Cordiales saludos amable oyente. Sea bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el libro de Efesios, en la serie titulada: Las Maravillas de la Gracia de Dios. En nuestro último estudio bíblico en esta serie, hicimos un recuento de los ingredientes necesarios para mantener la unidad del Espíritu que los creyentes ya tenemos en Cristo. Es importante notar que el mandato es: Guardar la unidad del Espíritu, no buscar la unidad del Espíritu, porque los creyentes ya tenemos la unidad del Espíritu. El mandato a guardar la unidad del Espíritu en Cristo, obedece a la triste realidad que los creyentes fallamos mucho en manifestar la unidad en Espíritu que ya tenemos en Cristo y esto degenera en ataques mutuos, discordias, críticas, murmuración, divisiones y tantas otras cosas más. ¿Por qué es importante mantener la unidad del Espíritu? Pues, porque esto es una evidencia de lo que somos en Cristo. Recordemos que el capítulo 4 de Efesios comenzó con un ruego a andar como es digno de la vocación con que fuimos llamados. Somos uno y por tanto debemos andar en unidad. Esta unidad tiene un fundamento doctrinal. Muchas personas en la actualidad intentan por varios métodos de unir a los creyentes, pero en una manera que no es bíblica. Su argumento en general es: No nos interesa la doctrina, sino el amor, olvidemos nuestras diferencias doctrinales y simplemente amémonos. Pero el apóstol Pablo no tocó el tema de la unidad de los creyentes sino después de proporcionar tres capítulos saturados de verdades doctrinales. Aunque no todos los creyentes estamos totalmente de acuerdo en los asuntos no fundamentales, sin embargo todos los creyentes tenemos que estar de acuerdo en los asuntos fundamentales. Se atribuye a Calvino la siguiente declaración: En lo fundamental: unidad. En lo no fundamental: libertad, y en todo lo demás: amor. La unidad edificada sobre cualquier otra cosa que no sea la verdad bíblica, es una unidad frágil. Consideremos pues siete realidades espirituales que unen a todo creyente.
Abramos nuestras Biblias en el libro de Efesios capítulo 4, versículos 4 a 6. La Biblia dice: un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;
Eph 4:5 un Señor, una fe, un bautismo,
Eph 4:6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
En este pasaje bíblico vamos a encontrar siete realidades espirituales que unen a todo creyente. En primer lugar tenemos: Un cuerpo. La palabra “un” no se trata del artículo indeterminado, sino del número uno. Los creyentes somos un solo cuerpo. Por supuesto, este cuerpo es el cuerpo de Cristo, del cual todos los creyentes somos miembros, fuimos colocados en este cuerpo el instante mismo que recibimos a Cristo como nuestro Salvador, y fue el mismo Cristo quien nos introdujo en su cuerpo mediante el Espíritu Santo. Este cuerpo sirve de modelo para toda iglesia local en todo el mundo. Esta realidad, me refiero a que todo creyente en absoluto es miembro del cuerpo de Cristo, no libera al creyente de ser parte de una comunidad de creyentes que se reúnen en el nombre de Cristo en lo que se llama la iglesia local. Es en la iglesia local donde el creyente hace uso de sus dones espirituales para estimular el crecimiento espiritual de todos los creyentes. Tenía un amigo que por alguna razón que jamás me compartió, no quería congregarse en una iglesia local. Un día apareció con una sonrisa de oreja a oreja y me dijo: Ya sé, soy miembro de la iglesia del aire. ¿Cómo es eso? Le pregunté. Con mucha convicción me respondió: Sí, los domingos escucho tu programa de radio en la comodidad de mi casa, y me uno a muchos que también lo estarán oyendo a través de las ondas de radio, es la iglesia del aire, de modo que ya no necesito congregarme en una iglesia local. Esto fue motivo para explicarle que aunque él ya era miembro del cuerpo de Cristo, sin embargo, necesitaba la comunión de una iglesia local en donde podría crecer espiritualmente y ser de ayuda para el crecimiento espiritual de otros creyentes. La segunda realidad de nuestra unidad como creyentes es: un Espíritu. Al igual que en el caso anterior, el un no es el artículo indeterminado sino el número uno. Todo creyente comparte el mismo Espíritu Santo. 1 Corintios 12:13 dice: Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
Note que todo creyente ya tiene el Espíritu Santo, por tanto ningún creyente tiene necesidad de pedir a Dios en oración que le dé el Espíritu Santo. De igual manera es un grave error el que cometen algunos predicadores cuando afirman que van a dar el Espíritu Santo a los creyentes soplando sobre ellos o imponiéndoles las manos o haciéndoles caer o haciendo cualquier otra cosa. La tercera realidad de nuestra unidad como creyentes es una misma esperanza de nuestra vocación. Una vez más, la palabra una, no es el artículo indefinido sino el número uno. Todos los creyentes hemos sido llamados a una esperanza común. La esperanza es el ser trasladado algún día a la gloria de Dios, ya sea por medio de la muerte física o por medio del arrebatamiento, cuando Cristo venga para llevar a la iglesia. Esta esperanza común debe ayudarnos a mantener la unidad que ya la tenemos. Se cuenta que cierta vez dos hermanos tuvieron un desacuerdo no pequeño, y no querían reconciliarse por nada. Cuando uno de ellos sabía que el otro iba a estar en cierta reunión, prefería no ir, para no encontrarse con su hermano. Cuando la situación se volvió más tensa, el pastor de la iglesia se reunió con ellos y les dijo: ¿Acaso no ha considerado que los dos van a estar en el mismo lugar por toda la eternidad? Así que es mejor que empiecen a llevarse bien entre ustedes desde ahora. Este pensamiento motivó a los dos a arreglar la situación y propiciar una reconciliación. La misma esperanza que tenemos nos ayuda a mantener la unidad. La cuarta realidad de nuestra unidad es: Un Señor. Se trata del Señor Jesucristo. Es difícil entender que dos creyentes que dicen estar sujetos al mismo Señor, sin embargo no puedan andar en unidad. Alguien preguntó alguna vez a Mahatma Gandhi: ¿Cuál ha sido el mayor obstáculo para el crecimiento del Cristianismo en la India? Con mucha intuición, respondió Gandhi: Los cristianos. De esta manera estaba reconociendo que a pesar de tener un Señor, los creyentes tienen una enfermiza tendencia a alejarse los unos de los otros. Esto es un gran freno para el avance del Cristianismo. La quinta realidad es: una fe. Esto se refiere al conjunto de doctrinas que sustentan la iglesia de Cristo y que fueron dadas por Cristo a través de los apóstoles y profetas. Los creyentes podemos diferir en algunos asuntos menores en cuanto a interpretación de las Escrituras, pero en los asuntos fundamentales no podemos tener en absoluto ninguna diferencia porque compartimos una misma fe. La sexta realidad de nuestra unidad es el bautismo: Un bautismo. No se trata del bautismo en agua, sino del bautismo con el Espíritu Santo, el cual ocurre el momento de recibir a Cristo como nuestro Salvador y da como resultado que el creyente es introducido en el cuerpo de Cristo que es la iglesia, según 1 Corintios 12:13. El bautismo con el Espíritu Santo es ya una realidad en todo verdadero creyente. No es algo que el creyente debe buscarlo en oración o ganarlo por medio de mantener una vida santa. En ninguna parte de la Biblia aparecen mandatos a ser bautizados con el Espíritu Santo, como vamos a comprobarlo en un estudio bíblico posterior. La séptima y última realidad de nuestra unidad en Cristo es: Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos y en todos. En esto se manifiesta la maravillosa unidad de todos los creyentes en una sola familia. Dios es soberano en todos su hijos. Dios actúa a través de todos sus hijos y Dios mora en todos sus hijos. Que extraordinario es saber que la plenitud de la deidad habita en el creyente. En cada creyente mora el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Teniendo tanto en común, ¿Por qué tenemos que vivir peleándonos entre creyentes? Que tal si nos armamos del poder que ya tenemos mediante el Espíritu Santo y comenzamos a tender puentes para poner en práctica en nuestro diario vivir todo esto que nos ha compartido el apóstol Pablo. Que Dios en su gracia nos guía a hacerlo.
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