Asegúrese de que es salvo

Saludos cordiales amigo oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando un programa sencillo de discipulado básico, conocido como 10 Primeros Pasos para el Nuevo Creyente, escrito por el Dr. Woodrow Kroll, Director general de Back to the Bible Internacional. El primer paso se titula: Asegúrese de que es salvo y de ello nos hablará David Logacho.

El primer paso que todo nuevo creyente debe dar, si desea progresar en su crecimiento espiritual, es asegurarse de que en realidad es un creyente. Esto suena muy simple, pero desafortunadamente es pasado por alto por una cantidad de personas y eso ha conducido a que existan muchas personas que sin ser creyentes piensan que son creyentes y peor aún, ha conducido a que existan muchas personas que siendo creyentes piensan que no son creyentes. Es vital por tanto que todo nuevo creyente confronte con entereza la gran pregunta: ¿Soy en realidad creyente? ¿Qué es lo que hace a una persona un creyente? Bueno, existe solamente un requisito para ser salvo. Este requisito es fe, pero no una fe ciega, sino fe en una persona. Fe en la persona de Jesucristo. Cuando una persona cree a Dios y por tanto cree en Cristo como Salvador, llega a ser automáticamente salvo. Esta idea es estigmatizada por el mundo. Eso explica por qué la mayoría de los moradores del mundo no son salvos. Para el mundo, la salvación es cuestión de ganársela, de merecerla de alguna manera, pero para Dios, la salvación no es algo que uno lo gana o lo merece sino algo que uno lo recibe por fe como un regalo inmerecido. El mundo dice: Si Ud. quiere ser salvo debe pertenecer a una determinada religión y por eso existen miles de religiones en el mundo porque cada una de ellas proclama ser la única que salva y condena como herejía a todas las demás. Pero Dios dice: No, la salvación no es cuestión de religión sino es cuestión de fe en la persona del Señor Jesucristo. Para el mundo, la salvación es también cuestión de hacer buenas obras o mejor aún, es cuestión de que las buenas obras pesen más que las malas obras. La idea que mucha gente tiene sobre la salvación es que Dios tiene una especie de balanza para cada individuo sobre este mundo. En el un plato de la balanza, Dios coloca cada mala obra que el individuo hace y en el otro plato de la balanza, Dios coloca cada buena obra que el individuo hace. Cuando el individuo muere, Dios hará una evaluación de la balanza del individuo. Si la balanza se ha inclinado hacia el lado de las buenas obras, entonces el individuo es salva, pero si la balanza se ha inclinado hacia el lado de las malas obras, entonces el individuo es condenado. Por eso es que muchas personas responden con un: No sé, cuando uno les pregunta si irán al cielo. Por supuesto que no saben, porque, según ellos, es algo que solamente lo sabe Dios y aún eso, en el momento de morir. La idea es entonces hacer tantas buenas obras como sea posible para compensar las malas obras que el individuo se permite en la vida. Esta es la causa, amigo oyente, por la cual las personas más corruptas en este mundo, sean, con algunas excepciones, las más dadas a celebrar todo tipo de ritos religiosos. Un presidente de x país latinoamericano jamás comenzaba su día de trabajo sin antes participar en una ceremonia religiosa. Sin embargo su mandato ha sido catalogado como el más corrupto de todos los existentes en aquel país. Lo que pasa es que se estaba haciendo la buena obra del día que supuestamente compensaría la serie de malas obras durante el mismo día. Es como el lechero que al amanecer sacaba su cabeza por la ventana de su habitación y gritaba a su criado: Napoleón, ¿Has echado ya el agua a le leche? Cuando el criado respondía afirmativamente, añadía: Muy bien, entonces ven para participar en las oraciones. La idea era compensar una mala obra con una buena obra. En el Nuevo Testamento tenemos el caso de una persona que se llamaba Saulo, quien como buen fariseo, se consideraba a sí mismo lo suficientemente justo como para merecer la salvación. Durante su vida, Saulo había cumplido con todos los ritos religiosos de su intrincada religión. Indudablemente se consideraba moralmente íntegro y por tanto digno de ser admitido en el reino de los cielos. Sin embargo, Dios quiso enseñar a este amante de su justicia propia que la salvación no se consigue por medio de realizar buenas obras. Un día, mientras Saulo viajaba de Jerusalén a Damasco, cerca de llegar a esta ciudad, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra oyó la voz del Señor que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? De súbito, Saulo se dio cuenta de que era un pecador y por el poder de Dios fue gloriosamente salvado. Su perspectiva de la vida cambió totalmente. Nunca más volvió a ser el mismo. Posteriormente se le conoció como el apóstol Pablo. Después de haber creído en Jesús, Pablo meditó sobre cómo puede ser salva una persona. Estudió las Escrituras, repasó su propia experiencia personal y formuló una conclusión. La tenemos en Roanos 3:28 donde dice: «Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley» Este principio llegó a ser un pilar fundamental de lo que se llegó a conocer como el cristianismo. Por un buen tiempo, este principio fue respetado, pero poco a poco, quizá a partir del tercer siglo de nuestra era, nuevamente se notó una tendencia a lo antiguo, es decir, a pensar que la salvación se consigue por hacer buenas obras, como esto de cumplir con ritos religiosos. Esto marcó el inicio de la decadencia del cristianismo. Desde allí, hasta el siglo 15, el cristianismo vivió una etapa de oscurantismo. Fue reducido a un mero sistema religioso cargado de intrincados ritos que supuestamente otorgaban la salvación a las personas que los practicaban. No fue sino en el siglo 15 cuando Dios levantó al gran reformador Martín Lutero quien al igual que Pablo de antaño, llegó a la conclusión que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley. A partir de allí, millones de personas han encontrado la salvación como resultado de simplemente creer en Cristo como Salvador personal. Igual debe ser con Ud. amigo oyente. ¿Cómo saber si Ud. es verdaderamente creyente? Bueno, no depende de cuan bueno o cuan malo sea Ud. a sus propios ojos. De esto ya hemos dicho bastante. Depende de qué es lo que Ud. ha hecho con la persona de Jesucristo. Considere esto que encontramos en Juan 3:36 «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» Más claro no puede ser. La salvación o el tener la vida eterna depende de creer en Cristo. El que en él cree es salvo, el que rehúsa creer en él es condenado. Así de simple. Las obras no tienen nada que ver en la salvación de una persona. Cuando Jesús estaba colgado en la cruz, había un ladrón también colgado en otra cruz junto a la suya. Este ladrón, reconociendo que era un pecador condenado y reconociendo que junto a él estaba muriendo el Salvador, se volvió a Jesús y le dijo: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Nadie pudo haber pronunciado estas palabras sin una fe real. El ladrón creyó en Jesús. Note la fascinante promesa que le hizo Jesús. Lucas 23:43 dice: «Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» Este ladrón no tuvo la oportunidad de bautizarse, ni tampoco tuvo tiempo de unirse a una iglesia, peor oportunidad de hacer buenas obras porque estaba a punto de morir, sin embargo, por el hecho que creyó en Cristo, Dios le otorgó la vida eterna. En algún momento durante ese mismo día, el ladrón se encontró con Jesús en el paraíso. Así es amigo oyente, existe solamente un requisito para ser salvo y ese requisito es fe en Jesucristo. Pero esta fe debe ser suya propia, amigo oyente. Ud., no es salvo debido a que sus padres creen, tampoco es salvo porque asiste a una iglesia con buena doctrina, tampoco es salvo porque el pastor de aquella iglesia es salvo. Ud. será salvo simplemente cuando en forma personal reconozca que es pecador, reconozca que está separado de Dios, reconozca que Cristo murió por Ud. y en un acto de fe reciba a Cristo como su Salvador personal. El primer paso para el nuevo creyente es asegurarse de que es salvo. ¿Es Ud. un nuevo creyente? ¿Cómo puede estar seguro de que en verdad Ud. es creyente? Lo único que tiene que hacer es ver si algún momento en su vida Ud. confió plenamente en Cristo y le recibió como Salvador. Si lo ha hecho, Ud. es salvo porque la palabra de Dios dice que el que cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna. En nuestro próximo estudio bíblico, trataremos el asunto de sí un verdadero creyente puede perder su salvación. Le invito por tanto a escuchar la próxima emisión de La Biblia Dice…

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