La proclamación del Evangelio

Que privilegio es para todos los que hacemos La Biblia Dice… Contar con su compañía en esta oportunidad. Si esta es la primera vez que nos sintoniza le contamos que estamos desarrollando un interesante estudio que se titula: “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo”. Quédese con nosotros y conozca que es lo que dios quiere que aprenda en esta oportunidad con respecto a este tema.

I. Introducción: Saludos y agradecimiento. Es la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo. Estamos estudiando el sermón que predicó Pedro en el día de Pentecostés, con ocasión de los eventos sobrenaturales que acompañaron el nacimiento de la iglesia de Cristo. Su sermón tiene tres partes. La primera fue una explicación de los fenómenos sobrenaturales que tuvieron lugar aquel día. Esto fue el tema de nuestro ultimo estudio bíblico. En esta ocasión nos vamos a ocupar en estudiar la segunda y la tercera parte del sermón de Pedro. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 2:22 a 36.

II. La segunda parte del sermón de Pedro en el día de Pentecostés se centra en la proclamación del Evangelio. Todo gira alrededor de la persona y obra del Señor Jesucristo. Lo que primero notamos es la identificación del Salvador. Hechos 2:22 dice: Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;
Pedro se dirige a su público, llamándolos: varones israelitas. No olvidemos que la audiencia estaba formada de judíos que en obediencia a la ley de Moisés habían llegado a Jerusalén para celebrar la fiesta judía de Pentecostés. Lleno del Espíritu Santo y con la autoridad de apóstol, Pedro dice a los varones israelitas: Oíd estas palabras. Acto seguido, Pedro identifica al Salvador. Se trata de Jesús nazareno. Una referencia a la humanidad y también al origen humilde del Salvador. Pero el Salvador no solamente es totalmente humano sino también totalmente divino. Por eso Pedro, hablando de Jesús nazareno dice que es varón aprobado por Dios. Esto quedó demostrado por las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre el pueblo de Israel, por medio de él. Esto era algo que los varones israelitas lo sabían y no lo podían negar. Qué grandioso es saber que nuestro Salvador es 100% humano y a la vez 100% divino. En segundo lugar, notamos los sufrimientos del Salvador. Observe lo que dice Hechos 2:23 a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;
Lleno de pasión por el Salvador, el apóstol Pedro, no tiene ningún problema para denunciar el pecado. Mirando de frente, fijamente a los ojos de su auditorio, Pedro dice a los varones israelitas: A éste, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. Esto debe haber caído como un balde de agua helada sobre los varones israelitas. Era una acusación terrible. Los varones israelitas eran culpables de prender y entregar al Salvador a los romanos. Es a los romanos a quienes se refiere esa frase: las manos de inicuos, quienes finalmente lo crucificaron. Pero no se confunda amable oyente. El Salvador no murió como un mártir, o como una víctima, porque todo lo que pasó antes, durante y después de la cruz del Calvario, fue planificado por Dios antes de la fundación del mundo. Fue Dios quien entregó a su Hijo, todo dentro del determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios. Sin embargo, no son sin culpa los que fueron simplemente instrumentos para la crucifixión del Salvador. Así es como opera Dios. Pero ¿Para qué, o por qué todo el sufrimiento que tuvo que padecer el Salvador? La palabra de Dios es clara en cuanto a que ese fue el precio que tuvo que pagar el Salvador, de modo que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga vida eterna. Siendo inocente, el Salvador recibió todo lo que todo pecador merece a causa de su pecado, de modo que el pecador quede libre de la condenación del pecado, libre del poder del pecado y en el futuro, libre aun de la presencia del pecado. Pero el evangelio estaría incompleto si sólo se hablara de un Salvador crucificado. ¿De qué serviría un Salvador muerto? Por eso el Evangelio que predicó Pedro en el día de Pentecostés, incluye la resurrección del Salvador. Observe lo que dice Hechos 2:24. al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.
El hecho que haya sido Dios quien resucitó al Salvador, librándolo de los dolores de la muerte, demuestra que Dios aceptó el sacrificio del Salvador por el pecado del hombre. Si el Salvador no hubiera resucitado, hubiera significado que no era un perfecto Salvador y el cristianismo se hubiera quedado sin piso. El apóstol Pablo llegó a decir, según 1 Corintios 15:14: Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana también vuestra fe. Pero algo exclusivo del cristianismo es que el Salvador vive. ¡Gloria sea a Dios! Es maravilloso como lo puso Pedro: Por cuanto era imposible que fuese retenido por la muerte. Esto se debe no sólo a que el Salvador es Dios en persona, sino también a que en forma profética, el Antiguo Testamento habló de esto. Observe lo que dice Hechos 2:25-28. Porque David dice de él:
Veía al Señor siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,
Y aun mi carne descansará en esperanza;
Porque no dejarás mi alma en el Hades,
Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
Me hiciste conocer los caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.
Lo que Pedro cita en su sermón, es una parte del Salmo 16:8-11. Este salmo fue escrito por el rey David. Pedro pone en claro que el rey David estaba proféticamente hablando del Salvador. En esta profecía, el Salvador ve siempre a Jehová delante de él. Por tanto, el Salvador sabe que Jehová está a su derecha y eso significa que nada ni nadie le hará caer. Esto trae gozo al Salvador y lo expresa con su lengua. Su cuerpo, o su carne, por tanto descansa en esperanza. Por todo lo dicho, el Salvador no será dejado en el Hades o en el sepulcro. Note que el Salvador iba a morir, pero no iba a quedar en el sepulcro, sino que iba a resucitar. Dios el Padre no permitirá que su Hijo, el Santo, el Señor Jesucristo, vea que su cuerpo se corrompe en el sepulcro. Dios iba a hacer volver a la vida al Salvador de modo que el Salvador se llene de gozo en la presencia de Dios. En este momento, Pedro reconoce que cuando leyeron esta porción del Salmo 16, tal vez muchos judíos estaban pensando que su autor, el rey David, estaba hablando de sí mismo. Por eso hace una aclaración importante. Observe lo que dijo, según Hechos 2:29-31. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,
viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
Al escribir el Salmo 16, el rey David no podía estar hablando de sí mismo, porque simple y llanamente, algún día en el pasado, el rey David, patriarca de Israel, murió, fue sepultado, y sus restos mortales se encuentran en ese sepulcro hasta el momento que Pedro estaba predicando su sermón en el día de Pentecostés, y hasta ahora. Si el rey David no estaba hablando de sí mismo al escribir el Salmo 16, ¿entonces de quién estaba hablando? Pedro nos explica diciendo que el rey David, además de rey era profeta, es decir un instrumento que Dios escogió para revelar su pensamiento y voluntad a la humanidad. Previamente, Dios había prometido al rey David con juramento que uno de sus descendientes en cuanto a la carne sería el Cristo, o el Mesías, o el Ungido, y que se sentaría para reinar en su trono para siempre. De manera que el rey David, como profeta, antes que los eventos sucedan, vio, o le fue revelado por Dios, que Cristo moriría, pero no quedaría en una tumba para siempre, sino que resucitaría y por eso escribió que el alma del Salvador no será dejada en el Hades o el sepulcro sino que resucitará y por tanto su carne no verá corrupción. Si Dios reveló estas cosas al rey David, Dios tenía que cumplir con su palabra, y por eso Pedro tenía sobrada razón para decir que era imposible que el Salvador fuese retenido por la muerte. Todo lo dicho permitió a Pedro a hacer una declaración contundente. Hechos 2:32 dice: A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Luego de hablar de la identidad del Salvador, del sufrimiento y muerte del Salvador y de la resurrección del Salvador, era necesario que Pedro hable de la exaltación del Salvador. Eso lo hace en Hechos 2:33 donde dice: Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
Una vez muerto y resucitado, el Salvador fue ascendido a la gloria de su Padre y recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo. Fue justamente el Espíritu Santo quien estaba detrás de todos los eventos sobrenaturales que acontecieron en el aposento alto el día de Pentecostés. La exaltación del Salvador también fue profetizado por el rey David. Note lo que dice Hechos 2:34-35 Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
David no fue exaltado al cielo, pero él dijo que el Salvador si lo sería. Hoy en día el Salvador está a la diestra de Jehová, esperando el momento cuando el Padre ponga a sus enemigos por estrado de sus pies.

III Pedro termina su mensaje aplicando todo lo dicho a Jesús de Nazaret. Hechos 2:36 dice: Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Los varones Israelitas ahora podían saber a ciencia cierta que aquel Jesús de Nazaret a quien rechazaron crucificándole, Dios le ha hecho, Señor, es decir Jehová y Cristo, o el Mesías de Israel. Corresponde ahora a los varones de Israel, aceptar o rechazar la evidencia presentada. Esto será el tema de nuestro próximo estudio bíblico.

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