El divorcio no ha sido ordenado ni instituido por Dios

 

Grato es para nosotros pasar estos pocos minutos junto a Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy dentro de la serie titulada La Familia Auténticamente Cristiana. Hemos estado hablando sobre el divorcio y hemos llegado a la conclusión que el divorcio no ha sido ordenado ni instituido por Dios, por cuanto el ideal de Dios para el matrimonio es una unión monogámica para toda la vida. ¿Cómo entonces el divorcio llegó a ser tan popular en los tiempos de Jesús y también en la actualidad? Sobre esto nos hablará David Logacho en el estudio bíblico de hoy.

La Biblia, amigo oyente, tiene mucho para decir en cuanto al divorcio. En nuestro estudio bíblico último acerca de este asunto, vimos que el divorcio fue objeto de abuso en la época que Jesucristo estuvo en carne y hueso en este mundo y sigue siendo objeto de abuso en la actualidad, cuando prácticamente cualquier motivo es bueno para obtener legalmente un divorcio. También dejamos en claro que Dios jamás ordenó o instituyó el divorcio. El ideal de Dios para el matrimonio es una unidad monogámica que dura hasta que uno de los dos cónyuges muere. Dios fue tan celoso con la santidad del matrimonio, que según la Ley de Moisés, cuando un hombre o una mujer caían en adulterio, tanto el adúltero como la adúltera tenían que morir indefectiblemente. No se puede por tanto hacer la afirmación temeraria que Dios por medio de Moisés ha establecido la forma para acabar con un matrimonio mediante el divorcio. ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo es que tanto en el pasado como en el presente, el divorcio llegó a ser tan popular entre la gente? Dejemos que la palabra de Dios responda a esta pregunta. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el Evangelio según Mateo capítulo 19, versículos 7 y 8. La Biblia dice: “Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” Como antecedente es necesario señalar que los fariseos vinieron a Jesús tentándole y diciendo: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? La respuesta de Jesús fue en el sentido de señalar que en el plan original de Dios no había lugar para el divorcio. En el matrimonio, Dios toma a dos personas y las hace uno. El divorcio mata esa obra creativa de Dios. Ante esta declaración del Señor Jesucristo, los fariseos hacen a Jesús una pregunta bastante lógica. ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio y repudiarla? La respuesta de Jesús nos da la pauta para que nosotros también sepamos por qué el divorcio es tan popular hoy en día aún cuando contradice el plan original de Dios para el matrimonio. Jesús les respondió: Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres. La respuesta de Jesús simplemente señala que la dureza del corazón del hombre hizo que Moisés permita que un hombre extienda una carta de divorcio a su esposa para repudiarla o divorciarse de ella. La clave radica entonces en entender a qué se refería Jesús cuando dijo: Por la dureza de vuestro corazón. Para ello es necesario echar una mirada al pasado, al libro de Génesis, al relato del momento más trágico de la historia de la humanidad cuando el hombre cayó en pecado. Las consecuencias de esa caída fueron desastrosas y permanecen hasta ahora y permanecerán en el mundo mientras haya ser humano sobre la faz de la tierra. Génesis 3:16-19 nos habla de esas consecuencias. Dice así: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” La caída en pecado ocasionó una separación entre el hombre y Dios, una separación entre el hombre y la naturaleza y ciertamente, una separación entre el hombre y su esposa. Al final del versículo 16, hablando Dios a Eva, dijo: tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti. Esta sola afirmación expresa el problema básico en el matrimonio. Dios originalmente diseñó una unión indisoluble, pero cuando el pecado entró en la raza humana afectó terriblemente el matrimonio. El ideal del matrimonio se hizo pedazos. El caos entró en el hogar y el divorcio llegó a ser el hijo indeseado. Antes de la caída, el matrimonio era una completa felicidad. El hombre era la cabeza y la esposa era la ayudante ideal. La autoridad del hombre se manifestaba en una provisión amorosa, tierna y comprensiva hacia ella. La mujer colaboraba con una amorosa y tierna sumisión hacia aquel quien Dios le había dado como líder. Su corazón estaba totalmente dedicado a él y el corazón de él, totalmente dedicado a ella. La relación era armoniosa y amorosa. La caída en pecado echó por tierra este cuadro idílico. La maldición por el pecado dejó a la mujer con el deseo de usurpar el rol de su esposo y de tomar las riendas de la relación. Esto hizo que el hombre tenga que reprimir por la fuerza a la mujer. El matrimonio entonces se convirtió en una lucha de poderes, con la mujer buscando la supremacía y el hombre tratando de mantener el liderazgo o usando el liderazgo en forma opresiva. El conflicto se hizo inevitable y el divorcio se levantó victorioso. El problema adquirió tal magnitud que para la época de Moisés era necesario hacer algo para intentar al menos regularlo. Fue por este motivo que Moisés prácticamente se vio forzado a establecer lo que tenemos en Deuteronomio 24:1 donde dice: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa” En resumen entonces, el ideal de Dios es que no haya divorcio, pero Dios a veces tolera situaciones que no son su voluntad como el caso del divorcio. El divorcio entonces tiene su origen en el corazón del hombre, endurecido por el pecado. Otra declaración que acerca del divorcio hace la Biblia, es que el divorcio es odiado por Dios. No podría ser de otra manera. Si algo atenta contra el plan original de Dios, él tiene que odiarlo aunque en su voluntad permisiva lo tolere. La palabra de Dios es muy clara en señalar que Dios no está de acuerdo con el divorcio. Malaquías 2:13-16 dice: “Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el refugio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales” El versículo 13 dice en efecto: Ustedes vienen religiosamente al altar y lloran tanto que inundan el altar con sus lágrimas, pero ni aun así recibirá Dios vuestras ofrendas. Los versículos 14 y 15 nos dicen el motivo para esto. Los judíos habían roto sus pactos matrimoniales, divorciándose de sus mujeres judías y casándose con mujeres paganas. Dios les responde en el versículo 16 diciendo que él odia el divorcio. El hombre que se divorcia de su esposa hace lo que Dios odia. Pero no solo eso, sino también cubre sus vestidos de iniquidad. Esto es una expresión figurativa de la magnitud de este pecado. Es como decir que no se puede pasar por un charco de barro sin que nuestras ropas se embarren. Trae a la mente el cuadro de un hombre que asesina a alguien y es atrapado porque la sangre de su víctima ha manchado su ropa. Dios está diciendo que cuando un hombre se divorcia de su esposa, tiene la ropa manchada de ese pecado. El divorcio, amable oyente, es pecado y la santidad de Dios lo rechaza con un odio justo. Aun en los casos del más intenso conflicto u ofensa más severa, Dios desea que una esposa y un esposo mantengan el vínculo matrimonial. De modo que la Biblia declara que el divorcio fue objeto de abuso en el pasado y sigue siendo objeto de abuso en el presente. El divorcio jamás fue ordenado o instituido por Dios, el divorcio es el resultado de la dureza del corazón del hombre por el pecado y el divorcio es un pecado aborrecido por Dios. Existen más declaraciones bíblicas sobre el divorcio. En nuestros próximos estudios bíblicos nos encargaremos de ellas. Antes de terminar, amable oyente, Usted que ahora ya sabe que el divorcio es algo ajeno al ideal de Dios para el matrimonio, debe lo antes posible hacer del divorcio algo ajeno también para Usted. No mire jamás al divorcio como una solución. El divorcio nunca ha sido solución para nadie, aunque muchos, de labios para afuera afirmen lo contrario. Sométase a la voluntad de Dios y aunque en su familia se esté viviendo en la actualidad el peor de los conflictos, busque una solución guiada por el Espíritu Santo, que no contemple en absoluto el divorcio. No cometa un crimen contra la obra creativa de Dios, quien hizo de Usted y de su pareja uno para toda la vida. Que Dios nos motive a todos a luchar por la permanencia del matrimonio.

 

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