El relato de dos conversiones

Gracias por estar nuevamente con nosotros, es un privilegio contar con su sintonía, hoy continuaremos con el interesante tema que está desarrollando nuestro hermano David Logacho, “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”, tenga su Biblia a mano y acompáñenos a conocer que es lo que dios nos quiere decir acerca de esto.

I. Introducción. Saludos y bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada por medio del Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico dejamos a Pablo juntamente con Silas, Timoteo y Lucas, familiarizándose y seguramente orando en la ciudad de Filipos en la provincia romana de Macedonia, en Europa, antes de iniciar su ministerio evangelístico. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 16 a partir del versículo 13. En esta porción bíblica encontramos el relato de dos conversiones, el resultado fue el mismo, pero la manera como se operaron esas conversiones fue muy diferente.

II. En primer lugar tenemos la conversión de Lidia.

Hechos 16:13-15 dice: Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.
Qué interesante, a los que piensan que las mujeres no valen nada y no sirven de nada en la iglesia, creo que Dios tiene algo muy importante para decirles. La primera persona convertida al Señor en todo el continente Europeo fue una mujer, quien luego de convertirse fue un factor importante en el progreso de la iglesia en toda esa región. Veamos los detalles de su conversión. En la ciudad de Filipos no había sinagoga judía, simplemente porque los judíos que había se podían contar con los dedos de las manos. Para que haya una sinagoga judía se requería de al menos diez judíos. Los pocos judíos que había en Filipos tenían la costumbre de reunirse cada día de reposo, fuera de la puerta de la ciudad junto al río, en donde hacían oración. Se dio el caso que en el día de reposo que Pablo y su equipo misionero estaban en Filipos, los únicos que aparecieron para la reunión eran mujeres judías. Esto sin embargo no fue impedimento para que Pablo y su equipo misionero, cuatro en total, se acerquen al grupo de mujeres a platicar con ellas. El tema de conversación giró alrededor de la persona y obra del Señor Jesucristo y el maravilloso plan de salvación de Dios por medio de él. Una de las mujeres que estaban presentes se llamaba Lidia, quien era originaria de Tiatira. Esta ciudad quedaba en la provincia romana de Lidia, en Asia. Seguramente por eso esta mujer se llamaba también Lidia. Tiatira era famosa por las telas de púrpura que se fabricaban allí. La púrpura era un tinte muy costoso en aquel tiempo, las telas teñidas de púrpura eran usadas generalmente por la realeza y la gente de dinero. De hecho, Lidia estaba en Filipos por asuntos de negocios, porque se dedicaba justamente a la venta de tela de púrpura. A Lidia le iba muy bien en este negocio, tan bien que pudo adquirir una casa bastante grande en Filipos. Pero además de dedicarse al comercio de telas de púrpura, Lidia tenía profundas inquietudes espirituales y en su ciudad natal Tiatira, Lidia era muy conocida porque adoraba a Dios. De esto podemos deducir, que Lidia no era de raza judía, sino que simpatizaba mucho con todo lo que encierra el judaísmo, aunque no se había convertido al judaísmo como un prosélito. Pues sucede que Lidia estaba oyendo lo que decía Pablo, pero por su lado, Dios estaba haciendo su parte en la conversión de Lidia. Lucas registra que el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Fue una obra de Dios el que Lidia no sólo oiga los sonidos que salían de la boca de Pablo, sino que entienda a cabalidad lo que Pablo estaba diciendo. Seguro que Lidia entendió que es pecadora y como tal está en peligro de recibir condenación eterna. Seguro que Lidia entendió que aunque adoraba a Dios y se esforzaba por cumplir con lo que enseña el judaísmo, sin embargo eso no le servía para que sus pecados sean perdonados. Seguro que Lidia entendió que Dios le ama tanto y que por ese amor, envió a su Hijo en la persona del Señor Jesús, quien murió en la cruz del calvario en lugar de ella, para que ella pueda ser perdonada de su pecado. Seguro que Lidia entendió que para ser salva, lo único que tenía que hacer es recibir al Señor Jesús como su único y personal Salvador. Habiendo comprendido y aceptado todo esto, Lidia fue salva. Inmediatamente después fue bautizada y comenzaron a manifestarse evidencias de su nueva vida. Una de estas evidencias fue el deseo de poner su casa a disposición de Pablo y su equipo misionero. Revestida de humildad y amor, Lidia dijo a Pablo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Prácticamente Lidia obligó a Pablo y los suyos a quedarse en su casa. El amor a los hermanos es una evidencia infaltable de una verdadera conversión. Es indudable que allí en la casa de Lidia se comenzó la primera iglesia local en Filipos. En segundo lugar tenemos la conversión del carcelero de Filipos. Lidia no necesitó nada aparte de la palabra de Dios y la obra silenciosa de Dios en su corazón, para convertirse, pero con el carcelero de Filipos iba a ser muy diferente. Primero era necesario que de alguna manera, Pablo se ponga en contacto con el carcelero de Filipos, porque los dos no se conocían en absoluto. Esto se hizo posible de la manera menos convencional. Veamos como sucedió.
Permítame leer el texto en Hechos 16:16-24. Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora. Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.
Ni bien se salvó una persona, en Filipos, Lidia, Satanás comenzó a hacer lo suyo para estorbar la obra de Dios. En este caso, Satanás utilizó a una muchacha endemoniada, quien había producido mucha ganancia a sus amos por medio de la adivinación. Observe que todo lo que tiene que ver con la adivinación proviene de demonios. Mientras Pablo y su equipo misionero iban al lugar acostumbrado de oración, donde hablaban de Cristo a la gente, esta muchacha les seguía gritando a voz en cuello: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Esto se repitió por muchos días. No había nada de malo en el mensaje, el problema era quien pronunciaba el mensaje. Eran los labios de la muchacha, claro, pero detrás de ella estaban demonios. Pablo no quería que demonios le preparen el camino. Por eso, en algún momento, se volvió a la muchacha y dijo al demonio: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Esta orden no pudo ser resistida por el demonio, y salió de la muchacha ese mismo instante. Lo que para la muchacha significó liberación, para sus amos significó ruina total. Se acabó la fuente de su mal habida riqueza. Esto movió a los amos de la muchacha a apresar a Pablo y a Silas y traerlos al foro romano para que rindan cuentas ante las autoridades romanas. La acusación contra Pablo y Silas fue que ellos, siendo judíos, estaban alborotando la ciudad romana de Filipos. Se ve un claro prejuicio de los romanos contra los judíos, aunque el odio era en realidad contra los cristianos, pero en su ignorancia, los romanos de Filipos no distinguían la diferencia entre el judaísmo y el cristianismo. Lo que los romanos de Filipos no sabían hasta ese momento es que Pablo y Silas, si bien eran judíos, a la vez tenían la ciudadanía romana. Las autoridades romanas se dejaron llevar por la euforia del momento y sin investigar mucho ordenaron que rasguen las ropas a Pablo y Silas y les azoten con varas. Una vez azotados, los magistrados ordenaron que Pablo y Silas sean arrojados a la cárcel. El hombre que custodiaba la cárcel recibió órdenes expresas de los magistrados de cuidar con el mayor celo a Pablo y Silas. Como el carcelero sabía que si por desgracia se escapaba uno de los presos, él tendría que responder con su vida, no hizo más que meter a Pablo y Silas al calabozo de más adentro, y para mayor seguridad les aseguró los pies en el cepo. El cepo es un instrumento de tortura que impide la movilidad del reo por medio de aprisionar los pies a algo fijo. Había también cepos de cuatro orificios para asegurar pies y manos y había además cepos de cinco orificios para asegurar, pies, manos y cuello. Dejemos por ahora en esta posición tan incómoda a Pablo y Silas. En nuestro próximo estudio bíblico veremos como este aparente fracaso se transformó en éxito cuando el carcelero se convirtió al Señor. Espero que me acompañe.

Deja una respuesta