Recriminación del concilio

Nuevamente llegamos hasta usted para compartir algo mas del interesante tema que estamos desarrollando “La obra de Jesucristo después de su ascensión, por medio del Espíritu Santo” en contados instantes David Logacho estará frente a este micrófono para seguir compartiendo con nosotros este estudio.

I. Introducción. Saludos. Bienvenida. Es un estudio del libro de Hechos, en la serie titulada: La obra de Jesucristo después de su ascensión, realizada por medio del Espíritu Santo. En el último estudio bíblico dejamos a los apóstoles caminando custodiados por el jefe de la guardia del templo y por los alguaciles, en calidad de detenidos, hacia el lugar donde estaba reunido el concilio, o el Sanedrín, por el único “delito” entre comillas, de predicar el Evangelio de Cristo. Veamos lo que sucedió después. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hechos 5:27-42.

II. Lo primero que notamos es la recriminación del concilio. Hechos 5:27-28 dice: Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.
El Sanedrín estaba compuesto por setenta miembros, presididos por el sumo sacerdote en ejercicio, entre los miembros se contaban algunos de la familia de sumo sacerdotes, los principales sacerdotes, los ancianos del pueblo, escribas, fariseos y saduceos. Era la flor y nata de la nación de Israel. A decir verdad era la misma nación de Israel representada por sus más notables líderes. El sumo sacerdote hizo uso de la palabra y recriminó a los apóstoles. Recordó a los apóstoles lo que hace poco, el mismo Sanedrín demandó de ellos. Se nota el desprecio que el sumo sacerdote sentía hacia el Señor Jesucristo. Como que le diera asco hasta mencionar el precioso nombre del Señor Jesucristo. ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Pero no sólo eso, el sumo sacerdote hace notar a los apóstoles que en lugar de callarse, han llenado a Jerusalén de su doctrina. El sumo sacerdote lo dijo para ofender, pero mirándolo bien, se trataba más bien de una alabanza. En tan poco tiempo, los apóstoles habían saturado la ciudad de Jerusalén con el Evangelio de Cristo. Pero la última razón para recriminar a los apóstoles es porque según el sumo sacerdote, los apóstoles habían echado sobre el Sanedrín, la sangre del Señor Jesucristo. Se resistían a que se les eche la culpa de la muerte del Señor Jesucristo. Pero lo que no estaban tomando en cuenta o no querían acordarse era que fue la misma nación de Israel, la que asumió la responsabilidad de la muerte del Señor Jesucristo cuando a voz en cuello dijo a Pilato: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Acto seguido, tenemos la respuesta de los apóstoles al concilio. Hechos 5:29-32 dice: Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.
Esta es la última vez que Dios por medio de los apóstoles da una oportunidad a Israel de reconocer su error de haber rechazado a Jesucristo como el Mesías. La respuesta de Pedro y los apóstoles tiene cinco partes. No. 1, no se podían callar porque fue Dios quien les ordenó predicar el nombre de Cristo. Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. No. 2, Fue Dios mismo quien levantó a Jesús. Él es el Cristo, el Mesías, el Salvador. No. 3, la nación de Israel no reconoció que Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel y por eso lo rechazaron, matándolo por medio de colgarlo en un madero. No. 4, Jesús murió y fue sepultado, pero resucitó de entre los muertos, y Dios lo ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para por medio de él, dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Lo que Israel había rechazado era justamente la única esperanza de su salvación. No. 5, Pedro y los apóstoles son testigos para dar a conocer todo lo que es y ha hecho Jesucristo. El Espíritu Santo también es testigo de todo esto. El Espíritu Santo es dado a todos los que reciben al Señor Jesucristo como Salvador. Rechazar a Cristo es lo mismo que rechazar el testimonio del Espíritu Santo. Esto era lo último que quería oír el Sanedrín, y por tanto, en tercer lugar tenemos la reacción del concilio. Hechos 5: 33 dice: Ellos, oyendo esto, se enfurecían y querían matarlos.
En lugar de reconocer su error y reconocer que era Dios por medio del Espíritu Santo quien les estaba hablando, el concilio se enfurecía y no sólo eso, sino que querían matar a Pedro y a los apóstoles. Pero Dios no era ajeno a lo que estaba pasando y va a mover sus piezas para evitar el deseo del Sanedrín. Veamos de quien se trata. En cuarto lugar tenemos el razonamiento del concilio. Hechos 5:34-39 dice: Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles, y luego dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres. Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados. Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios.
El instrumento utilizado por Dios era Gamaliel, un fariseo, experto o doctor de la ley, respetado y venerado por todo el pueblo. Justamente uno de sus discípulos fue un joven llamado Saulo, quien más tarde llegó a ser el apóstol Pablo. Gamaliel no era creyente y su razonamiento descansa en la pura sabiduría humana. Gamaliel pidió que Pedro y los apóstoles salgan del concilio, y a solas con el concilio razonó con ellos. Simplemente expuso dos argumentos. Primero, el caso de Teudas, quien aglutinó a unos cuatrocientos hombres, pero cuando murió, todo quedó en nada. Segundo, el caso de Judas el galileo, quien también lideró a un buen número de gente, pero de igual manera, cuando murió, su movimiento quedó en nada. El grave error de Gamaliel fue poner al Señor Jesucristo en el mismo plano que estos caudillos. De todas maneras, la sabiduría humana impulsó a Gamaliel a exhortar al concilio para que dejen en paz a Pedro y los apóstoles, porque si el movimiento que era liderado por ellos no es obra de Dios sino de los hombres, quedará en la nada en algún momento, pero si el movimiento liderado por ellos es obra de Dios, nada podrá acabar con él y si ese fuera el caso, el concilio estaría yendo en contra de algo que era obra de Dios. Parece un razonamiento espiritual, pero era puramente humano. Gamaliel no se jugó por la causa de Cristo, sino que adoptó una posición neutral, ni a favor ni en contra, y aunque esto convenció al concilio y Dios lo usó para librar de la muerte a Pedro y a sus discípulos, sin embargo, desnuda la falta de compromiso de Gamaliel. Gamaliel es el prototipo de los eternos simpatizantes del Evangelio pero que nunca se deciden a recibir a Cristo como Salvador. En Quinto lugar tenemos la rudeza del concilio. Hechos 5:40 dice: Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad.
El concilio aceptó el razonamiento de Gamaliel, pero eso no libró a Pedro y a los apóstoles de ser azotados por orden del concilio. Una vez más, el concilio intimó a Pedro y a los apóstoles para que no hablen más en el nombre de Jesús. Pobres. No aprendían que esa orden no podía ser cumplida por Pedro y los apóstoles por cuanto es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Así es el enemigo. Es terco en su intento. Sin atinar más que hacer, el concilio puso en libertad a Pedro y a los apóstoles. Pero Pedro y los apóstoles no salieron con la cabeza gacha. Mire lo que pasó. En Sexto lugar tenemos el resultado de la oposición del concilio. Hechos 5:41-42 dice: Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Dos actitudes en Pedro y los apóstoles. La primera: Gozo, no por los azotes recibidos, sino por haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre, es decir por el nombre de Cristo. No todos pueden tener ese privilegio. Esto les produjo gozo. La segunda actitud: Denuedo. Lejos de acobardarse, Pedro y los apóstoles estaban todos los días en el templo y por las casas, enseñando sin cesar y predicando sin cesar el nombre de Cristo.

III. Conclusión. Persecución es parte de la obra de Dios. Dios está presente en la persecución. Es un honor ser perseguido por la causa de Cristo. El peligro de ser un simpatizante.

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