El gran sermón de Pedro

I. Introducción: Saludos y bienvenida. Es un estudio en el libro de Hechos dentro de la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo. En el estudio bíblico último dejamos a la gente que como atraída por un imán se acercó al aposento algo, intrigada por los eventos sobrenaturales que tuvieron lugar allí, me refiero a ese estruendo, a esas lenguas repartidas que se asentaron sobre cada uno de los discípulos, y esa capacidad que adquirieron los discípulos para hablar idiomas que jamás habían aprendido. Tal vez la mayor parte de la multitud estaba perpleja, preguntándose ¿Qué quiere decir esto? Pero había algunos que con un aire de desprecio, refiriéndose a los discípulos, decían: Están llenos de mosto. Era pues necesario que alguien explique lo que estaba pasando. Esto nos permite examinar el pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio de hoy. Se encuentra en Hechos 2, a partir del versículo 14.
Entre los versículos 14 a 36 encontramos el gran sermón de Pedro, con ocasión de los eventos portentosos acaecidos el día de Pentecostés. Este sermón se puede dividir en tres partes, la explicación de los fenómenos de aquel día, en los versículos 14 a 21, la proclamación del evangelio, en los versículos 22 a 35 y la aplicación del sermón, en el versículo 36. Consideremos la primera parte. La explicación de los fenómenos de aquel día. Lo que primero vamos a notar es la persona que predica. Hechos 2:14 en su primera parte dice: Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: A partir de este momento, Pedro comienza a tomar una posición de liderazgo en la recién nacida iglesia de Cristo. El Espíritu Santo ha transformado a un hombre impulsivo y temeroso en un hombre sosegado y osado. Como vocero de los doce, Pedro se puso de pie, y con voz de trueno tomó la palabra. El Espíritu Santo es experto en hacer este tipo de transformación. Mas tarde, otro apóstol diría lo siguiente, según 2 Timoteo 1:7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
En segundo lugar, notamos las personas a quienes Pedro predica. La segunda parte de Hechos 2:14 dice: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
La concurrencia estaba compuesta principalmente de judíos que habían llegado a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés. Otros ciertamente eran residentes de Jerusalén. Deben haber sido varios miles, más de tres mil. Con la autoridad de un creyente lleno del Espíritu Santo, Pedro entra a su mensaje diciendo: Esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Sólo el Espíritu Santo puede otorgar a un creyente el poder y la autoridad para hacer estas cosas. La multitud debe haber hecho un profundo silencio al oír las palabras de Pedro. En tercer lugar, notamos la explicación de que da Pedro a los eventos sobrenaturales que acontecieron. Pedro menciona lo que no fue y después menciona lo que fue. Veamos lo que no fue. Hechos 2:15 dice: Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
Seguramente recordará que un buen segmento de los que presenciaron los eventos sobrenaturales en el día de Pentecostés, llegó a la conclusión que los discípulos estaban ebrios, porque vieron que a pesar de ser galileos, sin embargo estaban hablando en idiomas que jamás habían aprendido. Pedro corrige esta errada conclusión diciendo: Los discípulos no pueden estar ebrios, como ustedes suponen, por cuando es apenas la hora tercera del día, como las nueve de la mañana, porque debido a las costumbres en la fiesta de Pentecostés, los judíos se abstenían de comer y beber hasta las diez de la mañana o hasta el medio día. Si no era el alcohol lo que hacía actuar de esa manera a los discípulos, ¿entonces qué era? Veamos qué era. Hechos 2:16-21 dice: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Y daré prodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
Sangre y fuego y vapor de humo;
El sol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el día del Señor,
Grande y manifiesto;
Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
Para explicar de lo que se trataba realmente, Pedro echa mano de una Escritura del Antiguo Testamento, la cual se encuentra en el libro profético de Joel, capítulo 2, versículos 28 hasta la primera parte del versículo 32. Cuando uno mira con atención el contexto de este pasaje bíblico en el libro de Joel, encontrará que se refiere a una promesa de liberación futura para Israel, la cual ciertamente afecta a todo el mundo. Esta liberación comienza con una transformación radical en el sentido espiritual. En estas condiciones, Jehová, en la persona del Señor Jesucristo estará gobernando y dominando Israel. Note lo que dice Joel 2:27, el versículo inmediatamente anterior al pasaje bíblico que citó Pedro en su sermón en el día de Pentecostés. Dice así: Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.
Esto habla de un tiempo, todavía futuro para el tiempo en que se escribió el libro de los Hechos, y aún futuro para nosotros, en el cual será una realidad que Jehová Dios, en la persona del Señor Jesucristo, estará reinando en medio de Israel. En este tiempo, Jehová Dios será el único y verdadero Dios en Israel. En este tiempo, Israel no será jamás humillado o avergonzado. La pregunta es: ¿Qué tiempo es este? No puede ser el tiempo cuando se escribió el libro de los Hechos, porque en ese tiempo, Israel estaba lejos de estar espiritualmente restaurada como nación. Más aún, Israel en ese tiempo estaba bajo el dominio del imperio romano. Tampoco puede ser el tiempo presente, por cuanto en la actualidad, nadie podría afirmar que Jehová está en medio de Israel y que Jehová es el único y verdadero Dios en Israel, y que Israel no está siendo humillado y avergonzado. A decir verdad, hoy en día, la nación de Israel tiene que dormir con un ojo siempre abierto, porque está rodeada de enemigos que públicamente han declarado que su deseo es eliminar del mapa a Israel. El presidente de Irán, por ejemplo, es famoso por sus apariciones públicas para derramar su odio hacia Israel y excitar a sus compatriotas a hacer cualquier cosa para acabar con Israel. De manera que, la pregunta sigue en pie. ¿A qué tiempo se refiere lo que profetiza Joel y que Pedro citó en su sermón el día de Pentecostés? Pues no puede ser otro que el tiempo del milenio, cuando Jehová Dios, en la persona del Señor Jesucristo estará reinando sobre Israel en Jerusalén, y él será el único y verdadero Dios en Israel, e Israel estará rodeada de gloria entre las naciones. Es en este tiempo cuando Dios derramará de su Espíritu sobre toda carne, al punto que los hijos e hijas profetizarán, los jóvenes verán visiones, los ancianos soñarán sueños y ciertamente sobre los siervos y siervas de Jehová Dios será derramado el Espíritu para que profeticen. Previo al establecimiento del reino milenial, habrá eventos portentosos en la tierra y fuera de la tierra. Dice el texto que habrá prodigios en el cielo y señales en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre. Esto suena a los eventos que preceden a la segunda venida del Señor Jesucristo. Joel dijo: Antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto. Sin embargo, en este tiempo de terrible agitación, se verá la gracia y la misericordia de Dios. Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. De todo esto se desprende que cuando el Señor Jesucristo esté reinando en la tierra, durante el tiempo milenial, el Espíritu Santo tendrá un ministerio muy especial, jamás antes visto por la humanidad, haciendo cosas sobrenaturales. Pues lo que sucedió el día de Pentecostés, fue un anticipo de lo que en el futuro, durante el reino milenial hará el Espíritu Santo en la tierra, a través de su pueblo. Pedro citó la profecía de Joel para demostrar que los discípulos no estaban ebrios sino dando una pequeña muestra de la clase de obras que es capaz de hacer el Espíritu Santo, lo cual se manifestará en su plenitud cuando el Señor Jesucristo esté reinando en la tierra durante el reino milenial. Para todos los que se congregaron alrededor de los discípulos, debió haber quedado claro que lo sucedido el día de Pentecostés fue obra del Espíritu Santo, no del alcohol del mosto. En nuestro próximo estudio bíblico vamos a seguir analizando el sermón de Pedro en el día de Pentecostés. Mientras tanto agradezcamos al Espíritu Santo por que ha hecho y lo que hará.

Deja una respuesta