Interrogatorio a Esteban

Gracias por estar nuevamente con nosotros, es un privilegio contar con su sintonía, hoy continuaremos con el interesante tema que está desarrollando nuestro hermano David Logacho, “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”, tenga su Biblia a mano y acompáñenos a conocer que es lo que dios nos quiere decir acerca de esto.

I. Introducción. Saludos y Bienvenida. Estudio del libro de Hechos en la serie que lleva por título: La obra de Jesucristo, después de su ascensión, realizada por medio del Espíritu Santo. En nuestro último estudio bíblico dejamos al fiel discípulo de Cristo, Esteban, en medio del Sanedrín, para responder a la falsa acusación de hablar palabras blasfemas contra el templo de Jerusalén y contra la misma persona de Dios. A pesar que los miembros del Sanedrín, con el sumo sacerdote a la cabeza, vieron el rostro de Esteban como el rostro de un ángel, no dudaron en proseguir con el interrogatorio, el cual eventualmente podría derivar en la pena capital para Esteban. Veamos lo que sucedió. Si tiene una Biblia, ábrala en Hechos capítulo 7.

II. Lo que primero encontramos es la pregunta que motivó el mensaje de Esteban. Hechos 7:1 dice: El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así?
Quien presidía el Sanedrín era el sumo sacerdote. Es muy probable que haya sido Caifás, el mismo que intervino en la crucifixión del Señor Jesucristo. Hasta donde se sabe, Caifás ejerció el oficio de sumo sacerdote hasta el año 36 DC. La pregunta a Esteban fue: ¿Es esto así? En realidad se trataba de una frase legal: ¿Cómo contestas a la demanda? Seguramente el Sanedrín esperaba que Esteban se defienda de la acusación para salvar su pellejo, pero no hubo tal. A pesar de saber que su vida estaba en juego, Esteban aprovechó la oportunidad para entregar un poderoso testimonio a favor de Jesús como el Cristo. Luego tenemos el mensaje de Esteban. En el mensaje de Esteban se distingue nítidamente la persistente actitud de Israel como nación de rechazar a todos los mensajeros enviados por Dios. Esteban lo hace por medio de citar una cantidad de hechos históricos. Hasta donde se sabe, Esteban no tenía notas preparadas de antemano, o un bosquejo, para su mensaje, no tenía a la mano los rollos con los escritos del Antiguo Testamento para poder leerlos. Esteban tenía toda la palabra de Dios en su mente y el Espíritu Santo va a utilizar eso de una manera maravillosa. Que gran ejemplo para nosotros. Veamos el mensaje de Esteban. Dirigiéndose al Sanedrín, con todo respeto y consideración les dice: Varones hermanos y padres, oíd. Aunque el Sanedrín estaba en contra de Esteban, no había razón para que Esteban les falte al respeto. Inmediatamente Esteban hace referencia a la obra de Dios al llamar a Abraham el gran patriarca de Israel. Hechos 7:2-3 en su segunda parte dice: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré.
Esteban se refiere a Dios como “El Dios de la gloria” Es la única vez que se describe a Dios de esta manera en toda la Biblia. Denota que Dios es la suma de todos sus atributos. Pero a pesar de ser el Dios de la gloria, Dios no se hizo problema para aparecer a un ser humano, imperfecto como Abraham, mientras estaba en Mesopotamia, antes que morase en Harán, para pedirle que deje su tierra y a su parentela y vaya a una tierra que le iba a mostrar. Abraham obedeció a Dios y eso manifestó que su fe en Dios era genuina. Hechos 7:4 dice: Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora.
Abraham salió de Mesopotamia sin saber a donde iba a ir. Eventualmente llegó a Harán, donde murió su padre, y luego después, Dios trasladó a Abraham a la tierra donde los judíos se establecieron, la Palestina. Pero Dios no permitió que Abraham se quede allí. Observe lo que dice Hechos 7:5 Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo.
Dios no permitió que Abraham se establezca en Palestina. No le dio tierra ni aun para asentar un pie, pero en cambio, Dios le prometió que daría toda esa tierra en posesión a sus descendientes. Pero había un problema. Abraham no tenía hijo cuando Dios le hizo esa promesa. Pero eso no fue problema para Dios porque a pesar de la edad avanzada, Abraham tendría un hijo para que se cumpla la promesa de Dios. Sin embargo, algunas cosas tendrían que pasar antes que los descendientes de Abraham vean el cumplimiento de la promesa, entre ellas, que los descendientes de Abraham serán siervos de una nación extranjera. Hechos 7:6-7 dice: Y le dijo Dios así: Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años. Mas yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este lugar.
Antes de poseer la tierra que Dios les prometió, la descendencia de Abraham tendría que vivir como extranjeros en tierra ajena, llegando a ser esclavos y soportando el maltrato, por alrededor de cuatrocientos años. Otras referencias bíblicas muestran que el cautiverio duró exactamente cuatrocientos treinta años. Esto se cumplió cuando los hebreos sufrieron la esclavitud en Egipto. Dios es muy celoso con su pueblo escogido y por eso Dios juzgó a la nación Egipcia por medio de las diez plagas, lo cual fue el preámbulo de la salida de Israel de Egipto para servir a su Dios en Palestina, la tierra prometida. Dios también dio un pacto a su pueblo. De esto habla Hechos 7:8 donde dice: Y le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
La circuncisión fue la señal del pacto Abrahamico. De manera que cuando Abraham engendró a Isaac, le circuncidó al octavo día, conforme a la palabra de Dios, lo propio hizo Isaac con su hijo Jacob y también Jacob con sus doce hijos, los patriarcas de Israel. Pero esto no indicaba que los patriarcas de Israel eran un dechado de virtudes. La prueba de ello fue el maltrato hacia José su hermano. De esto se ocupa la primera parte de Hechos 7:9 donde dice: Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto;
La envidia movió a los patriarcas de Israel, a rechazar a su hermano José y venderlo en calidad de esclavo para Egipto. En esto, José fue un tipo de Jesús, porque Jesús también fue rechazado por sus hermanos por envidia. Pero José jamás estuvo solo. Dios estaba controlando los hilos de la historia. Note lo que tenemos en la segunda parte de Hechos 7:9 hasta el 10. pero Dios estaba con él, y le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el cual lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
Dios estaba a favor de quien fue rechazado por los patriarcas. Por eso, Dios libró a José de todas sus tribulaciones y en su tiempo y a su manera, Dios cambió la tristeza en gozo, la humillación en exaltación. Dios dio gracia y sabiduría a José ante Faraón, rey de Egipto. Esto resultó en que José sea puesto por gobernador sobre Egipto y sobre la casa de Faraón. Lo que los patriarcas desecharon fue protegido por Dios y exaltado por Dios. Lo mismo aconteció con Jesús, quien fue rechazado por sus hermanos, pero exaltado por Dios. Luego Esteban muestra como lo que fue rechazado por los patriarcas resultó ser su propia salvación. Hechos 7:11-16 dice: Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos. Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez. Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue manifestado a Faraón el linaje de José. Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, en número de setenta y cinco personas. Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él, y también nuestros padres; los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que a precio de dinero compró Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.
Dios sabía lo que iba a pasar y movió sus piezas para preservar a su pueblo escogido. Lo que sucedió fue que vino hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán. Esto trajo gran tribulación a Jacob y sus once hijos con sus respectivas familias. No había alimento. Pero Jacob supo que había trigo en Egipto. Por eso, envió a algunos de sus hijos a Egipto a comprar alimento. Luego de algunos eventos emocionantes, en un segundo viaje, José se dio a conocer a sus hermanos, y los presentó al Faraón. En algún momento, Dios reivindicó a José y sus hermanos que antes le rechazaron tuvieron que reconocerlo. Igual es con Jesús, algún día será reconocido por los que le rechazaron. José hizo venir a Egipto a su padre Jacob y a toda su descendencia. Contando inclusive con los descendientes de José, llegaron a ser setenta y cinco personas. Andando el tiempo, murió Jacob. También murieron los patriarcas de Israel. Los restos mortales de los patriarcas fueron trasladados a Siquem y sepultados en el sepulcro comprado por Abraham a los hijos de Hamor en Siquem. El que los patriarcas hayan sido sepultados lejos de donde murieron era un anticipo de la futura salida de Egipto de toda la descendencia de Abraham. Dejemos en este punto el mensaje de Esteban para continuar analizándolo en nuestro próximo estudio bíblico. Una lección importante que podemos aprender es que al ser humano se le hace muy difícil recibir a los mensajeros de Dios. Por eso es que Israel como nación desechó al Señor Jesús, la palabra viva de Dios.

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