La realización misma del milagro

Reciba cordiales saludos amiga, amigo oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. Seguimos en el capítulo 11, el cual tiene que ver con la resurrección de Lázaro. Antes de realizar el milagro de resucitar a Lázaro, el Señor Jesús trató con sus discípulos, después con Marta, hermana de Lázaro. En esta oportunidad veremos como fue el encuentro con María, la otra hermana de Lázaro, y la realización misma del milagro.

Abramos nuestras Biblias en Juan 11:28-44. Luego de su significativa confesión en cuanto a que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido al mundo, Marta, la hermana del difunto Lázaro, volvió a su casa en donde había dejado a su hermana María. Juan lo relata de la siguiente manera, en el versículo 28: Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
Entrando en su casa, Marta llama a su hermana María y le dice en secreto: El Maestro está aquí y te llama. En el pasaje bíblico anterior vimos que algunos judíos habían venido de Jerusalén al hogar de Marta y María en Betania para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Marta y María sabían que no mucho antes, los judíos habían intentado aprehender al Señor Jesús para apedrearle. Esto explicaría la razón para que Marta llame a María en secreto, para informarle que el Maestro, el Señor Jesús estaba en algún lugar cercano a Betania. Veamos lo que hizo entonces María. Juan 11:29-30 dice: Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
Joh 11:30  Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
Después de cuatro largos y tristes días, finalmente llegó el momento que María tanto había esperado, la llegada del Señor Jesús. Cuando supo, se dio prisa para levantarse e ir hacia él. Como testigo presencial de todas estas cosas, Juan menciona que hasta este instante el Señor Jesús no había entrado todavía en la aldea de Betania, sino que estaba en algún lugar muy cercano, el mismo lugar donde se encontró con Marta. Los judíos que estaban en la casa de Marta y María, hicieron sus propias conjeturas cuando vieron a María salir a prisa de su casa. Juan 11:31 dice: Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
El corazón de María estaba destrozado por el dolor debido a la muerte de su hermano, y tal vez en algún momento durante esos cuatro días, había salido de prisa a llorar ante la tumba de su hermano, pero esta vez, María tenía mejores razones para salir de prisa de su casa. Era para encontrarse con el objeto de su devoción: La persona del Señor Jesús. Note como fue su encuentro con él. Juan 11:32-35 dice: María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Joh 11:33  Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,
Joh 11:34  y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
Joh 11:35  Jesús lloró.
Al estar cara a cara con el Señor Jesús, María hizo lo único que cabe hacer al estar ante una persona tan gloriosa. Se postró a sus pies. Le animo a examinar las ocasiones en las cuales el Nuevo Testamento menciona a María. Son tres ocasiones. En cada una de estas tres ocasiones, María aparece a los pies del Señor Jesús. La primera vez, oyendo su palabra. La segunda vez buscando consuelo para su dolor por la muerte de su hermano. La tercera vez ungiendo al Señor con perfume y enjugando sus pies con sus cabellos. De modo que, postrada a los pies del Señor Jesús, María abre su corazón adolorido al Señor. Al igual que su hermana Marta, María dice al Señor: Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Estas no son palabras para recriminar, sino palabras para confirmar la fe en el Señor Jesús. Con esas palabras, María en realidad está diciendo: Tu tienes poder sobre cualquier enfermedad. Si hubieras estado aquí cuando mi hermano Lázaro cayó enfermo, le hubieras sanado. La escena debe haber sido conmovedora. Juan dice que el Señor Jesús se estremeció en espíritu y se conmovió al ver llorando a María y también al ver llorando a los judíos que le acompañaban. Cuando Juan habla de que los judíos estaban llorando, no se refiere a que estaban derramando lágrimas en silencio, sino a hacer gran lamento, como era típico en los judíos aquel tiempo. Conmovido en espíritu, el Señor Jesús preguntó a la gente: ¿Dónde le pusisteis? Estaba preguntado acerca del lugar donde estaba el sepulcro con los restos mortales de su amigo Lázaro. La gente le dijo: Señor, ven y ve. Al estar frente a la tumba, o en otras palabras frente a frente con la muerte, el Señor Jesús lloró. Juan 11:35 es el versículo más corto de la Biblia. Jesús lloró. Solamente dos palabras. ¿Por qué lloró? Son varias las razones. Primero porque era totalmente humano y totalmente divino. Como humano, experimentaba lo mismo que todo humano experimenta cuando muere algún ser querido. Segundo, para identificarse en el dolor con las personas que tanto amaba, es decir Marta y María. Tercero, para manifestar lo trágico de la consecuencia del pecado. La muerte en general entró en el mundo por el pecado del hombre, trayendo angustia y dolor. Llorando, el Señor Jesús manifestó lo horrendo del postrer enemigo, la muerte. La nota discordante lo pusieron algunos judíos que estaban presentes. Note lo que dice Juan 11:36-37 dice: Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
Joh 11:37  Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
Al ver llorar al Señor Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro, los judíos reconocieron lo mucho que el Señor Jesús amaba a Lázaro. Lamentablemente algunos de ellos ofendieron al Señor Jesús cuando hicieron la pregunta: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera? Estas son palabras de reproche que resultan de la incredulidad de estos judíos. Acto seguido ocurrió el sorprendente milagro. Juan 11:38-44 dice: Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
Joh 11:39  Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
Joh 11:40  Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
Joh 11:41  Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
Joh 11:42  Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Joh 11:43  Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
Joh 11:44  Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
Conmovido una vez más en espíritu, el Señor Jesús se acercó al sepulcro donde estaban los restos mortales de Lázaro. En aquellos tiempos se sepultaba en cuevas cavadas en las peñas y una vez que se colocaba el cadáver en su interior, se sellaba la entrada de la cueva con una gran piedra. Fue así como el Señor Jesús ordenó a la gente que quite la piedra que bloqueaba la entrada al sepulcro. Esto lo pudo haber hecho el Señor Jesús con su divino poder, pero no lo hizo, porque era algo que podía hacer la gente que allí estaba. Dios hace lo que nosotros no podemos hacer, pero espera que hagamos lo que nosotros podemos hacer. Cuando la gente se dispuso a quitar la piedra, Marta reflexionó en el hecho que los restos mortales de Lázaro deben estar en avanzado estado de descomposición porque ya habían estado allí por cuatro días. Marta tenía fe, pero su fe necesitaba aumentar. El Señor Jesús le exhortó por tanto diciéndole: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Creer para ver, amable oyente. Una vez removida la piedra de la cueva donde estaba el cadáver de Lázaro, el Señor Jesús alzó sus ojos a lo alto, expresión que significa que se dirigió en oración a su Padre celestial. Su oración comenzó con agradecimiento a Dios por haberle oído. Él sabía que Dios siempre le oye, pero lo dijo para beneficio de la multitud que estaba presente, para que crean que él ha sido enviado de Dios. Al terminar de orar exclamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Al instante, el que había muerto salió atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Milagro de milagros. La única vez que alguien resucita a alguien que ha estado muerto por cuatro días. Es el poder de Aquel que es la resurrección y la vida. Una vez que Lázaro estuvo fuera de la tumba, el Señor Jesús ordenó a la gente que le desaten y lo dejen ir. La gente tenía más evidencia para reconocer que el Señor Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo en él tengan vida en su nombre. Lamentablemente, ni este espectacular milagro hizo que los judíos cambien de opinión en cuanto al Señor Jesús, de modo que perseveraban en su deseo de matarlo, lo cual será tema de nuestro próximo estudio bíblico. El Señor Jesús es la resurrección y la vida. ¿Ha creído en él, amable oyente? Si su respuesta es afirmativa, ¿Lo ha recibido como su Salvador? Si no lo ha hecho todavía, hoy mismo hágalo, para que tenga vida eterna en su nombre y como Lázaro, también experimente el poder del Señor Jesús cuando resucite de los muertos.

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