El discurso profético del Señor Jesús

Reciba cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En esta oportunidad vamos a iniciar el estudio del discurso profético del Señor Jesús que registra Lucas en su evangelio.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 21:5-19. Lo primero con lo que vamos a encontrarnos es con lo que motivó al Señor Jesús a pronunciar este sermón. Se encuentra en Lucas 21:5-19. La Biblia dice: “Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida” No olvide amable oyente que este episodio de la vida del Señor Jesús, ocurrió en el templo de Jerusalén, durante la semana en la cual se celebraba la fiesta judía de la Pascua. Esta era una de las tres fiestas a la cual los judíos estaban obligados por la ley a estar en Jerusalén. Por este motivo, por un lado debe haber habido muchísima gente en Jerusalén, y por otro lado, tanto la ciudad como el templo deben haber estado luciendo sus mejores galas. Es así como la gente se admiraba de la belleza y majestuosidad del templo de Jerusalén. Razón tenían, puesto que era una verdadera joya arquitectónica. Fue construido por Herodes el Grande, el patriarca de la dinastía Herodiana. Herodes el Grande comenzó a construir este templo en el año 20 AC, derribando el Templo que Zorobabel había construido en el año 516 AC. El templo se terminó de construir en el año 25 DC, esto es, bastante tiempo después de la muerte de Herodes el Grande. Es decir que el templo no tenía sino unos ocho años de uso cuando ocurrió este episodio. Como estaba por celebrarse la fiesta de la Pascua, los judíos llevaban ofrendas votivas, que no sólo consistían en dinero sino también en adornos para embellecer aun más el templo. Al oír las exclamaciones de asombro de la gente el Señor Jesús anuncia que van a venir días en los cuales no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida. Imagine cuál habrá sido la sorpresa de la gente al oír esta fatídica profecía del Señor Jesús. Su profecía guardaba relación con lo que ya había profetizado anteriormente cuando con lágrimas en sus ojos anunció que vendrán días sobre Jerusalén cuando sus enemigos la rodearán con vallado y le sitiarán y le derribarán a tierra. No sólo la ciudad iba a ser destruida sino también su templo. El anuncio profético sobre la inminente destrucción de la ciudad y del templo deben haber puesto enorme inquietud en la mente de sus discípulos. Es así como le hicieron un par de preguntas que Lucas registra en el versículo 7. Lucas 21:7 dice: “Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿Cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén por suceder?” Estas dos preguntas fueron las que motivaron al Señor Jesús a pronunciar el discurso que anuncia de antemano lo que está por suceder no sólo con la nación de Israel sino con la humanidad entera. En los versículos 8 a 19 del capítulo 21 de Lucas, se describe lo que va a suceder en la primera mitad de un periodo todavía futuro que dura siete años, conocido como la tribulación. Note lo que dice: “Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos. Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” Hablando de las características de la primera mitad de la tribulación, habrá notado amable oyente, que habla de engañadores que dicen que ellos son el Cristo, habla de guerras y sediciones, habla de naciones que se levantan contra otras naciones y de reinos que se levantan contra otros reinos, habla de grandes terremotos en diferentes lugares, habla de pestilencias o enfermedades, habla de cosas que infunden terror, habla de señales del cielo, habla de persecución de las autoridades, habla de persecución de miembros de la propia familia y habla de odio por causa de Cristo. Tal vez alguien podría decir, pero todas estas cosas ya están aconteciendo en el mundo. Así es amable oyente. Más aún, todas estas cosas han estado sucediendo prácticamente desde que nació la iglesia de Cristo. Esto es así. Pero algo que no se puede dejar pasar por alto, es el hecho que aunque todas estas cosas han estado sucediendo en el mundo, la intensidad y la frecuencia de ocurrencia van en aumento constante a medida que pasa el tiempo, y llegarán a su punto máximo durante esos tres años y medio de tribulación. Siempre ha habido engañadores que dicen ser el Cristo y hasta dicen ser el Anticristo, pero nunca tantos como en la primera mitad de la tribulación. Siempre ha habido guerras y sediciones, pero nunca tantas como en la primera mitad de la tribulación. Siempre ha habido naciones que se levantan contra otras naciones y reinos que se levantan contra otros reinos, pero nunca tanto como en la primera mitad de la tribulación. Siempre ha habido terremotos, pero nunca tantos, en tantos lugares y tan fuertes como en la primera mitad de la tribulación. Siempre ha habido hambruna en algunos lugares en el mundo, pero nunca tanto como en la primera mitad de la tribulación. Siempre ha habido pestilencias o enfermedades, pero nunca tanto como en la primera mitad de la tribulación. Siempre ha habido cosas que infunden terror, pero nunca tanto como en la primera mitad de la tribulación. Siempre ha habido persecución contra los que procuramos seguir y servir a Cristo, a veces de personas en autoridad, otras veces de personas de la misma familia, pero nunca como en la primera mitad de la tribulación. Todo lo que está pasando hoy en día, en cuanto a estas cosas, es comparable a un volcán que está próximo a erupcionar. La presión de la lava y los gases incandescentes va en constante aumento, hasta que llega el momento de la erupción, cuando estalla todo. Igual es en el campo espiritual. La presión va en aumento. La erupción ocurrirá cuando se inicie la tribulación. Cuando una persona que no conoce mucho de la palabra del Señor escucha estas cosas por primera vez, se asusta, cierra la Biblia y trata de sacar de su mente lo que leyó. Bueno, si la persona no es creyente, tiene razón para asustarse sobremanera, porque perfectamente puede ser parte de todo lo que va a ocurrir en la tribulación. Pero los que somos creyentes, por haber recibido a Cristo como nuestro Salvador, no tenemos motivo alguno para asustarnos por las cosas que van a pasar durante la tribulación. ¿Sabe por qué? Pues, porque los creyentes no vamos a estar en el mundo durante la tribulación. El Nuevo Testamento garantiza a los creyentes que vamos a ser sacados de este mundo antes que comience la tribulación, en un evento que se conoce como el arrebatamiento de la iglesia. Los creyentes ciertamente tenemos que soportar las cosas que están sucediendo en este mundo en la actualidad, pero no vamos a estar en este mundo cuando el volcán erupcione. Algo digno de notar es lo que el Señor Jesús dice en cuanto a los creyentes que van a ser arrastrados a los tribunales por la causa de Cristo. No tienen que preocuparse por la manera como se van a defender. Dios mismo les va a dar palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. ¿No le parece maravilloso? Sí, es posible que algunos creyentes terminen como mártires, como aconteció en el primer siglo, y como todavía sucede en algunas partes en este mundo, pero nada acontece sin el permiso de nuestro Soberano Dios. Tanto es así, que si Él lo decide, ni un cabello de nuestra cabeza perecerá. Así de grandioso es nuestro buen Dios. A Él sea toda la honra y la gloria.

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