Jesucristo es superior a Moisés

Es un gozo para La Biblia Dice…compartir este tiempo con usted. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Hebreos en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta ocasión, David Logacho nos mostrará que Jesucristo es superior a Moisés.

Jesús es el Cristo y por tanto, superior a todo cuanto el judío valoraba como algo especial dentro de su tradición. En el capítulo 1 vimos que Jesucristo es superior a los profetas, en el capítulo 2 vimos que Jesucristo es superior a los ángeles y llegamos al capítulo 3 donde vamos a ver que Jesucristo es superior a un personaje que para los judíos era algo poco menos que sagrado.

Me refiero a Moisés. Moisés habló cara a cara con Dios, Moisés vio la gloria de Dios al punto que su rostro brillaba, pero sobre todo, Moisés fue el dador de la ley. Por eso, esa ley se conoce como la ley de Moisés. En resumen, entonces, hablar de Moisés era equivalente a hablar de alguien altamente considerado en la sociedad judía. Pensar que había alguien superior a Moisés producía gran conmoción a un judío y esto es exactamente lo que el autor de Hebreos va a hacer en el pasaje bíblico que tenemos para nuestro estudio el día de hoy.

Abramos nuestras Biblias en el libro de Hebreos capítulo 3. Consideraremos los versículos del 1 al 6. En este pasaje bíblico vamos a ver tres áreas en las cuales es irrefutable la supremacía de Jesucristo sobre Moisés. La primera área es el oficio. Hebreos 3:1 dice: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” Este versículo comienza con un “por tanto” Siempre que encontremos una expresión así en la Biblia, tenemos que referirnos a algo importante que ha sido dicho con anterioridad.

En nuestro caso, lo importante es lo que el autor de Hebreos dijo en los versículos 9 a 18 del capítulo 2. Allí vimos que el Hijo de Dios tuvo que hacerse hombre para ser nuestro sustituto, nuestro Salvador, nuestro santificador, el que subyuga a Satanás por nosotros, y nuestro socorro. Sobre esta base, se sustenta el “por tanto” con lo cual comienza el versículo 1 del capítulo 3.

Notemos como se dirige el autor a sus lectores, les da dos calificativos: Primeramente los llama hermanos santos. Esto nos hace pensar que se está dirigiendo a judíos creyentes, ellos son los hermanos por dos razones; por ser judíos y por estar en Cristo, pero además eran santos, esto no quiere decir que jamás pecaban sino que habían sido sacados del mundo y puestos aparte para Dios.

Luego les dice: Participantes del llamamiento celestial. Esto significa que los judíos creyentes ya no poseían solamente un llamamiento terrenal como todo judío, sino un llamamiento infinitamente superior. Era un llamamiento celestial con promesas celestiales. Por eso, el apóstol Pablo dice en Filipenses 3:20 “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”

Sabemos entonces que el autor de Hebreos se dirige a los judíos creyentes y sobre la base de lo que es Jesucristo les pide sólo una cosa: Considerad al apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús. Lo que los creyentes tenían que hacer es “considerar” Esta palabra es muy interesante en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento. La usaban los astrónomos cuando estaban contemplando el firmamento en busca de nuevas estrellas. Considerar no es simplemente mirar, es algo más profundo, es contemplar con absoluta atención.

¿A quien tenían que contemplar? A Jesús. Él es todo y teniendo a Él, no falta nada. Esta exhortación era muy oportuna para el judío creyente, porque tenía la tendencia a volver a los ritos judaicos, por eso el autor de Hebreos les dice: Contemplen la realidad, contemplen a Cristo, no contemplen los ritos del judaísmo. Los ritos del judaísmo eran solamente la sombra de una realidad que estaba más adelante.

Esta exhortación es válida para hoy en día también. Los creyentes debemos aprender a considerar con devoción a Jesucristo, no a los ritos sofisticados que los hombres han impuesto en las iglesias locales. ¿Para qué volver a los ritos si ya tenemos la realidad que es Jesucristo? Al considerar a Jesucristo, tenemos que verle cumpliendo dos oficios: Apóstol y Sumo Sacerdote.

Apóstol es uno enviado por otro con una comisión especial. Jesucristo vino como enviado del Padre con la comisión de darnos a conocer al Padre. Pero no sólo eso, Jesucristo es también Sumo Sacerdote. El Sumo Sacerdote era el que hacía de puente entre el hombre pecador y Dios santo, por medio de los sacrificios. Jesús como nuestro Sumo Sacerdote, se ofreció a sí mismo como el sacrificio perfecto para llegar a ser por la eternidad el puente sin igual que une al Dios santo con cualquier pecador que quiera confiar en él.

Ahora bien, aquí es donde Jesucristo se muestra abiertamente como superior a Moisés. Moisés fue enviado de Dios, de eso no hay la menor duda y también tenia una comisión que cumplir, pero Moisés jamás fue Sumo Sacerdote. Para este oficio fue escogido su hermano Aarón. Concluimos entonces que por sus oficios, Jesucristo es superior a Moisés. Pero no solamente por eso, sino también por sus obras.

Esta es la segunda área en la cual Jesucristo es superior a Moisés. Hebreos 3:2-4 dice: “el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuando tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios” Siendo tan admirada por los judíos la figura de Moisés, el Espíritu Santo no entra de frente a señalar la superioridad de Jesucristo sobre Moisés.

Esto podría causar un choque innecesario. Por eso el Espíritu Santo comienza por señalar que Jesús es fiel al que le constituyó. Como Apóstol y Sumo Sacerdote, Jesús jamás hizo su propia voluntad. En Juan 6:38 Jesús habló de su propia experiencia en cuanto a hacer la voluntad de Dios: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” Así es amigo oyente, Jesús fue fiel a su Padre que le envió.

Moisés en su tiempo, también fue fiel a Dios sobre la casa de Dios o sobre el pueblo de Israel. En Números 12:7 Dios testificó sobre Moisés con estas palabras: “No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa” Jesús es fiel y Moisés también fue fiel.

Hasta aquí la similitud entre Jesucristo y Moisés. Pero veamos ahora las diferencias. Moisés fue fiel sobre la casa de Dios, esto es sobre el pueblo de Israel, pero Jesucristo es fiel no sobre la casa de alguien sino sobre la casa que él mismo la hizo. Aquí vemos a Jesucristo como creador. Él creó al pueblo de Israel, y en esto se distingue nítidamente sobre Moisés. Si Jesucristo creó la casa de Dios, entonces debe ser Dios y esto es exactamente lo que afirma el versículo 4.

Este es un texto fabuloso para probar la deidad de Jesucristo. El versículo 4 dice: “pero el que hizo todas las cosas es Dios” ¿Quién hizo todas las cosas? El versículo 3 contesta: Jesucristo. En consecuencia, Jesucristo es Dios e infinitamente superior a Moisés. Tenemos entonces que Jesucristo es superior a Moisés por su oficio y por su obra, pero eso no es todo.

La tercera y última área en al cual Cristo es superior a Moisés es en su personalidad. Hebreos 3:5-6 dice: “Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y en él gloriarnos en la esperanza” En estos versículos, se hace un contraste entre Moisés como siervo y Jesucristo como hijo. No se necesita de mayor explicación para concluir que el hijo de una casa, no tiene nada que ver con el siervo de la misma casa. Esa es justamente la diferencia entre Moisés y Jesucristo.

Además de esto, es digno de notar cuidadosamente que Moisés como siervo de la casa de Dios, que es Israel, fue fiel para testimonio de lo que se iba a decir. Esto significa que Moisés sirvió fielmente para anunciar que iba a venir otro mayor que él. En Deuteronomio 18:15 Moisés dijo: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis” Moisés señaló así a Jesucristo. Todo lo que Moisés hizo y dijo fue para testimonio de lo que había de venir. Quien había de venir es Jesucristo. Él es la realidad de la cual habló Moisés por medio de los ritos. Por eso, una vez venido Cristo, los ritos ya no tienen razón de ser.

La práctica de ritos religiosos en la iglesia local es una negación aberrante de la persona de Cristo. Las iglesias que todavía practican ritos religiosos están desconociendo el hecho que Jesucristo ya vino. Notemos que Jesucristo, quien es la realidad del rito, es como el hijo sobre su propia casa. Esa casa es la iglesia, por eso el texto dice: La cual casa somos nosotros.

La última parte del versículo 6 ha representado un gran problema para muchos. En las palabras: Si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza, han pretendido encontrar asidero para afirmar que se puede perder la salvación si no retemos hasta la muerte nuestra confianza. Pero el texto no está diciendo esto. Lo que el texto está diciendo es que nosotros siendo la casa de Dios, vamos a permanecer hasta el fin. Si alguien está en Cristo, no puede separarse jamás de Cristo. Si alguien vuelve al mundo, como se dice comúnmente, lo único que está demostrando es que nunca fue de Cristo, nunca salió del mundo, porque el verdadero creyente se caracteriza por permanecer hasta el fin, firme en la confianza de su esperanza de salvación. Así que, Jesucristo es superior a Moisés por su oficio, su obra y su personalidad.

Si usted ya es un hijo de Dios, no se canse de admirar la hermosura de la gloria del autor de su salvación. Si usted todavía no ha recibido a Jesucristo como su Salvador, sepa que Jesucristo es superior a Moisés, porque Moisés habló de Jesucristo, como el cumplimiento de todo lo que instituyó con la ley. Rechazar a Jesucristo, le significa condenación eterna, recibir a Jesucristo le significa vida eterna.

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