La parábola del buen samaritano

Que gozo saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Lucas. En esta ocasión vamos a estudiar la parábola del buen samaritano.

Abramos nuestras Biblias en Lucas 10:25-37. Este pasaje bíblico tiene que ver con la parábola del buen samaritano. Lo primero que notamos es lo que motivó al Señor Jesús a pronunciar esta parábola. Lucas 10:25 dice: Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle:(N) Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
Se trata de un intérprete de la ley, es decir de un judío que era considerado como un experto en el conocimiento de la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés. Este intérprete de la ley se aproximó al Señor Jesús y le hizo una pregunta. Le dijo: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? La pregunta era muy legítima, pero la motivación para hacerla, por parte del intérprete de la ley, no era en absoluto legítima. El intérprete de la ley hizo esta pregunta al Señor Jesús para probarle, me imagino para encontrar algo para acusar al Señor Jesús. Veamos cuál fue la respuesta del Señor Jesús. Lucas 10:26 dice: El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
El Señor Jesús respondió con una pregunta al intérprete de la ley. ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Al hacer referencia a la ley, la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés, el Señor Jesús no estaba insinuando que por cumplir con lo que dice la ley un pecador se puede salvar. La Biblia dice que la ley fue dada para que el hombre pecador sepa que es imposible cumplir con las demandas de Dios para ser salvo. Lo que el Señor Jesús dijo al intérprete de la ley es: Tú, que eres experto en la ley, deberías saber lo que la ley demanda para que un hombre pecador herede la vida eterna. ¿Cómo lees? Veamos ahora cuál fue la respuesta del intérprete de la ley a la pregunta del Señor Jesús. Lucas 10:27 dice: Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente;(O) y a tu prójimo como a ti mismo.(P)
El intérprete de la ley honró su oficio. Conocía muy bien la ley y por tanto citó lo que es la esencia misma de toda la ley. La ley se resume en esa declaración: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo. Note la respuesta que le dio el Señor Jesús. Se encuentra en Lucas 10:28. La Biblia dice: Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.(Q)
El Señor Jesús estuvo absolutamente de acuerdo con la respuesta del intérprete de la ley, por eso le dijo: Bien has respondido. Pero el gran problema del intérprete de la ley es que estaba convencido que estaba cumpliendo con lo que acababa de decir, pero la triste realidad es que no era así. El intérprete de la ley trata entonces de rebatir la orden del Señor Jesús cuando le dijo: Haz esto, y vivirás, y responde lo que tenemos en Lucas 10:29. La Biblia dice: Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Note que el intérprete de la ley se sentía justo, sinceramente pensaba que el Señor Jesús estaba equivocado cuando le dijo: Haz esto, y vivirás. Por eso el texto dice que queriendo justificarse a sí mismo, preguntó al Señor Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? La manera de pensar de los intérpretes de la ley, y de los fariseos en general, era que el prójimo de los judíos era solamente una persona justa igual a ellos, de modo que los pecadores, publicanos, prostitutas, gentiles y en especial los samaritanos debían ser odiados. No olvide que los samaritanos eran una raza mezclada. Se originaron cuando las diez tribus del norte fueron conquistadas por el imperio Asirio. Los asirios trajeron gente de lugares distantes a vivir en el territorio que originalmente ocupaban las diez tribus del norte y como resultado se unieron a hombres y mujeres judíos. Sus descendientes eran una mezcla de judío con gentil, algo despreciable para los judíos. Inclusive los samaritanos tenían su propio lugar de adoración, en el monte Gerizim. Lo que es el templo de Jerusalén era para los judíos, era el templo en Gerizim para los samaritanos. Aquí es donde el Señor Jesús va a poner su dedo sobre la llaga, haciendo obvio lo que al intérprete de la ley le estaba faltando. La parábola que relató el Señor Jesús tiene como propósito mostrar al intérprete de la ley y por medio de él, a todos nosotros, que el amor a Dios se debe manifestar en el amor al prójimo, independientemente de quien sea. Note la parábola: Lucas 10:30-35 dice: Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Luk 10:31  Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
Luk 10:32  Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Luk 10:33  Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
Luk 10:34  y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Luk 10:35  Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
Jericó se encontraba a unos 27 Km de Jerusalén y a unos mil metros menos en altitud. El camino era angosto, lleno de curvas y de cuevas, lo cual revestía gran peligro para los viajeros. El hombre de la parábola, a todas luces, un judío, descendía por este tortuoso sendero cuando cayó en manos de ladrones, quienes le quitaron todo lo de valor, lo hirieron y huyeron dejándolo medio muerto a la vera del camino. Tiempo después bajó por ese camino un sacerdote, judío respetable, el cual, cuando vio al herido no hizo nada sino que pasó de largo. Las razones para no hacer nada pudieron haber sido muchas, pero en último término, no hizo nada. Más tarde, bajó por el mismo camino un levita, quien era judío, y servía en el templo de Jerusalén, él también cuando vio al herido no hizo nada sino que pasó de largo. Él también debió haber tenido buenas razones para no hacer nada, pero al igual que el sacerdote, en último término no hizo nada. Pero después bajó por aquel camino un samaritano. Cuando vio al herido, no le preguntó si era o no judío, sino que simplemente se acercó y dice el texto que fue movido a misericordia. Aquí está la clave de la parábola. A diferencia del sacerdote y el levita, los cuales, al ver al herido pasaron de largo, el samaritano fue movido a misericordia. Pero no se trató sólo de una emoción pasajera. La misericordia se transformó en ayuda práctica. El samaritano vendó las heridas del hombre, echándoles aceite y vino, la forma de aliviar y evitar infecciones en aquel tiempo, y no sólo eso, sino que lo puso en su cabalgadura y lo llevó al mesón, o al lugar donde se hospedaban los viajeros. Allí en el mesón se quedó cuidando del herido. Al siguiente día, habló con el dueño del mesón, y le dijo: Aquí tienes dos denarios, cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. El denario era la paga normal por un día de trabajo. Notable manifestación de misericordia por parte del samaritano. El intérprete de la ley debe haber estado extasiado escuchando la manera maravillosa que el Señor Jesús relató esta parábola. Llegó el momento para que el Señor Jesús muestre la aplicación de la parábola. Lo hizo mediante una pregunta al intérprete de la ley. Note lo que dice Lucas 10:36-37 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Luk 10:37  El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú lo mismo.
La pregunta era clara y directa. De los tres hombres de la parábola, sólo uno actuó como prójimo del hombre herido por los ladrones. ¿Quién fue? El intérprete de la ley sabía quien, pero ni siquiera quería usar la palabra samaritano, sino que dijo: El que usó de misericordia con el herido. Esta respuesta, honesta por supuesto, incriminó al intérprete de la ley. Si un samaritano, despreciado por los judíos, demostró por medio de su acción misericordiosa con el herido, que era prójimo del herido, a pesar que el herido era judío, entonces el intérprete de la ley estaba totalmente errado al pensar que no debía amar a los samaritanos, porque no les consideraba como prójimos. El Señor Jesús estaba quitando la máscara de justicia del intérprete de la ley, la cual escondía la bajeza de su carácter. Por eso terminó diciéndole: Vé, y haz tú lo mismo. No es posible decir que amamos a Dios y al mismo tiempo odiamos a los que consideramos que no están a nuestro nivel. Aprendamos de esta parábola que el genuino amor a Dios se debe manifestar en un genuino amor al prójimo.

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