En medio de la tormenta

17 En medio de la tormenta  (Haz click y descarga el texto)

Dios está en el barco contigo, Él nunca te deja, nunca se olvida de ti, y hoy Él te hace la misma pregunta, sea cual sea tu tormenta, ¿Por qué tienes miedo? ¿No sabes quién soy yo? ¿No sabes que yo te llevaré hasta la otra orilla?

Durante las terribles tormentas que sacuden la noche, cuando gritas en la oscuridad buscando seguridad y socorro, ¿Dónde puedes encontrar seguridad y paz? En este programa el Pastor Ron Moore nos guiará hacia aquel que gobierna las tormentas y tu corazón. Las circunstancias pueden no cambiar, pero finalmente la paz llegará a tu alma.

Vamos a Marcos 4, Jesús estaba en Galilea en la parte norte de Israel, numerosas multitudes lo seguían, y esta vez estaban a la orilla del Mar de Galilea, Jesús tomó una barca y se puso a enseñar desde ahí, la gente se ubicó a orillas del mar para escucharlo, (este no era un bote de remos, era un gran barco de pesca).
En este punto Jesús ya contaba con sus 12 discípulos. Así que, junto al Él, en este barco, estaban 12 hombres adultos. Jesús había estado enseñando durante toda la tarde. Sabemos que él enseñó cuatro parábolas durante el tiempo que estuvo ahí. El escritor del evangelio de Marcos también es llamado Juan. Marcos no fue uno de los 12 discípulos, lo más probable es que lo que escribió, lo escuchó de parte de Pedro quien efectivamente estaba allí con Jesús en el barco. Resulta sorprendente que hoy tengamos tantos detalles de lo que Pedro le dijo a Marcos para esta historia.

Marcos 4:35-36 dice, “Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas”. Pedro quería que sepamos lo que dijo Jesús, “Pasemos al otro lado” no se iban a quedar en la orilla para conseguir más ropa o para buscar alimentos y provisiones, tal como lo hacían tantas otras personas que venían para ver y escuchar las enseñanzas de Jesús.

Aquí están estos 12 hombres, 13 con Jesús, junto a ellos, también están otras embarcaciones. Jesús enseñaba muchas veces en el Mar de Galilea. Ahí se hicieron muchos milagros pues la sede de su ministerio estaba en Capernaúm, esta era la ciudad natal de: Pedro, Santiago, Juan y Andrés, además era la ciudad que Jesús había escogido para vivir por un tiempo.

Jesús dice; “Pasemos al otro lado” pero al otro lado de esta orilla no hay territorio israelita, así que Jesús quiere ir a ese lugar para hablar con las personas que no tienen conocimiento del Antiguo Testamento. El Mar de Galilea en realidad no es un Mar, se lo llama de diferentes maneras en las escrituras, a veces es llamado el Lago de Tiberíades, porque en realidad no es un Mar sino un gran lago de agua dulce, tiene algo así como 13 km de largo y 7 km de ancho, está ubicado a más de 30 km al este del Gran Mar Mediterráneo y a 700 metros por debajo del nivel del mar. En tres lados del lago existen cadenas montañosas, algunas muy altas. Este gran lago contiene aguas tranquilas, de un hermoso color azul. Sin embargo, de vez en cuando, el aire frio se desliza a través de las montañas, baja por los valles, y se dirige directamente hacia el Mar de Galilea, el agua tibia disminuye su temperatura y el aire de las montañas provoca repentinas tormentas. Eso es precisamente lo que sucedió aquella noche.

Mira el verso 37, “Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba”. Un vendaval repentino y un aumento en la velocidad de los vientos, siempre está acompañada de una feroz tormenta llena de truenos, lluvia y relámpagos. Si, está lloviendo y esta tormenta es muy fuerte, los discípulos comenzaron su viaje con aguas tranquilas pero ahora están atrapados en el torbellino de sus vidas, el viento está levantando las olas y el barco se está inundando, ¿Y Jesús? ¿Qué estaba haciendo Jesús?

Leamos el verso 38, “Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal”. En el evangelio de Marcos se nos dice que Jesús es plenamente Dios, pero también quiere que sepamos que era completamente humano, y aquí podemos ver que Jesús estaba agotado. Parece que tan pronto como inicio el viaje Él busco un lugar para descansar y se quedó dormido, profundamente dormido, tan profundo que el soplar de los vientos no lo despertaron, ni el rugir de los relámpagos, ni los potentes truenos. Al parecer esto no le sorprendía para nada.

Todo este tiempo los discípulos estaban luchando por sus vidas en medio de una violenta tormenta, cuatro de ellos eran pescadores profesionales: Pedro Santiago Juan y Andrés. Esta no era su primera tormenta, esta no era la primera vez que experimentaban un vendaval violento en el agua, pero incluso estos veteranos pescadores pensaron que podían morir. Tú sabes que cuando comenzamos a confiar en Jesús las cosas empiezan a cambiar, no es sólo algo que hacemos mecánicamente, al confesarlo con nuestra boca, Él también cambia nuestros corazones y algo sucede en nuestro interior, nuestras cadenas son rotas, la carga desaparece, pero hay creyentes que tienen cierto pensamiento de lo que es la vida cristiana, piensan que su embarcación va a navegar alegremente de aquí para allá. Entonces las tormentas de la vida empiezan a golpear a estos cristianos maduros así como lo hizo el mar con estos pescadores.

Las tormentas de la vida nos golpean fuertemente, cuando menos te lo esperas. Las tormentas vienen y van de diferentes formas, y al igual que los discípulos nos cuesta creer, luchamos por mantener nuestra cabeza en alto, y da lo mismo que sea un nuevo creyente o un cristiano de hace 40 años. A veces, aunque estemos rodeados de mucha gente nos sentimos solos, y pensamos que Jesús está dormido, y empezamos a dudar de su amor y de su cuidado por nosotros. Eso es lo que les paso a los discípulos, mira el verso 38, “Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” la escritura está en plural, así que eran todos los discípulos los que fueron donde Jesús, y si no lo hubieran sacudido posiblemente Él no se hubiera despertado, “Maestro, “¿no tienes cuidado que perecemos?” ¡Haz algo!

Muchos de nosotros en algún punto de nuestras vidas, cuando aprendimos en la escuela dominical acerca de cómo orar, aprendimos esas palabras religiosas y la manera de cómo debemos orar a Dios, pero realmente a veces no abrimos nuestro corazón y no somos honestos con Él, no podemos decirle lo que realmente pensamos y sentimos. Esto sucede porque sabemos que independientemente de lo que sea, Dios ya lo sabe. Pero esto hace que nosotros vivamos alejados de Dios en medio de las tormentas, quiero decir, enfrentémoslo, ¿Quién quiere estar cerca de alguien con quien no podemos ser honestos? Todos tenemos ese amigo al cual le podemos decir con toda sinceridad “estoy pasándola muy mal” “necesito desahogarme con alguien” “Gracias amigo por estar conmigo” Cuando no sentimos que podemos ser honestos con alguien, entonces preferimos mantenernos alejados, y a veces nos enseñan que no podemos ser honestos con Dios pero nada puede estar más lejos de la verdad.

Los discípulos están sacudiendo a Jesús para despertarlo, “¿No tienes cuidado que perecemos?” Mira cómo responde Jesús, verso 39, “Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. La palabra enmudece significa literalmente “estar amordazado” Marcos escribe como si Jesús estuviera reprendiendo a un Monstruo y lo estuviera amordazando ¡cierra la boca! Algunos comentaristas dicen que Jesús estaba hablando a la tormenta como si una fuerza demoníaca hubiera estado empujando los vientos, y podría haber sido el caso, no sabemos la causa de la tormenta. Pero sabemos que la tormenta le obedeció, “Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” Aquí esta una demostración física de que él sostiene todas las cosas.

Ahora mira el verso 40 de Marcos, “Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” ¿Por qué están asustados? ¿Por qué has permitido que el temor gobierne tu corazón? ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Sabes lo que él está diciendo? ¿Todavía no te has dado cuenta de quién soy? Yo estoy contigo en el barco, ¿Te acuerdas lo que dijo cuándo zarparon? “Pasemos al otro lado” ¿No estamos ya en la orilla? “¿Cómo no tenéis fe?” Mira el verso 41, “Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” Los discípulos ahora ya no tienen miedo de la tormenta, ahora tienen temor de Jesús; no un miedo malsano, sino un temor reverente, un temor de adoración, un temor de asombro, “¿Quién es éste?” decían y esta era una pregunta retórica, este hombre es Dios, Dios está con nosotros en el barco, aun el viento y el mar le obedecen, y eso es bueno y este temor es saludable.

¿Sabes que mi amigo? Dios está en el barco contigo, Él nunca te deja, nunca se olvida de ti, y hoy Él te hace la misma pregunta, sea cual sea tu tormenta, ¿Por qué tienes miedo? ¿No sabes quién soy yo? ¿No sabes que yo te llevaré hasta la otra orilla?

Cada evangelio está escrito con un propósito específico, y Marcos está escribiendo su evangelio a los cristianos de Roma que están enfrentando la persecución, y estos relatos tienen la intención de alentarlos para enfrentar algunas tormentas difíciles. Marcos les está diciendo la persecución viene, pero Dios esta con ustedes.

Si pierdes tus bienes materiales, eso es una tormenta, pero no temas, Jesús está contigo, si tienes que enfrentar la muerte no temas, Jesús está contigo, él calma las tormentas, a veces cuando leemos estas historias pensamos automáticamente que al pasar por una tormenta Jesús va a venir y va a solucionar las cosas, “tengo esta enfermedad, Él va a sanarme” “mi matrimonio no está bien, pero yo sé que Él nos va a solucionar las cosas” “la situación en mi trabajo no está bien, pero Él va a solucionar las cosas” muchas veces, no será en el tiempo que tú desees pero ten la plena seguridad que Dios hará siempre lo mejor para ti.

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