Seriedad de la apostasía y la manera de evitar caer en la apostasía

Es motivo de mucho gozo estar nuevamente junto a usted, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Proseguimos con nuestro estudio del libro de Hebreos, en la serie que lleva por título: La preeminencia de Jesucristo. En esta oportunidad, David Logacho nos hablará acerca de la seriedad de la apostasía y la manera de evitar caer en la apostasía.

A lo largo de casi diez capítulos, el autor del libro de Hebreos ha confrontado a sus lectores con la deslumbrante verdad que Cristo es superior a todo y a todos. Entre muchas cosas en las cuales Cristo es superior, se destaca nítidamente la superioridad de su sacrificio con respecto a los sacrificios del Antiguo Testamento.

Hebreos 10:14 resume esta idea con estas palabras: “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.” El sacrificio de Cristo, hecho una sola vez y para siempre tiene el poder de unir a un hombre pecador con un Dios santo, lo cual era imposible mediante los sacrificios del Antiguo Testamento. ¿Qué hacer ante esta realidad? En honor a la verdad, hay solamente dos alternativas. Recibir a Cristo como Salvador o rechazar a Cristo como Salvador.

Cuando una persona conoce intelectualmente toda la verdad acerca de eficacia del sacrifico de Cristo y voluntariamente rechaza esta verdad, se torna en un apóstata. Para un apóstata, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.

En el estudio bíblico de hoy continuaremos con el tema de la apostasía, viendo la seriedad de la apostasía y la manera de evitar caer en la apostasía. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Hebreos 10:28-39. En los versículos 28 a 31 encontramos la seriedad de la apostasía, en los versículos 32 a 39 la manera de evitar caer en la apostasía. Para mostrar la seriedad de la apostasía, el autor de Hebreos toma como ejemplo la ley de Moisés y hace referencia a la severidad del castito a los desobedientes, luego aplica este ejemplo para afirmar que si el castigo por violar la ley de Moisés fue tan severo, cuando más severo será el castigo por violar un mejor pacto que la ley.

Con esta idea en mente veamos la severidad del castigo en la ley de Moisés. Hebreos 10:28 dice: “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.” La ley de Moisés era muy severa para castigar el pecado voluntario. Números 15:30-31 dice: “Mas la persona que hiciere algo con soberbia, así el natural como el extranjero, ultraja a Jehová; esa persona será cortada de en medio de su pueblo. Por cuanto tuvo en poco la palabra de Jehová, y menospreció su mandamiento, enteramente será cortada esa persona; su iniquidad caerá sobre ella.” Pecar voluntariamente era algo muy serio.

En Números 15:32-36 se relata el caso de una persona que recogía leña en día de reposo. Números 15:36 muestra la consecuencia de este pecado. “Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.” Si la ley de Moisés fue tan severa castigando a los que la violan, cuánto más severo será el castigo para los que violan el nuevo pacto.
Hebreos 10:29 dice: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” El apóstata es merecedor de un mayor castigo porque rechaza un privilegio mayor que el dado por la ley de Moisés a un israelita del Antiguo Testamento. La enormidad del pecado de un apóstata se ve en las tres culpabilidades que aparecen en este texto. Primero. Es culpable pisotear al Hijo de Dios. Este es un pecado contra el Padre. El Padre envió a su amado Hijo a morir por los pecadores.

El pecador que a sabiendas rechaza a Cristo, está tratando al Hijo amado de Dos como una basura. ¿Cómo piensa que va a reaccionar el Padre? Segundo. Es culpable de tener por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado. Esto es un pecado contra el Hijo. Él se sacrificó a sí mismo y derramó su sangre, esa sangre fue ofrecida al Padre y fue suficiente para unir al hombre pecador con Dios.

El apóstata que sabiendo esto rechaza a Cristo como Salvador está diciendo que la sangre de Cristo es inmunda, que su sacrifico no es perfecto y desprecia de esta manera algo que es santo. Tercero, es culpable de hacer afrenta al Espíritu de gracia. Esto es un pecado contra el Espíritu Santo. El apóstata hace afrenta o insulta al Espíritu Santo que por gracia o favor no merecido ha estado obrando en su vida.

Así es amigo oyente. Saber toda la verdad sobre la salvación y rechazarla acarrea un gravísimo castigo, porque es un pecado contra el Padre, contra el Hijo y contra el Espíritu Santo. Con razón que Hebreos 10:27 dice que el apóstata es un diablo o adversario, digno del peor de los castigos. Por eso Hebreos 10:30 dice lo siguiente: “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez; El Señor juzgará a su pueblo.” El Señor mismo, con todo su furor derramará su ira sobre los apóstatas.

El versículo 31 describe en vívidas palabras lo trágico de este castigo. “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Así que, hemos visto la seriedad de la apostasía. ¿Habrá alguna manera de evitar caer en la apostasía? Por la gracia de Dios, sí, y de eso trata los versículos 32 a 39. Los judíos intelectualmente convencidos, estaban en peligro de caer en la apostasía, es decir de volver al judaísmo con todos sus ritos y sacrificios caducos. Para evitar que caigan en la apostasía, de donde ya no podrán ser renovados para arrepentimiento, según Hebreos 6:6, el autor de Hebreos les recomienda dos acciones.

Primero: Recordad los tiempos cuando por primera vez escucharon y entendieron las buenas nuevas de salvación. Hebreos 10:32-34 dice: “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo, que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.” Los judíos intelectualmente convencidos de la verdad, tuvieron un tiempo hermoso, lleno de emociones nuevas cuando fueron iluminados para entender el mensaje de salvación.

Durante este tiempo, no faltaron las dificultades, aun sin ser creyentes fueron tratados como creyentes, sufriendo la burla y rechazo de los judíos incrédulos. Siendo incrédulos estuvieron en contacto o fueron compañeros de los creyentes que estaban siendo perseguidos por su fe. Prácticamente actuaban como creyentes, mostraban compasión hacia los creyentes que estaban en prisión a causa de su fe.

Fueron inclusive despojados de sus posesiones y lo hicieron con gozo, sabiendo de las promesas de Dios acerca del tesoro eterno, pero la triste realidad es que nunca habían recibido a Cristo como su Salvador. En algún momento de sus vidas se vieron tentados a regresar al judaísmo. Por eso el autor de Hebreos les está diciendo: No den un paso atrás, recuerden lo bueno que fue sufrir por la justicia. Ustedes han pasado la peor parte, sigan adelante, den el paso de fe recibiendo a Cristo como su Salvador.

¿Se ha dado cuenta, amigo oyente que es posible llevar una vida religiosa pero no ser salvo? Esta era la situación de estas personas, estaban en la iglesia, sufrían persecución como los creyentes, visitaban, inclusive les quitaban sus posesiones ¡pero no eran salvos! Así como ellos, existen millones hoy en día, llenos de religión pero vacíos de una relación personal con Cristo. Quiera Dios que ese no sea su caso. Y si lo es, recuerde que todavía hay esperanza para usted. Además de recordad, los judíos convencidos intelectualmente, pero no convertidos, tenían que depositar su confianza en la obra perfecta de Cristo en la cruz.

A esto se refieren los versículos 35 a 39 que dice: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tienen grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aun un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” La exhortación es a mantener firme la confianza, a no volver atrás.

La fe en la obra de Cristo traerá como resultado el tan ansiado galardón de la vida eterna. Ciertamente que habrá dificultades, persecuciones y lágrimas, pero todo esto es pasajero, porque el que ha de venir vendrá y no tardará. Mientras llegue, es necesaria la paciencia, y esa paciencia es fruto de la fe, porque la palabra de Dios dice en Habacuc 2:4 “Mas el justo vivirá por fe” Y también dice: “Y si retrocediere, no agradará a mi alma” El autor de Hebreos termina esta exhortación a los judíos convencidos intelectualmente, pero no convertidos, con una palabra de ánimo.

“Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición” Es como si el autor estuviera empujando “Vamos, no podemos dar marcha atrás. Adelante, no volvamos atrás porque lo único que nos espera es la perdición” Continúa su exhortación afirmando que en lugar de volver atrás es necesario confiar en Cristo, recibiéndolo por fe. Sólo así podremos preservar el alma. Sin lugar a dudas, este pasaje bíblico habrá sacudido a muchas personas que están intelectualmente convencidas del evangelio, pero hasta ahora están renuentes a recibir a Cristo como Salvador.

Para personas así es la invitación. Siga adelante, dé el paso de fe, reciba a Cristo como su Salvador. No retroceda para perdición. Aprópiese por fe de la promesa de preservación de su alma por recibir a Cristo.

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