Los judíos recriminando al hombre sanado

Qué gozo saludarle amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico en el evangelio según Juan. En nuestro último estudio bíblico vimos al Señor Jesús sanando a un hombre en un día de reposo. Esto desencadenó un feroz rechazo por parte de los líderes judíos. Veamos pues cómo sucedió.

Abramos nuestras Biblias en Juan 5:10-18. Para poner en su contexto este pasaje bíblico, es necesario recordar que estando en Jerusalén, el Señor Jesús fue al estanque llamado Betesda, el cual tenía cinco pórticos en los cuales se alojaba una multitud expectante de enfermos, cojos, ciegos y paralíticos. Todos estaban con sus ojos fijos sobre el estanque, porque un ángel descendía de tiempo en tiempo y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Inmóvil en su lecho estaba un hombre que por treinta y ocho años padecía de una enfermedad. Dada su condición y la forma como se operaba la sanidad en aquel lugar, era imposible que este desdichado hombre logre sanidad. El Señor Jesús se fijó en este hombre y le preguntó: ¿Quieres ser sano? La mente del hombre enfermo no pensaba en otra cosa sino en la imposibilidad de llegar primero al estanque y por tanto respondió al Señor Jesús: No tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Como humano que era, lo único que podía mirar era su lamentable situación. Sin más, el Señor Jesús ordenó al enfermo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Al instante el hombre se incorporó, recogió su lecho, y se fue caminando. La palabra del Señor Jesús sanó al enfermo totalmente e instantáneamente. Todo esto aconteció en un día de reposo. Es en este punto donde se inscribe el pasaje bíblico que vamos a estudiar. Lo primero que notamos es a los judíos recriminando al hombre sanado. Juan 5:18 dice: Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo;[b] no te es lícito llevar tu lecho.

El hombre que había estado enfermo por treinta y ocho años y ahora estaba sano y bueno y salió del estanque de Betesda caminando con su lecho a cuestas. Cuando le vieron los judíos, esto es, los líderes de Israel, el sanedrín, no dijeron nada sobre el asombroso milagro que se había operado en el hombre, sino recriminaron al hombre por llevar a cuestas su lecho en día de reposo. Esto es inaudito. No les causó ningún impacto ver a un hombre sano de una manera milagrosa, pero les causó gran impacto ver que este hombre, según ellos, estaba quebrantando la ley del día de reposo. Así opera la hipocresía religiosa. No le importa en absoluto la gente sino que se cumpla con el rito religioso. La ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés, ciertamente impedía hacer obra alguna en día de reposo, pero no detallaba con precisión a qué se refería eso de obra alguna, porque ciertamente algunas obras no se podían dejar de hacer aun en día de reposo, como comer, por ejemplo. Por esto la tradición judía determinó treinta y nueve actividades que no se podía hacer en día de reposo, entre las cuales estaba trasladar cosas de un lugar a otro. Pero esto no era algo que Dios ordenó sino algo que los hombres ordenaron. A esta ley de hombres es a la que apelaron los judíos que recriminaron al hombre que había sido sanado por el Señor Jesús. Veamos cuál fue la respuesta del hombre a los judíos que le recriminaron. Juan 5:11-13 dice: El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

Joh 5:12  Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?

Joh 5:13  Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

El hombre sanado no había hecho nada de qué avergonzarse, así que simplemente respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. La respuesta del hombre sanado implica que reconocía que quien le sanó debe ser Dios mismo o alguien enviado por Dios, para haber hecho semejante milagro y por tanto tenía autoridad para ordenar lo que quisiera, aún cuando eso vaya en contra de la ley que los judíos tanto defendían. Esto debió haber enfurecido a los judíos. Por eso preguntaron con avidez al hombre sanado: ¿Quién es el que se atrevió a ordenarte que tomes tu lecho y andes? Sentían que su autoridad estaba siendo desafiada. Entonces el hombre sanado debe haber examinado a la multitud que estaba en el estanque para identificar a quien le sanó, porque no sabía su nombre, pero no lo encontró, porque el Señor Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Para entonces, los judíos deben haber estado no solamente furiosos, sino también ansiosos por saber quien había hecho esto. Por su lado, el hombre sanado simplemente siguió su camino. A continuación tenemos el encuentro entre el hombre sanado y su Sanador. Juan 5:14 dice: Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.

No se puede saber con precisión cuanto tiempo habrá transcurrido entre el momento que el hombre fue sanado en el estanque y el momento que entró al templo de Jerusalén. No debe haber pasado mucho tiempo porque seguramente el hombre ya sano habrá querido ir al templo de Jerusalén para agradecer a Dios por el milagro recibido. Cuánta habrá sido la sorpresa de este hombre al reconocer allí en el templo de Jerusalén a quien le había sanado en el estanque. El Señor Jesús le dirigió la palabra y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. Por lo que el Señor Jesús dijo al hombre, parece que el problema de salud que había afligido a este hombre por treinta y ocho años fue a causa de algún pecado que había cometido. Por eso el Señor Jesús le dijo: No peques más. A veces la enfermedad puede ser resultado de haber cometido algún pecado, pero no siempre. A veces la enfermedad ocurre como una prueba enviada por Dios y otras veces la enfermedad es la oportunidad que Dios crea para mostrar su poder para sanar. Jamás debemos apresurarnos a afirmar que tal o cual persona está enferma porque debe haber cometido algún pecado. Sólo Dios puede saber con precisión. El Señor Jesús relaciona la enfermedad de este hombre con el pecado, porque Él es Dios. Inclusive el Señor Jesús advierte a este hombre en el sentido que si sigue pecando le puede venir algo peor a la enfermedad de la cual había sido sanado. Finalmente, tenemos el rechazo de los judíos al Señor Jesús. Juan 5:15-18 dice: El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.

Joh 5:16  Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo.[c]

Joh 5:17  Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

Joh 5:18  Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo,[d] sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

Ahora el hombre sanado sabía que quien le sanó era el Señor Jesús. Por el hecho que sabía que los judíos estaban ansiosos por saber quien le había sanado, fue a ellos y les dio aviso que el Señor Jesús le había sanado. Esto no se debe interpretar en el sentido que el hombre sanado estaba entregando a traición al Señor Jesús. El enfermo sanado no sabía en absoluto que los judíos estaban en contra del Señor Jesús. En todo caso, ahora que los judíos sabían que había sido el Señor Jesús quien había ordenado al hombre sanado que se levante, tome su lecho y ande, comenzaron a perseguir al Señor Jesús para matarle, porque así se castigaba a los que desobedecían la ley en cuanto al día de reposo. Cuando el Señor Jesús supo que los judíos le perseguían para matarle, no huyó sino que los enfrentó. Simplemente les dijo: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Interesante. ¿Qué quiso decir el Señor Jesús con estas palabras? Pues dos cosas importantes. La primera, que Él es Dios. Al hablar de Dios y decir: Mi Padre, está identificándose como Hijo de Dios, o como Dios mismo. Así lo entendieron los judíos y por eso Juan dice que aun más procuraban matarle. La acusación contra el Señor Jesús, ya no era sólo porque quebrantaba la ley del día de reposo, sino por la blasfemia, según ellos, cuando el Señor Jesús dijo que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. La segunda, que Él hace lo mismo que hace su Padre. Desde que el hombre cayó en pecado, Dios el Padre jamás ha reposado en su búsqueda de pecadores para ofrecerles perdón de pecados y por tanto, el Señor Jesús, como Hijo de Dios, también jamás reposa en su búsqueda de pecadores para ofrecerles perdón de pecados. Los judíos que escucharon estas cosas deben haber estado hirviendo de furia. Pero el Señor Jesús tenía más cosas para decirles, pero eso será tema de nuestros próximos estudios bíblicos.

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