Es motivo de gran gozo amable oyente saludarle y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Soy David Araya para anunciarle que dentro de la serie titulada: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, basada en el Evangelio según Mateo, David Logacho nos hablará acerca de las recompensas que recibirán aquellos que invierten su vida en el servicio al Señor.
Es una bendición estar junto a usted amable oyente. Gracias por su sintonía. Luego de que Jesús habló en cuanto a que la riqueza puede tornarse en un gran obstáculo para obtener la vida eterna, es natural que los discípulos de Jesús se hayan sentido muy cómodos porque ellos renunciaron a la riqueza, sea poca o sea mucha, para seguir a Jesús. ¿Habrá algún premio por esto? Veamos como manejó Jesús este asunto. Si tiene una Biblia cerca, ábrala en Mateo 19, a partir del versículo 27. Allí notamos la inquietud de los discípulos. Leo en Mateo 19:27. La Biblia dice: Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?
Esta inquietud de los discípulos, surge a raíz de que Jesús hizo notar a un joven, que su cuantiosa riqueza se había transformado en un impedimento para que obtenga vida eterna. Pero con los discípulos de Jesús no había pasado eso. Algunos de ellos, como Mateo, eran muy ricos, pero se desprendieron de su riqueza para seguir a Jesús. ¿Habrá alguna recompensa para ellos? A nombre de todos, Pedro dijo a Jesús: He aquí nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Jesús por tanto va a responder a esta inquietud de sus discípulos. La respuesta se encuentra en Mateo 19:28-30. La Biblia dice: Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.
La respuesta de Jesús consta de tres partes. La primera parte tiene que ver con los doce. Es un hecho, que en la regeneración, o cuando se establezca el reino de Dios en la tierra, lo cual sucederá cuando Jesús, el Hijo del Hombre, venga por segunda vez, y se siente en el trono de gloria, los doce discípulos, quienes dejaron todo para seguir a Jesús, tendrán el privilegio de sentarse sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. La segunda parte tiene que ver con cualquier creyente que deje cualquier cosa para seguir a Jesús. A ellos Jesús dijo: Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. En esta vida, el creyente disfruta una comunión con otros creyentes en todo el mundo, lo cual recompensa con creces las relaciones rotas con hermanos, o hermanas, o padres, o madres, o mujeres, o hijos, por la causa de Cristo. Por una casa que deje por la causa de Cristo, el creyente puede encontrar más de cien casas que les reciban con cordialidad. Por un terreno que deje, el creyente recibe bendiciones espirituales más allá de lo imaginable. Pero lo que es mejor, el creyente tiene vida eterna. La vida eterna no resulta de dejar todo y seguir a Cristo. La vida eterna resulta de recibir a Cristo por la fe como Salvador. Pero cuando un creyente no pone su corazón y su esperanza en las cosas de este mundo, puede estar seguro que posee vida eterna. La tercera parte, la forma como Dios recompensa. Dios se reserva el derecho de recompensar a su manera a los que le sirven. A esto se refiere el dicho de Jesús: Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros. Para ilustrar este hecho, Jesús relata la parábola que aparece en Mateo 20:1-16. La Biblia dice: Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. El, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
La parábola ilustra la manera como Dios recompensa a los que le sirven. El hombre padre de familia representa a Dios. La viña representa la obra de Dios. Los obreros de la viña representan a los creyentes que le sirven. El jornal representa la recompensa por el servicio a Dios. El padre de familia sale a la mañana a contratar obreros para su viña. Tal vez era la hora segunda, como las 8 de la mañana. Los judíos dividían al día en 12 horas desde la 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. El padre de familia ofrece pagar un denario, el salario normal por un día de trabajo, a los que quieran trabajar en su viña. Algunos aceptan y van a trabajar en la viña. Pero cuando el padre de familia sale a la hora tercera, como las 9 de la mañana, encuentra que en la plaza donde se contrataba obreros, había obreros desocupados. Sin decir cuánto les iba a pagar, sino lo que sea justo, les invita a trabajar en la viña. Algunos aceptan la invitación y van a la viña. La misma historia se repitió a la hora sexta, como las 12 del día y a la hora novena, como las 3 de la tarde. Cuando ya era la hora undécima, es decir como a las 5 de la tarde, el padre de familia salió otra vez a la plaza, y cosa increíble, todavía había obreros desocupados. Les pregunta: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Los obreros responden: Porque nadie nos ha contratado. Esto era falso porque el padre de familia fue como cuatro veces a la plaza para buscar obreros para su viña. De todas maneras, invita a estos obreros que vayan a trabajar en la viña con la promesa que se les pagará lo que sea justo. Al fin del día, a la hora duodécima, el padre de familia ordena a su mayordomo que pague a los obreros. Aquí es donde comienza a suceder lo inesperado. El padre de familia ordena que se comience pagando a los que llegaron al último. Ellos trabajaron sólo una hora. Técnicamente les correspondía sólo una fracción del salario diario. Pero para sorpresa de todos, recibieron un denario, como si hubieran trabajado todo el día. Al ver esto, los que trabajaron todo el día en la viña se entusiasmaron y pensaron que recibirían mucho más de lo que el padre de familia les ofreció cuando fueron contratados. Pero no señor, ellos también recibieron un denario conforme a lo acordado. Es comprensible aunque no justificable que se molestaron mucho y dijeron: A los que trabajaron sólo una hora les pagó un denario, y a nosotros que trabajamos todo el día, soportando todo el calor del día nos viene a pagar lo mismo. ¡Qué injusto! El padre de familia simplemente les recuerda que el contrato decía que iban a recibir un denario. Eso es lo que recibieron y por tanto no tienen motivo para enojarse. Luego les dice que él como padre de familia tiene todo el derecho de hacer lo que él quiera con lo suyo. Les dice además que está muy mal que se enojen porque el padre de familia ha sido bueno para aquellos que recibieron más de lo que merecían. Jesús termina diciendo que así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos. Dios recompensa como él quiere y su forma de recompensar siempre es la más justa, porque él es Dios. En esta parábola existen varias cosas que nos maravillan. Primero el hecho que Dios nos busque para trabajar para él. Esto es maravilloso, porque él no necesita de ayuda, pero él sabe que nosotros necesitamos trabajar. Segundo, el hecho que él nos recompensa por el trabajo que hacemos para él. Trabajar para él ya es lo máximo que se pueda aspirar, pero encima de eso, nos recompensa. Maravilloso. Tercero, la recompensa es cuestión de Dios. Él conoce el corazón de cada uno y Él recompensará conforme a su justicia y conforme a su conocimiento. Él no puede equivocarse dando más al que no merece y menos al que lo merece. Cuarto, Dios siempre está invitando obreros a trabajar para él, pero los obreros no siempre responden al primer llamado de Dios. Las diferentes horas que los obreros fueron a la viña, ilustra las diferentes etapas de la vida que los obreros responden al llamado de Dios. Unos lo hicieron a la hora segunda, esto ilustra a los que responden al llamado de Dios siendo niños, otros lo hicieron a la hora tercera, esto ilustra a los que responden al llamado de Dios siendo jóvenes. Otros respondieron a la hora sexta, esto ilustra los que responden al llamado de Dios siendo ya adultos. Otros respondieron a la hora novena, esto ilustra los que responden al llamado de Dios siendo adultos mayores. Otros respondieron a la hora undécima, esto ilustra los que responden al llamado de Dios siendo ya ancianos. Mientras haya vida hay esperanza para responder al llamado de Dios para trabajar en su obra, pero cuando llega la hora duodécima de la vida, ya es demasiado tarde. La hora duodécima de la vida es cuando llega la muerte. Cuando llega la muerte ya no se puede trabajar en la obra de Dios. ¿Qué espera para responder al llamado de Dios para trabajar en su obra? Quiera Dios que no le sorprenda la hora duodécima, la muerte, mientras está esperando. Recuerde que Dios recompensa con creces a los que le servimos de corazón.
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