Profundo amor que el Señor Jesús tiene hacia el pueblo de Israel

Cordiales saludos amable oyente. Soy David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. En esta oportunidad vamos a dar una mirada al profundo amor que el Señor Jesús tiene hacia el pueblo de Israel y la ciudad de Jerusalén.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Lucas 13:31-35. Lo primero que vamos a notar es la intimidación al Señor Jesús. Lucas 13:31 dice:  Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
Como antecedente, el Señor Jesús y sus discípulos se encontraban en la región de Perea, en su camino hacia Jerusalén, en donde el Señor Jesús iba a ser crucificado. Perea estaba gobernada por un corrupto y sanguinario personaje, quien se llamaba Herodes Antipas, uno de los hijos del igualmente corrupto y sanguinario personaje, Herodes el grande. De tal palo tal astilla. Herodes Antipas fue educado en Roma y obtuvo de Augusto el gobierno de Galilea y de Perea con el título de tetrarca. Antipas significa retrato del padre. De aquí se deduce que debe haber sido muy parecido a su padre, Herodes el grande, tanto físicamente como moralmente. Se casó primeramente con una hija de Aretas IV, rey de los nabateos, pero se divorció de ella para convivir con su sobrina, Herodías, quien a su vez se separó de Herodes Felipe, medio hermano de Herodes Antipas, para unirse a Herodes Antipas. El nombre de Herodes Antipas aparece en varios pasajes de los Evangelios, por cuanto casi la totalidad de su gobierno coincidió con la vida del Señor Jesús. A pesar de su indiferencia religiosa, Herodes Antipas procuraba agradar a los judíos peregrinando a Jerusalén en la Pascua e intercediendo ante Pilato a favor de los judíos. Entre sus desatinos está el hacer decapitar a Juan el Bautista, quien le amonestaba por su relación inmoral con Herodías. Suficiente para saber que Herodes Antipas no era precisamente un dechado de virtudes. Volviendo a nuestro texto, los fariseos deben haber salido de Jerusalén y deben haber viajado a Perea con el propósito de intimidar al Señor Jesús diciéndole: Sal de aquí, porque Herodes, se entiende Herodes Antipas, te quiere matar. En esto se refleja el carácter hipócrita de estos fariseos, en realidad eran ellos quienes querían matar al Señor Jesús, pero para no mostrarse tal cual como eran, tomaron el nombre de Herodes Antipas, para decir: Herodes Antipas te quiere matar. Sin embargo, es muy posible que en realidad Herodes Antipas se haya confabulado con estos fariseos para matar al Señor Jesús, pero los fariseos querían que este hecho tenga lugar en la ciudad de Jerusalén, no en Perea. Lo que no sabían los fariseos es que el Señor Jesús, por ser Dios en forma humana, sabía a la perfección la verdadera motivación de estos fariseos para intimidarle diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. Veamos cual fue la reacción del Señor Jesús ante la intimidación de los fariseos. Lucas 13:32-33 dice: Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.
Luk 13:33  Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
Si hubo complot entre los fariseos y Herodes Antipas, el Señor Jesús está desvelando el complot. El Señor Jesús ordenó a los fariseos que vayan a su socio, Herodes Antipas, con un claro mensaje de parte de él. El Señor Jesús se refirió a Herodes Antipas como una zorra. No se asuste amigo oyente. No es un insulto proviniendo del Dios hombre, el Señor Jesús. El Señor Jesús simplemente estaba poniendo de manifiesto el carácter perverso de Herodes Antipas. Los judíos consideraban a los zorros como animales inmundos y por tanto los despreciaban, más aun si era una zorra. Al referirse a Herodes Antipas como una zorra, el Señor Jesús estaba diciendo: El carácter de Herodes Antipas es de lo peor, debería ser una vergüenza para usted fariseos, que se consideran justos a ustedes mismos, tener tratos con alguien cuyo carácter es comparable a una zorra. El mensaje que los fariseos debían dar a Herodes Antipas es: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. Esto es para afirmar que todo lo que hacía el Señor Jesús etaba absolutamente predeterminado por su Padre celestial. Por tanto, el Señor Jesús no tenía que preocuparse en absoluto en cuanto a que a lo mejor suceda algo fuera de lo planificado y Herodes Antipas acabe con él en Perea. El Señor Jesús vivía en tal dependencia de su Padre, que no podía de ninguna ser intimidado por nadie. Dentro de esto, el Señor Jesús sabía de antemano que iba a morir en Jerusalén no en Perea. Sabía que iba a ser crucificado no asesinado por Herodes Antipas. Sabía que su muerte iba a suceder durante la Pascua, ni un segundo antes, ni un segundo después. Mal hacían entonces los fariseos diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. La seguridad que tenía el Señor Jesús en cuanto a su vida, la deberíamos tener también nosotros. Nuestro Padre celestial está en control de todo lo que nos pasa. Esta forma de pensar nos debe impulsar a vivir en paz y quietud, sin las preocupaciones por el futuro. Así que, el Señor Jesús podía seguir en Perea echando fuera demonios y sanando a la gente ese día, y el día siguiente y el tercer día, porque eso es la voluntad de su Padre. Lo único que tenía que hacer el Señor Jesús, es seguir su camino delineado por su Padre, tanto en ese día, como en el día siguiente y como en el tercer día, así por el estilo hasta que finalmente llegue a Jerusalén, porque tenía que morir en Jerusalén. Jerusalén tenía la fama de ser la ciudad en la cual habían muerto muchos profetas. Con el Señor Jesús, el profeta por excelencia, no podía ser diferente. No es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén, dijo el Señor Jesús. A partir de este momento, la ciudad de Jerusalén llega a ser el centro del pensamiento del Señor Jesús, y se conmueve en su espíritu. Note lo que dice Lucas 13:34-35. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
Luk 13:35  He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Esto es lo que se conoce como el lamento del Señor Jesús sobre Jerusalén. A pesar de tener la nada honrosa fama de matar a los profetas y apedrear a los que son enviados por Dios, el Señor Jesús tenía en alta estima a la ciudad de Jerusalén. Su amor por Jerusalén y por el pueblo de Israel era incondicional. Así de fiel es nuestro Salvador. Su fidelidad también se derrama sobre nosotros. A pesar de ser infieles, Él permanece fiel. Si alguna vez ha amado a alguien y no ha sido correspondido, tal vez pueda comprender un poquito mejor el lamento del Señor Jesús sobre Jerusalén. El amor del Señor Jesús por Jerusalén y por Israel en general se manifestó en su reiterado intento de atraer a sus paisanos judíos hacia sí mismo, no sólo para proveerles de salvación, sino también para protegerlos del peligro inminente. En este sentido, el Señor Jesús se compara con una gallina protegiendo a sus polluelos debajo de sus alas. Cuando las gallinas están criando polluelos son en extremo protectoras. Alguna vez oí que hubo un incendio en un granero. Una vez que se extinguió el fuego, el dueño entró al granero y entre los restos todavía humeantes notó un bulto oscuro. Cuál fue su sorpresa cuando al patear suavemente aquel bulto, salieron a la carrera unos cuantos polluelos. La gallina murió en el incendio, pero sus polluelos quedaron vivos debajo de sus alas. Algo comparable a esto quiso siempre el Señor Jesús para con su pueblo Israel. Pero ¿Cuál fue la respuesta del pueblo de Israel? Con profundo dolor en su corazón, el Señor Jesús lo reconoce diciendo: ¡Y no quisiste! Inconcebible, pero cierto. Este rechazo tiene su consecuencia y es terrible. El Señor Jesús lo expresó diciendo: He aquí, vuestra casa os es dejada desierta. Esto significa desastre, desolación y destrucción para Jerusalén y para Israel en general. Esta declaración se hizo realidad en el año 70 DC cuando los ejércitos romanos sitiaron a Jerusalén y la tomaron, destruyeron el templo, mataron a miles y enviaron al exilio a los sobrevivientes. Jerusalén fue dejada desierta. Pero a pesar de esto, Dios no ha desechado para siempre a Jerusalén e Israel. Por eso el Señor Jesús dijo: Y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor. El tiempo cuando Israel como nación dirá esto será en la segunda venida del Señor Jesús. Será el momento cuando Jerusalén e Israel como nación, reconocerá que Aquel que vino y fue rechazado, es en realidad el Cristo, el Mesías, el Rey de Israel. Israel va camino hacia este momento futuro.

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