La humildad y el servicio

Reciba muchos saludos amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos estudiar la enseñanza del Señor Jesús sobre la humildad y el servicio.

Abramos nuestras Biblias en Juan 13 del 12 al 20. En nuestro último estudio bíblico vimos que mientras el Señor Jesús y sus discípulos estaban cenando en el aposento alto, en la noche que fue entregado por Judas Iscariote, el Señor Jesús se levantó de la cena, se quitó su manto, y tomando una toalla se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Cuando le tocó el turno a Pedro, dijo al Señor Jesús: ¿Tú me lavarás los pies? El Señor Jesús le respondió diciendo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Esta respuesta no fue suficiente para Pedro y dijo al Señor Jesús: No me lavarás los pies jamás. Ante esto, el Señor Jesús dijo a Pedro: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Comprendiendo la importancia de esta declaración, Pedro respondió: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. De todo esto, el Señor Jesús sacó dos lecciones importante. La primera lección tiene que ver con el perdón de Dios al creyente. Cuando un creyente recibe a Cristo como Salvador, es perdonado de todos sus pecados, pasados, presentes y futuros, pero por el hecho que el creyente está todavía en este mundo, se contamina con el pecado y necesita confesar su pecado. En respuesta Dios perdona y limpia, con el propósito que el creyente tenga plena comunión con Dios. La segunda lección es tema de este estudio bíblico. Permítame leer Juan 13:12-17 dice: Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?
Joh 13:13  Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.
Joh 13:14  Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
Joh 13:15  Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.(A)
Joh 13:16  De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor,(B) ni el enviado es mayor que el que le envió.
Joh 13:17  Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Después de haber lavado los pies a los doce apóstoles, incluido Judas Iscariote, quien ya había negociado con los principales sacerdotes y los guardias del templo para entregar al Señor Jesús por treinta piezas de plata, el Señor Jesús tomó su manto, del cual se había despojado para lavar los pies a sus discípulos, y volvió a la mesa donde estaban cenando y tomando la palabra dijo a los apóstoles: ¿Sabéis lo que os he hecho? Es de suponerse que ninguno de los discípulos sabía, de modo que el Señor Jesús procedió a explicar lo que había hecho, al lavar los pies a sus discípulos. En realidad se trató de una lección objetiva. Les dijo: Ustedes me llaman Maestro, y Señor. Esto es un título de altísima dignidad. El Señor Jesús es el Maestro de maestros y además Dios mismo en forma humana, porque esta es la idea prevaleciente en el uso de la palabra Señor. El Señor Jesús reconoce que estos dos títulos le pertenecen legítimamente. Ahora viene lo impactante. Siendo el Señor y el Maestro, el Señor Jesús no pensó que era indigno de él, lavar los pies de sus discípulos. La lección es obvia. Ustedes también que ni de lejos son lo que yo soy, deben lavarse los pies los unos a los otros. Esto no necesariamente es una ordenanza para la iglesia, sino un mandato para que ningún creyente piense que es indigno servir a los demás. Esto tiene que ver con humildad. El mejor ejemplo de humildad es el Señor Jesús, el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Si el Señor Jesús se humilló lavando los pies a sus discípulos, ¿Cómo vamos nosotros los creyentes a pensar que es indigno servir a los demás? Servir no es natural al ser humano. A todos nos gusta ser servidos, pero no nos gusta servir, pero el ejemplo impactante de servicio del Señor Jesús, nos debe motivar a servir a todos, con gozo y con eficacia. Bien se ha dicho por tanto que el que no vive para servir, no sirve para vivir. Y de la misma manera, el que no sirve, no sirve. ¿Lo ve? El que no sirve, no vale nada, o no sirve para nada. Ejemplo os he dado, dijo el Señor Jesús, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. ¿Cuál es la razón para esto? Pues, porque el siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si el Señor Jesús, el Amo, sirvió a sus discípulos, que son sus siervos, con cuanta mayor razón nosotros que no somos ni de lejos como el Amo, debemos servir a otros. Si el Señor Jesús, el que envía, sirvió a sus discípulos que son los enviados, con cuanta mayor razón nosotros, que no somos ni de lejos como el que envía, debemos servir a otros. Servir no es opción para el creyente, amable oyente. Si es creyente, ¿está sirviendo a otros? ¿De qué manera? Si no lo está haciendo, no está siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador. El Señor Jesús termina su explicación diciendo: Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hicieres. Bienaventurado significa super dichoso. Ser super dichoso en la vida no depende de tener gente que nos sirva, sino de tener gente a quien servir. No es fácil, debemos admitirlo, pero eso es lo el Señor Jesús demanda de nosotros. En este punto, el Señor Jesús se refiere específicamente a Judas Iscariote, para evitar que su inminente traición afecte a los otros apóstoles. Note lo que dice Juan 13: 18-20. No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.(C)
Joh 13:19  Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.
Joh 13:20  De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.(D)
El Señor Jesús sabía que no todos los apóstoles iban a ser leales, sino que había uno, Judas Iscariote, quien le iba a entregar. Por eso dijo: No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido. Dentro de los elegidos para ser apóstol estaba Judas Iscariote, pero esto no fue un error del Señor Jesús. Sabiendo lo que iba a hacer Judas Iscariote, en algún momento, el Señor Jesús lo escogió. ¿Para qué? Pues para que se cumpla la Escritura, cuando dice: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar. El calcañar es la parte posterior de la planta del pie. El Señor Jesús citó Salmo 41:9 donde dice: Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía,
Alzó contra mí el calcañar.
Este es un salmo de David. Lo escribió probablemente cuando uno de su absoluta confianza, un consejero suyo, llamado Ahitofel, le traicionó y se alió a Absalón, quien quería usurpar el trono de su padre David. Las palabras de David sobre Ahitofel tuvieron carácter profético, y se cumplieron con la traición de Judas Iscariote. Ahitofel es un símbolo de Judas Iscariote. Ambos fingieron ser parte del grupo, pero en el fondo no lo eran y en algún momento lo manifestaron. Ahitofel traicionó a David y Judas Iscariote traicionó al Señor Jesús. Algo interesante es tanto Ahitofel como Judas Iscariote terminaron su existencia en este mundo, suicidándose. Note también que el Señor Jesús no reveló el nombre de quien estaba por traicionarle. Lo hizo a propósito para que los otros apóstoles no atenten contra la vida de Judas Iscariote. Así es el amor de nuestro amado Salvador. Amó a Judas Iscariote hasta el fin. Todo esto con respecto a Judas Iscariote, pero el Señor Jesús tenía también palabras para los otros apóstoles. Son palabras de ánimo. Les dijo: De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí. Después que el Señor Jesús murió, resucitó y fue ascendido a la gloria de su Padre, reunió a los suyos y los envió en lo que se conoce como la gran comisión. Mateo 28:19-20 dice: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Mat 28:19  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,(B) bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
Mat 28:20  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
De esta manera fueron enviados por el Señor Jesús. Los enviados tenían la absoluta garantía de que todos aquellos que los reciban en realidad estarán recibiendo al Señor Jesús, y de la misma manera, todos aquellos que les rechacen, estarán rechazando al Señor Jesús. Esto se cumple también con nosotros los creyentes, cuando testificamos de Cristo a alguna persona incrédula. Si recibe la palabra, está recibiendo a Cristo, no a nosotros, y si rechaza la palabra, está rechazando a Cristo, no a nosotros. Pero el Señor Jesús también dijo que el que recibe al Señor Jesús, recibe a quien le envió, esto es a Dios el Padre. Una vez más se nota que todo lo que es el Señor Jesús es también el Padre y todo lo que es el Padre es también el Señor Jesús. Recibir al Señor Jesús es recibir al Padre, rechazar al Señor Jesús es rechazar al Padre. Judas Iscariote estaba todavía sentado a la mesa con el Señor Jesús y los demás apóstoles. El día anterior se había puesto de acuerdo con los principales sacerdotes y con los jefes de la guardia del templo, sobre como le entregaría a cambio de treinta piezas de plata. Dentro de poco no soportará más seguir fingiendo y tomará la decisión de salir para consumar la traición, pero esto será tema de nuestro próximo estudio bíblico.

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