. Hoy mismo reconozca su pecado, reconozca que es pecador, arrepiéntase de su pecado, reconozca que el Señor Jesús recibió el castigo que usted merece y por eso, siendo inocente, murió en la cruz del calvario, y convencido de esto, reciba a Cristo como su Salvador. Si lo hace habrá bebido el agua viva y no tendrá sed jamás, sino que de su interior correrán ríos de agua viva, como dijo el Señor Jesús.
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