Los juicios de las trompetas

Es motivo de gran gozo saludarle amable oyente y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. La palabra de Dios es dulce al paladar. Salmo 1119:103 dice: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.” El profeta Jeremías lo probó y su testimonio aparece en Jeremías 15:16 donde dice: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” El profeta Ezequiel también lo probó y tome nota de su reacción. Ezequiel 3:3 dice: “y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel” Si Usted y yo queremos hallar deleite verdadero debemos “comer” entre comillas la palabra de Dios. Pero también la Biblia relata un caso de alguien que comió la palabra de Dios, y ciertamente a su boca fue dulce como la miel, pero después amargó su vientre. De esto estudiaremos en el estudio bíblico de hoy en el libro de Apocalipsis.

Prosiguiendo con nuestro estudio del libro de Apocalipsis, llegamos al capítulo 10. Este capítulo es una especie de paréntesis en el relato de los juicios de las trompetas. Lo último que estudiamos fue el juicio que siguió al sonido de la sexta trompeta. En esencia, este juicio significó la muerte de la tercera parte de la población de la tierra como resultado del feroz ataque de un ejército de 200 millones de seres malignos equipados con sofisticado armamento bélico. Haciendo las respectivas cuentas, bien podemos decir más de la mitad de la población del mundo habrá encontrado la muerte hasta el final del juicio de la sexta trompeta. Esto es tan horrendo que nuestras mentes no captan la verdadera magnitud del desastre. Asumiendo que la tribulación sucediera en estos días, significaría que habrían dejado de existir como tres mil millones de personas y en solo unos tres años y medio. Es decir a un promedio de 240.000 personas por día, o lo que es lo mismo 10.000 personas por hora. La mente se resiste a crear un cuadro imaginario de una catástrofe de esta naturaleza. Pero es algo que está por suceder y quizá más pronto de lo que pensamos. Es el juicio de Dios a un mundo en rebeldía contra él y sumido en el fango del pecado. Como para recuperar el aliento, luego del relato de estos eventos aterradores, llegamos al capítulo 10. La escena gira alrededor de un librito. Veamos de qué se trata. Primero, el portador del librito. Apocalipsis 10:1 dice: “Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza, y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.” Este ángel fuerte, no parece ser otro que el mismo Señor Jesucristo. La nube probablemente hace referencia a la gloria de su deidad. El arco iris sobre su cabeza, hace recordar el pacto de Dios con Noé. Dios jamás destruirá a la tierra con un diluvio. El rostro como el sol, nos hace pensar en la descripción que el mismo Juan nos da de Jesucristo en Apocalipsis 1:16 cuando dice que su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Sus pies como columnas de fuego nos lleva a meditar en lo que Juan dijo de Jesucristo en Apocalipsis 1:15 que los pies de Jesucristo eran semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno. Por estas similitudes concluimos que este ángel fuerte es Jesucristo, reconociendo a la vez que algunos intérpretes de la Biblia no ven a Jesucristo en este ángel sino al ángel Gabriel o al arcángel Miguel. En segundo lugar, tenemos la postura del portador del librito. Apocalipsis 10:2 dice: “Tenía en su mano un librito abierto, y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra” El ángel fuerte traía en su mano un librito abierto. Más adelante hablaremos acerca de este librito abierto. Pero note la postura de este ángel. Como un coloso de la antigüedad se para con su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra. Es la postura del conquistador tomando posición de su territorio. Los mares del mundo y la tierra del mundo le pertenecen. Pone la planta de sus pies sobre ellos en señal de dominio. Lo ganó al elevado precio de dar su vida en la cruz. Qué consuelo trae al corazón saber que está por llegar el día cuando este mundo que por ahora está bajo el dominio de Satanás, recuperará su libertad por la acción libertadora de Jesucristo el Señor. En tercer lugar tenemos el clamor del portador del librito. Apocalipsis 10: 3-4 dice: “y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces. Cuando los siete truenos emitieron sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.” El ángel fuerte clama a gran voz y Juan lo percibió como si fuera el rugido de un león. Recuerde amable oyente que Jesucristo aparece en Apocalipsis 5:5 como el León de la tribu de Judá. No se sabe qué es lo que dijo el ángel fuerte. Probablemente fue un eufórico grito de triunfo sobre Satanás. Tan pronto el ángel fuerte hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces. Juan entendió perfectamente lo que estos siete truenos dijeron y se aprestaba a escribir lo que escuchó. Cuando estaba en eso Juan oyó una voz del cielo que decía: Sella las cosas que han dicho los siete truenos y no lo escribas. Juan obedeció inmediatamente y ese es el motivo para que ni Usted, ni yo, ni nadie sepa que es lo que esos siete truenos dijeron. Algún día lo sabremos, pero no será mientras estemos a este lado del cielo. Lejos de sentirnos perturbados por este hecho, nuestra confianza en Dios nos lleva a la conclusión que es mejor que no lo sepamos y lo aceptamos de buen agrado. Saber esto es una de las tantas sorpresas que nos aguardan en el futuro. En cuarto lugar encontramos el juramento del portador del librito. Apocalipsis 10:5-7 dice: “Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo, y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.” Tenemos aquí al ángel fuerte haciendo un juramento. El juramento no es otra cosa sino una forma de garantizar que lo que se está diciendo es la verdad. Levantando su mano ante Dios, como lo haría un testigo ante un juez, el ángel fuerte jura por Dios como creador de cielo, tierra y mar y todo lo que en ellos hay, que ha llegado el momento para la consumación del misterio de Dios como él lo ha anunciado a sus siervos los profetas. Esto significa que no demorará la ejecución de los últimos juicios en el Día del Señor. Todo esto fue anunciado en Mateo 24 y 25 por ejemplo y también en varios pasajes del Antiguo Testamento. También es una respuesta a las oraciones de los santos de la tribulación, quienes pidieron a Dios que tome venganza contra los moradores de la tierra por las atrocidades que cometieron contra los santos. La palabra misterio significa encerrar o cerrar. En el Nuevo Testamento, un misterio es una verdad que estaba escondida en la mente de Dios y que en su momento es revelada por Cristo o sus discípulos. En este caso, el misterio tiene que ver con la destrucción de los impíos para establecer un reino de justicia en la tierra con Cristo como Rey de reyes y Señor de señores. Finalmente tenemos la orden del portador del librito. Apocalipsis 10:8-11 dice: “La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Vé y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra. Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel. Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí, y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre. Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.” Luego del juramento del ángel fuerte, Juan oye la misma voz del cielo que le prohibió escribir lo que decían los siete truenos. Esta vez, la voz pide a Juan que se acerque al ángel fuerte que estaba de pie sobre el mar y la tierra y tome el librito que tenía en su mano. Juan obedeció inmediatamente. Se acercó al ángel fuerte y pidió el librito. Me imagino yo que Juan habrá estado disponiéndose a leer el contenido del librito, pero el ángel fuerte pide algo aparentemente inusual. Pide que Juan coma ese librito, alertándole que será dulce como la miel al paladar pero que le amargará el estómago. Juan tomó el librito y lo llevó a la boca. El sabor era dulce como la miel, pero cuando el bocado llegó al estómago, le amargó el vientre. ¿Qué este famoso librito? Bueno, en la Biblia se registra casos en los cuales personajes como Jeremías y Ezequiel comieron la palabra de Dios y el sabor en sus bocas fue dulce como la miel. De aquí se deduce que el librito que Juan acaba de comer también era la palabra de Dios, en la cual, por medio de sus siervos los profetas, Dios ha anunciado lo que va a suceder en la consumación de los tiempos. ¿Pero por qué fue dulce en la boca y amargo en el vientre? Pues porque es grato conocer la voluntad de Dios, pero a la vez produce dolor saber el destino que espera a los impíos durante la tribulación. Tanto es así que el ángel fuerte pide a Juan que profetice otra vez acerca de la gente impía del mundo en la tribulación, sin distinción de personas, tanto gente común, como reyes, tanto naciones como lenguas. Dios es fiel a su palabra, amable oyente. Vale la pena poner atención a lo que ella dice y sobre todo obedecer a lo que ella dice.

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