La pecaminosidad del hombre Pt. 1

Bienvenidos a un nuevo programa, les recuerdo que continuamos con la serie llamada Hilos donde te animamos a tejer el evangelio intencionalmente en medio de nuestras conversaciones cotidianas con los que nos rodean y específicamente con las personas que no conocen a Cristo.

Si, es la primera vez que nos estás sintonizando, te cuento que el propósito de esta serie de programas refleja el amor y la fe por Jesús, ya que el murió en una cruz por nuestros pecados y resucitó al tercer día para que toda persona que crea en Él tenga vida eterna.

Cuando comprendes esta verdad es imposible quedarte callado, es como si te hubieses encontrado un gran tesoro que cada persona puede tenerlo y por eso vas a todas las personas a contárselo. Así que la fe privatizada en un Cristo resucitado es prácticamente inconcebible.

Esto, exactamente es lo que trato de sembrar en tu vida; el anhelo profundo de compartir el evangelio, no solamente con palabras, sino con acciones, es decir, que los demás miren a Cristo en tu vida. Ahora, tal vez te preguntes y ¿cómo lo voy a lograr?, y es precisamente por eso que hemos empezado esta serie, para que sepas que no estás sólo en este proceso, cada miembro de “La Biblia Dice” está encantado de acompañarte, nosotros estamos contigo, allí desde donde nos escuchas para compartirte los hilos del evangelio que permitirán el comienzo del tejido del evangelio en tus conversaciones diarias.   Es decir, llenar conversaciones naturales con la verdad sobrenatural de Dios.

Ahora, quiero decirte que esto no puede darse de una manera forzada, no puedes hablar de algo que no conoces o has experimentado. Nuestro objetivo no es ser molesto, sino ser auténtico e incluso tenemos como ejemplo la experiencia de hermanos y hermanas que viven en un contexto musulmán en el Medio Oriente, quienes promulgan que su objetivo es tejer hilos del evangelio en sus conversaciones cotidianas con los musulmanes. Se trata de buscar oportunidades en cada momento para llenar las conversaciones naturales con el poder del Espíritu Santo y la verdad sobrenatural de Dios, mientras encarnamos la vida de Cristo y hablamos de su amor.

Mira, hablar sobre el amor de Cristo, no tiene sentido cuando lo haces de manera egoístas, malhumorado, irritable, perezoso y una serie de otras actitudes y acciones que en realidad socavan el evangelio. Por eso, como lo mencionaba al inicio, es necesario que lo que dice en la palabra de Dios se cumpla en nuestra vida, así, permitimos que Cristo viva a través de nuestra vida, así que te animo a ser auténtico en tus palabras y acciones. Además, en todo este proceso, la obediencia es fundamental.

Podrías haber pensado que todavía no has tenido éxito en compartir el evangelio. Y claro que lo has hecho, lo has intentado, has incluido a Jesús dentro de tus conversaciones; sin embargo, nadie ha respondido positivamente. Pero no te preocupes, hoy voy animarte a seguir intentado y para ello quiero que escuches esto: el éxito no es solo cuando alguien llega y se aparta de su pecado e inicia una nueva vida con Cristo. El éxito ocurre en obediencia independientemente de cuál sea esa respuesta. Por eso te digo, no tires la toalla cuando la respuesta no es exactamente lo que esperabas. Estoy seguro que muchos de ustedes, los que me escuchan en cada programa, han empezado a dar pequeños pasos donde involucramos al Señor en nuestro diario vivir a través de nuestras conversaciones.

Piensa, en las conversaciones diarias que tienes con tu jefe, con tus compañeros de trabajo, con vecinos o familiares que pueden ser ateos o pertenecen a otras religiones, eso no importa, lo que sí es primordial es que introduzcas a Jesús en sus vidas para que así lo puedan conocer. Y cuando lo hagas, comparte tus experiencias con otros hermanos o hermanas para que se motiven mutuamente a seguir obedeciendo a Dios. Porque de esta manera llevan la salvación a quienes la necesitan.

Por ejemplo, te cuento la historia de una joven cuyo padre era policía y tenía dos hijos. Era un bebedor empedernido y fumador quien no estaba interesado en criar a sus hijos. La joven al notarlo empezó a mostrar su disgusto con él a lo largo de su adolescencia. Sin embargo, cuando ella se convirtió en una seguidora de Cristo a sus veinte años, se sintió con la obligación de obedecer a Cristo y le pidió perdón a su padre por no ser la hija que debía haber sido. Esto fue para ella, el primer hilo, es decir el perdón, incluso su padre no había admitido ningún mal en los últimos años. Además, en la vida del señor en muchas ocasiones escuchó de Dios a través de pastores, de hombres piadosos que se recuperaban de su alcoholismo, pero no hubo un cambio evidente. Sin embargo, ella entendía que Dios usaba a cada una de las personas para seguir tejiendo el evangelio, poco a poco, aunque su padre aún no se rindiera a Cristo.

Pasado los años, su padre se vio obligado a ir a un hogar de ancianos porque ya no podía cuidar de sí mismo. En ese momento, su hija junto a su esposo, empezaron a cuidar de él, visitarlo, y sobre todo ayudarle para que tenga un encuentro con Dios, pero aun así él no cambiaba. Tras haber escuchado, el tema de los hilos del evangelio escribió su lista de personas que no conocían a Dios en la cual su padre estaba en primer lugar.

Un día, recibió una llamada del asilo de ancianos donde le informaban que su padre estaba muy enfermo. Llegó al lugar y en ese momento le estaban haciendo varios exámenes, pero el doctor no le dio ninguna esperanza porque su padre tenía el intestino perforado y había que tomar una gran decisión. Si se arriesgaba a someterse a una cirugía, aunque probablemente nunca se desconectaría del respirador y si no lo hacía moriría en 24 a 48 horas. Ella le comentó esto a su padre y él dijo que no quería que le hagan una cirugía. Ella le compartió de Cristo y le preguntó si quería recibirlo en su corazón, el perdón y la salvación por primera vez en su vida. Y él respondió que sí e hizo la oración. Luego, su padre entró en coma y murió la tarde siguiente. Lo que nos enseña en esta corta historia es que nunca hay que rendirse, nunca se debe desistir, sino orar con mayor intensidad y no dejar de tejer los hilos del evangelio porque Dios es misericordioso. No dejes de compartir el evangelio, lleva a otros a la salvación eterna.

Ahora, te pregunto: ¿eres consciente de lo que está en juego? Si es así, entonces, no te rindas. Ninguna persona de tu lista de conocidos tiene garantizada la vida, por eso hoy te digo que no dejes de compartir el evangelio ahora que puedes.

Mira, es la eternidad la que está en juego y el compartir de Jesús a otros no sólo les lleva a ellos a la vida eterna, si no que a la vez te conduce a la satisfacción personal. Entonces, ¿hay algo más glorioso, más alegre, más estimulante que ver a tu amigo o familiar que ahora tienen una vida alegre porque han conocido de Dios? Volvamos a la historia a esta joven que sabe que su padre se ha salvado, ¿crees que hay algo más alegre para ella que saber que su Padre logró invitar a Cristo a su corazón?, ¿cómo no alabar a Dios por esto? Lo que quiero decirte ahora, es que hay alegría cuando hay obediencia. El llamado a compartir el evangelio, no es sólo por el bien de otros, sino que también es para nuestro bien.

Con esto en mente, permíteme contarte otra historia sobre una madre que tiene un hijo de 10 años el cual un día le dijo que tenía una idea para empezar el estudio bíblico, porque quería compartir el evangelio con algunos de sus amigos, incluso pidió ayuda en oración. Su oración se trató de que Dios le dé el coraje para hacerlo.  Su madre al inicio le dijo que no, pero después de su oración, ella cambió de opinión porque el compartir de Dios de ninguna manera sería algo malo.

La idea del muchacho fue jugar Lego con sus amigos porque sería un incentivo para que ellos vayan y así poder compartirles el evangelio. Quiso empezar leyendo Marcos porque era el libro que como familia estaban leyendo, aunque a la vez quería comenzar por la creación y se decidió por leer Juan capítulo uno. De antemano, preparó un juego con Lego; él hizo que las letras fueran w, o, r, d; además hizo árboles y animales. Luego los separó, los puso en bolsas y escribió una hoja de instrucciones para cada uno de ellos.

Después,  construyó una pila de legos de colores que le ayudaría a explicar el evangelio. Invitó a seis de sus amigos y siguió con llamadas de recordatorio cada sábado. Y con eso, su madre fue testigo de que Dios hace cosas poderosas. De ese grupo, dos niños llegaron a la iglesia. La madre ve a su hijo de 10 años compartir el evangelio con estos dos niños a través del lego y ahora está muy agradecida por la pasión, el coraje y el seguimiento que Dios le ha dado a su hijo. Así que, quiero que medites sobre lo que estás o no estás haciendo por compartir de Dios. Necesitamos aumentar nuestra fe para creer que Jehová hará su obra. No desperdiciemos nuestras vidas de manera casual y cómoda; no guardes a Cristo para ti.

Para obedecer es necesario ser valientes. Recuerda, el Espíritu de Dios está en nosotros, y Él nos autoriza a hablar. Escucha lo que dice el libro de Hechos capítulo 1, verso 8: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. No olvides que el Espíritu de Dios está en ti, no para hacerte callar, sino para hacerte hablar, Él tiene poder para salvar vidas. Y te pregunto: ¿crees en la belleza del evangelio? Entonces, que te parece si te tomas unos segundos y recuerdas todo lo que ha hecho Dios por ti a través de Cristo.

Mira, cuando hablo de los hilos del evangelio lo hago sobre el poder de atraer a las personas a Cristo. Es por eso que Pablo dijo en Romanos uno, verso 16 y 17: “porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Este evangelio fue hablado para ti y creíste porque Dios y el Espíritu Santo hicieron algo en tu corazón. Entonces, ¿crees que Dios puede hacer lo mismo en otras personas?

Pues, creo que si somos honestos, nuestro incumplimiento a la gran comisión se debe a que solemos pensar que la otra persona no quiere escuchar esto, que no tienen interés alguno en lo que le vamos a decir y preferimos no decir nada, pero gracias a Dios, tales pensamientos no impidieron que alguien te compartiera el evangelio ni a ti ni a los demás. Mira, lo que provocan esos pensamientos es la negación del verdadero poder de Cristo en el evangelio y todo esto conduce directamente al hilo en el que nos estamos sumergiendo en este momento y es la pecaminosidad del hombre. Recuerdas que habíamos hablamos sobre el carácter de Dios, que es Santo, juez justo, creador de todo y entendimos cómo tejer su carácter, su santidad, su justicia, su gracia en nuestras conversaciones cotidianas. Entonces ahora pensemos en el segundo hilo del Evangelio, la Pecaminosidad del hombre.

Es por el poder de Dios y la fuerza del Espíritu Santo, que vive en cada creyente, que tienes que levantarte y decir; “Padre yo sé que he pecado, yo sé que he venido cientos de veces con la misma confesión y aquí estoy una vez más, Tú eres el único que puede perdonarme, eres el único que puede limpiar mi culpa y eres el único que puede ayudarme a vivir en obediencia” Esta batalla es algo que podemos ganar al menos una vez y a veces también podemos perder, pero después de un tiempo son más las veces que ganas que las que pierdes, y el Espíritu Santo es quien te da estas victorias.

1 Juan 1:8 dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. La cuestión es, cómo vamos a enfrentar el fracaso, lo enfrentamos, nos arrepentimos, ¿o vamos a quedarnos derrotados con esto, en el suelo?

Hace algunos años John Piper habló con algunos estudiantes universitarios en una conferencia llamada “pasión” y se refirió a la cuestión de permitir que el pecado y el fracaso nos mantengan derrotados, y del peligro de decir que no vale la pena hacer el esfuerzo por levantarse. Escucha lo que dijo John Piper a estos universitarios: “La gran tragedia no es ser derrotados por el pecado, la tragedia es que Satanás utiliza la culpa por estos fracasos para arrancar cada propósito que Dios ha puesto en tu corazón para bendecirte, pero en lugar de eso buscas la seguridad en los placeres superficiales de este mundo hasta terminar arrugado en una mecedora convertido en un inútil y dejando una gran herencia a tus hijos adolescentes para que con esto ellos también se pierdan en su mundanalidad, esta es la verdadera tragedia”, ¿no es así? Esta, si que es una tragedia, algunos de nosotros estamos tan cómodos en nuestras vidas que dejamos que el fracaso nos robe cada uno de nuestros propósitos que Dios tiene para nosotros y para causar un verdadero impacto en este mundo.

Entonces, Satanás te ha condenado a esta alfombra del fracaso, esa es la mala noticia, la buena noticia es que, a través del poder del Espíritu Santo no tenemos que quedarnos ahí, tenemos el poder de la resurrección de Jesús viviendo en nosotros. No importa cuántas veces fracases hoy es el día que puedes levantarte tomar tu lecho y seguir hacia adelante. Te desafío para que te levantes y reclames esos propósitos que Dios ha preparado para ti.

Permíteme terminar con la lectura de Miqueas capítulo 7, versos 8 y 9: “Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque, aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me sacará a luz; veré su justicia”. Este fue un poderoso mensaje ¿verdad? Así que es hora de levantarse, es hora de que hagas lo que Dios te ha llamado a hacer.

Cada uno de nosotros fue creado por Dios, pero todos somos corrompidos por el pecado. Y la pregunta que surge es: ¿quién soy? Y precisamente esto es de lo que hablaremos en el siguiente programa. Esperamos que puedas acompañarnos. Que Dios te bendiga.

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