Cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Daniel. En nuestro último estudio bíblico vimos a Daniel interpretando un sueño que había tenido el rey Nabucodonosor. Sucede que debido a sus logros tanto militares como económicos, Nabucodonosor, el rey de Babilonia, se creía a sí mismo como el mismo Dios. Dios por tanto lo sentenció a vivir siete años como si fuera animal. Tendría que comer hierba como animal, estar acompañado de animales y ser bañado con el rocío del cielo, hasta que reconozca que Jehová, el Dios de Israel es el Altísimo, el soberano, quien tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. Después de dar la interpretación del sueño al rey, Daniel hizo una respetuosa pero también enérgica exhortación al rey Nabucodonosor en el sentido que se arrepienta de sus malas obras, por si tal vez Dios le conceda una prolongación de su tranquilidad. Nabucodonosor no hizo ningún caso a la exhortación de Daniel y por eso Dios cumplió con lo que había prometido. En esto vemos un rasgo importante del carácter de Dios, amigo oyente. Dios nunca envía un juicio sin antes advertir y dar una oportunidad al arrepentimiento. Lo hizo con Noé, con Lot, con Nabucodonosor y también con nosotros. Nadie puede decir por tanto: Yo no sabía que Dios me iba a castigar de esta manera. Toda la gente que tendrá que pasar en el infierno por la eternidad, sabrá que está en ese lugar por no haber hecho caso a la advertencia. Juan 3:36 dice: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
¿Ve? Si el pecador rehúsa creer en el Señor Jesucristo y recibirlo como su Salvador, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Dios está advirtiendo a todo pecador acerca del peligro de ser condenado eternamente. Veamos pues, qué es lo que sucedió con el obstinado y orgulloso rey Nabucodonosor.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Daniel 4:28-37. Lo primero que encontramos es la obstinación del rey. Daniel 4:28-30 dice: Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor.
Dan 4:29 Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia,
Dan 4:30 habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?
Lo que Dios había advertido en sueños a Nabucodonosor está por cumplirse. Los detalles son los siguientes. Había transcurrido un año desde que Daniel interpretó el sueño que había tenido Nabucodonosor, según el cual Dios iba a humillarlo al punto de llegar a ser un animal, por siete años, hasta que se doblegue su orgullo y arrogancia y reconozca que Jehová es el único y soberano Dios. Daniel inclusive aconsejó al rey que se arrepienta, por si acaso Dios le conceda prolongación de su tranquilidad. Lamentablemente el rey no hizo caso el consejo y siguió en su mal camino. Tuvo todo un año para arrepentirse, pero no lo hizo. Todo lo contrario, parece que se enorgulleció mucho más, en un claro desafío a la soberanía de Dios. Tanto es así que cierto día, se estaba paseando como pavo real en su magnífico palacio. Cegado de arrogancia se daba palmaditas a sí mismo diciendo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Note el orgullo. En tan solo una frase aparece yo una vez y mi, dos veces. Es el típico culto a la personalidad. Es muy peligroso alabarse uno mismo, amable oyente. Proverbios 17:2 aconseja diciendo: Alábete el extraño, y no tu propia boca;
El ajeno, y no los labios tuyos.
Con la misma idea, Proverbios 25:27 dice: Comer mucha miel no es bueno,
Ni el buscar la propia gloria es gloria.
El inflado ego de Nabucodonosor explotó como cuando se revienta un globo con lo que Dios le comunicó desde el cielo. En segundo lugar tenemos al rey escuchando la sentencia de Dios. Daniel 4:31-32 dice: Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti;
Dan 4:32 y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.
El discurso de exaltación que Nabucodonosor se estaba dando en honor de sí mismo fue abruptamente interrumpido cuando se oyó una voz del cielo. Tal vez fue un ángel que habló a nombre de Dios. Dios no anda con rodeos sino que va directo al grano. Conforme a lo que le había anunciado un año atrás, el reino será quitado a Nabucodonosor. Pero no sólo eso, sino que además, Nabucodonosor será arrojado de entre los hombres para que more con los animales del campo. En esas condiciones será apacentado como los bueyes durante siete tiempos o siete años, suficiente tiempo para que Nabucodonosor reconozca que Jehová, el Dios de Israel es el Altísimo, quien es soberano sobre los reinos de los hombres y por tanto los da a quién él quiere. De esta forma tan humillante pero necesaria, Nabucodonosor tendrá que aprender que si había llegado tan alto, no era porque él es Dios, sino porque Dios se lo ha permitido. Dios siempre trata de enseñarnos cosas a las buenas, pero ni no las aprendemos, Dios se ve obligado a enseñarnos esas cosas a las malas. Eso es justamente lo que sucedió. En tercer lugar tenemos al rey convertido perdiendo su razón. Daniel 4:33 dice: En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.
Ni bien cesó de oírse la voz desde el cielo, Nabucodonosor se transformó totalmente. Debe haber sido un impacto terrible a sus súbditos ver que su rey actuaba como si fuera un animal. Cuando se agotaron todas las posibilidades para que vuelva a la cordura, los súbditos no tuvieron más remedio que arrojarlo al campo para que viva entre los animales comiendo hierba como ellos y mojándose con el rocío del cielo. Con el paso del tiempo, el cabello del rey creció como plumas de águila y sus uñas se parecían a las uñas de las aves. Debe haber sido doloroso ver al otro hora arrogante rey en estas condiciones. El dicho popular lo pone de esta manera: Mientras más alto estés más fuerte es la caída. En cuarto lugar tenemos al rey recuperando su razón y aprendiendo su lección. Daniel 4:43-37 dice: Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.
Dan 4:35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?
Dan 4:36 En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida.
Dan 4:37 Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.
Después de siete años de vivir como animal, Dios permitió que Nabucodonosor recobre su razón, y esté en capacidad de mirar al cielo, es decir, reconocer que existe un único Dios Altísimo quien es soberano tanto en el cielo como en la tierra. Armado con este pensamiento, el rey de Babilonia da un poderoso testimonio sobre la grandeza y majestad de Jehová, el Dios de Israel. Dice que alabó y glorificó a Jehová, quien vive para siempre. Dice que el dominio de Jehová es sempiterno, es decir que no tiene final. El reino del hombre es pasajero, transitorio, pero el reino de Jehová es por todas las edades. Delante de un Dios tan excelso y soberano, el hombre, por más ilustre que sea, es como nada. Tan poderoso es Jehová, que su soberanía es reconocida por los ejércitos celestiales, los ángeles, cuanto más debe ser reconocida por los seres humanos, quienes no tienen punto de comparación con los ángeles en poder y sabiduría. Siendo así, ni los ángeles peor los seres humanos, tienen el mínimo derecho de cuestionar las obras de Jehová. Cuando Nabucodonosor reconoció todo esto, experimentó un cambio radical en su vida. Le fue devuelta su razón, le fue devuelta la majestad de su reino, le fue devuelta su grandeza, sus gobernadores y sus consejeros le buscaron y fue restablecido en su reino, inclusive su grandeza fue mayor a que antes tenía. Se cumple lo que la palabra de Dios dice en 1Samuel 2:30: porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.
En concordancia con todo lo vivido, Nabucodonosor alaba, engrandece y glorifica al Rey del cielo, Jehová, el Dios de Israel y reconoce que todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos, pero sobre todo que Dios puede humillar a los orgullosos. ¿Se ha humillado ya delante de Dios, amable oyente? Si lo ha hecho, Dios le exaltará cuando sea tiempo, pero si todavía no lo ha hecho, Dios le humillará cuando sea tiempo. No ignore la lección que tuvo que aprender Nabucodonosor.
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