Apocalipsis 1:4-8

Nuevamente es un gozo para nosotros compartir este tiempo con Usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico. Qué bueno es recibir saludos de personas que amamos, ¿Verdad? Pues en el estudio bíblico de hoy, Usted recibirá el saludo de personas que le aman entrañablemente.

El pasaje bíblico que nos corresponde estudiar el día de hoy se encuentra en Apocalipsis 1:4-8 Este pasaje bíblico es el saludo del libro de Apocalipsis. En el saludo encontramos un mensaje muy importante para nuestras vidas. Lo que primero notamos es el portador del saludo. La primera palabra del versículo 4 lo identifica. Su nombre es Juan. De él hablaremos con mayor detalle a medida que avanzamos en el estudio del libro de Apocalipsis, pero por ahora, bástenos saber que se trata del apóstol Juan. Luego de identificar al portador del saludo, identifiquemos a los receptores del saludo. El versículo 4 continúa diciendo: “a las siete iglesias que están en Asia” Juan tiene en mente a siete iglesias locales que se encontraban en la provincia Romana llamada Asia en aquel tiempo. Este territorio es lo que hoy se conoce como Asia menor, en donde se ubica el moderno país de Turquía. Los capítulos 2 y 3 del libro de Apocalipsis identifican por nombre a estas siete iglesias locales y cada una de ellas recibe un mensaje de aplicación eterna. Aquí, amigo oyente, en cierto sentido, es donde entramos Usted y yo. Tanto el saludo, como los posteriores mensajes, fue dirigido a los creyentes en cada una de esas siete iglesias locales y de una manera indirecta también a nosotros, los creyentes de la actualidad, aunque no somos parte de ninguna de esas siete iglesias locales. Es a Usted entonces amigo oyente, a quien también llega el saludo que trae Juan. Hemos identificado ya al portador del saludo y a los receptores del saludo. Identifiquemos ahora al saludo propiamente dicho. Allí en el versículo 4 aparecen estas palabras: “Gracia y paz a vosotros” Este es un saludo importante. Gracia significa favor no merecido. Paz es un estado del alma que se manifiesta por tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y las pasiones. La paz de la cual habla la Biblia es el resultado de una transformación interna que se opera en la persona que confía en Cristo y le recibe como Salvador. Por esto es de vital importancia el orden que aparece en el saludo. Primero la gracia, el favor no merecido por el cual el hombre es transformado en una nueva criatura mediante el sacrificio perfecto de Cristo en la cruz. Segundo, la paz. Es el resultado de la gracia. Es ese estado de ánimo de tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y a las pasiones. Si Usted amigo oyente, no tiene paz en su vida, es muy probable que la razón para ello sea porque Usted todavía no ha sido transformado por Dios mediante el sacrificio de Cristo en la cruz. Si ese es su caso, hoy mismo reciba a Jesucristo como su Salvador y Usted disfrutará de esa paz que solamente Dios sabe dar. Tenemos identificados al portador del saludo, a los receptores del saludo y al saludo en sí mismo. Ahora nos corresponde identificar al autor o los autores del saludo. Veremos que se trata de tres personajes celestiales. Primero, el Padre. En el versículo 4 dice: “del que es y que era y que ha de venir” Esta es una referencia al Padre celestial. Él es Jehová, el eterno YO Soy. El que existe por sí mismo. El que no tiene principio ni fin. Aquel a quien el paso del tiempo no tiene ningún efecto. Es el mismo ayer, hoy y mañana. Él es quien conoce el futuro como si fuera el pasado. Reciba saludos de este grandioso personaje, amigo oyente. Segundo, Junto a Él está otro personaje igualmente grandioso y ciertamente conocido por Usted. Veamos de quién se trata. Al final del versículo 4 dice: “y de los siete espíritus que están delante de su trono” Esta es una manera simbólica de hablar del Espíritu Santo en toda su plenitud. Este símbolo nos lleva de regreso en el tiempo al libro del profeta Isaías, cuando hablando del Espíritu Santo nos lo presenta en sus siete funciones. Dice así en Isaías 11:2 “Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” El número siete es un número cargado de simbolismo. Representa perfección, plenitud. Cuando Juan nos habla de siete espíritus nos está mostrando la perfección de la persona del Espíritu Santo y la plenitud de su poder. El Espíritu Santo está delante del trono del Padre. ¿Se ha preguntado por qué? La razón es porque el Espíritu Santo ha sido siempre la persona de la Trinidad que se ha encargado de ejecutar la voluntad de la Deidad. Reciba saludos de esta grandiosa persona mi amiga, mi amigo. Tercero, tenemos a otro personaje que desde la eternidad pasada compartió la gloria con el Padre y con el Espíritu Santo. Efectivamente, es el Hijo, el Señor Jesucristo. Como Apocalipsis es la revelación de Jesucristo, no es extraño que la descripción de Jesucristo sea la más extensa y detallada. En primer lugar, se nos presenta como el testigo fiel. La primera parte del versículo 5 dice: “y de Jesucristo el testigo fiel” Jesucristo es el testigo fiel, no un testigo fiel. Ningún testigo ha sido tan fiel como Jesucristo. Él es único. Un testigo es aquel que habla lo que vio. Eso es lo que hizo Jesucristo en este mundo. Habló lo que vio. Nos dio a conocer a su Padre. Su testimonio fue tan fiel, tan certero, que oír a Él es como oír al Padre. Ver a Él es como ver al Padre. Creer en Él es como creer al Padre y ciertamente, rechazar a Él es como rechazar al Padre. Pero además, Jesucristo es el testigo fiel porque fue obediente hasta la muerte. Como el testigo fiel, Jesucristo realiza la función de profeta. En segundo lugar, se nos presenta como el primogénito de los muertos. Eso es lo que tenemos allí a continuación, en el versículo 5. Esto significa que Jesucristo es el primero en recibir un cuerpo resucitado en estado de inmortalidad gloriosa. Por tanto, de entre todos los que reciban cuerpos glorificados en la resurrección; Jesucristo es el más importante, el preeminente. Como tal, está a la diestra del Padre abogando por todos los que creen en él. Como primogénito de los muertos, Jesucristo realiza la función de sacerdote. En tercer lugar, Jesucristo se presenta como el soberano de los reyes de la tierra. Eso es lo que tenemos allí en el versículo 5. La tierra siempre ha tenido hombres poderosos, muchos de ellos han llegado a ser reyes de la tierra. Pero sobre ellos está alguien que es soberano. Esto significa alguien que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente. Alguien que está por encima de todos, alguien excelente, alguien que no puede jamás ser superado. Hace algunos días tuve que realizar un trámite muy engorroso ante una autoridad del gobierno en mi país. Mientras esperaba la lenta y exasperante acción de la burocracia, pensaba dentro de mí mismo: Ah… qué bueno sería que apareciera por aquí algún conocido que me ayude a realizar este interminable trámite. Pero luego recapacité y pensé: El soberano de los reyes de la tierra es mi amigo. Lo que él dice se hace. Todas las autoridades están bajo sus órdenes. Me puse a orar en silencio con este pensamiento en la mente. No pasó mucho tiempo hasta que fui atendido sin problema alguno. Vale la pena ser conocido del soberano de los reyes de la tierra. En esta función vemos a Jesucristo en su papel de Rey. Las tres primeras características nos presentan a Jesucristo como profeta, sacerdote y rey. Pero la descripción del Hijo no se detiene aquí. En cuarto lugar se nos presenta a Jesucristo como nuestro Salvador. Apocalipsis 1: desde la parte final del versículo 5 y el versículo 6 dice: “ Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” Qué hermoso amigo oyente. Usted y yo que somos creyentes, fuimos amados por el Hijo desde la eternidad pasada. En su momento, el Hijo se hizo carne y habitó en este mundo. A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron. En el cumplimiento del tiempo, Jesucristo fue crucificado y derramó su preciosa sangre con la cual nos lavó de nuestros pecados. Una vez lavados nos constituyó reyes y sacerdotes para Dios su Padre. A los ojos de los hombres no somos nada y por eso el mundo nos desprecia. Pero a los ojos de Dios somos reyes y sacerdotes. Como reyes, reinaremos juntamente con el Rey de reyes. Como sacerdotes podemos entrar cuantas veces queramos y cuando queramos al trono del Padre celestial. Al pensar en esto, lo único que cabe es expresar alabanza y adoración al Hijo. Eso es justamente lo que hizo Juan. Dice: A él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. Es el Hijo quien le envía saludos, amigo oyente. Espero que Usted se sienta gozoso y animado al saber que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo le han enviado saludos.

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