La gracia soberana de Dios escogiendo a Israel de entre las naciones

Cordiales saludos amable oyente. La Biblia Dice… le da la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Romanos en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad, David Logacho continuará mostrando la relación entre la gracia soberana de Dios escogiendo a Israel de entre las naciones y condición de dureza de corazón de Israel.

La condición espiritual de la nación de Israel, caracterizada por una dureza de corazón, para reconocer a Jesús como su Mesías y Salvador, no se debe a una falla de la palabra de Dios. El judío, como descendiente de Abraham según la carne, consideraba que tenía absoluto derecho a todas las promesas; pero lo que pasa es que no todos los descendientes de Abraham son hijos de la promesa. De otra manera, Ismael, quien también fue descendiente de Abraham, tendría derecho a las promesas, pero se sabe que no es así. Pero eso no es todo. Aun cuando los dos hijos de Rebeca eran del antepasado de los judíos, Isaac, sin embargo, Dios eligió sólo a uno de ellos para formar su pueblo. Antes de nacer, ninguno de los niños había hecho nada, ni bueno ni malo, sin embargo, Dios dijo a Rebeca que el mayor serviría al menor. Con esto Dios está demostrando que él elige a quien él quiere, de acuerdo con su plan. Así que la elección de Dios no depende de lo que hagamos. Dios simplemente dijo: Preferí a Jacob y no a Esaú. Hasta aquí llegamos en nuestro último estudio bíblico. Alguien podría objetar el hecho que la gracia soberana de Dios elige lo que Dios quiere, pensando que esto haría a Dios injusto. Pablo va a mostrar que no existe injusticia alguna de parte de Dios, por cuanto él es Dios y así ha obrado desde siempre. Este es el tema de Romanos 9:14-18 donde dice: “¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer endurece.” Dios opera bajo el principio de su gracia soberana. Así ha sido desde siempre. ¿Habrá injusticia en esto por parte de Dios? Pablo dice. En ninguna manera. Una forma de decir: Imposible. Para demostrarlo, Pablo cita lo que Dios dijo a Moisés, según Éxodo 33:19 donde dice: “y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente” El pueblo se había entregado a la idolatría adorando al becerro dorado. Dios estaba dispuesto a acabar con toda la nación y a hacer una nueva nación grande a partir de Moisés, pero Moisés intercedió ante Dios por el pueblo. El pueblo se arrepintió. Dios no llevó a cabo su propósito de acabar con el pueblo sino que en su gracia soberana decidió preservar la existencia de la nación de Israel. ¿Qué derecho tienen entonces los judíos de pensar que Dios es injusto por haber escogido a los gentiles para tratarles con misericordia, cuando con ellos también Dios hizo lo mismo en el pasado? Inmediatamente después, Dios toma el caso del Faraón en la época de Moisés, para mostrar que hay ocasiones cuando Dios entrega a algunos a destrucción y permite que mueran en sus pecados. Faraón era gentil, un opresor de Israel. Los siervos de Dios fueron a él para que deje salir al pueblo de Israel de Egipto. En su orgullo y arrogancia, en su dureza e incredulidad, Faraón exclamó: ¿Quién es Jehová para que yo le obedezca? Se atrevió a desafiar al Altísimo y Dios aceptó el desafío diciendo a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. Dios está mostrando a Faraón quien es el Amo, quien es el que manda, quien es el soberano. Es absurdo contender con un Dios como él. Faraón no vivió para contarlo. Dios demuestra que él tiene misericordia de quien quiere tener misericordia, y que asimismo, él endurece a quien quiere endurecer. Dios es un gobernante moral del universo y hace todas las cosas según el consejo de su propia voluntad. Esto último puede representar un conflicto para algunos judíos. Si las cosas son así con Dios, entonces ¿qué culpa tiene el hombre? ¿Por qué Dios inculpa? Sobre esto trata Romanos 9:19-29. Dios está en todo su derecho para inculpar por varios motivos. Primero, por su condición como Dios. Romanos 9:19-21 dice: “Pero me dirás: ¿Por qué pues inculpa? Porque ¿quién ha resistido su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un baso para honra y otro para deshonra?” La objeción se plantearía así: ¿Cómo puede Dios culpar a alguien por ser pecador y por ser incrédulo, cuando él ha determinado soberanamente el destino de esa persona? La respuesta de Dios es por medio de una ilustración. La ilustración del vaso de barro y del alfarero. Que un mero hombre, limitado en todo sentido cuestione a Dios los motivos para salvar en su gracia soberana a algunos, sería equivalente a que una pieza de alfarería cuestione las motivaciones que tuvo el alfarero para hacerla como está. Dios es Dios y él está en su derecho de hacer lo que él quiera. Lo que él haga siempre estará de acuerdo con la santidad de su carácter, de modo que jamás hará algo malo o inmoral o injusto. Dios simplemente es así. Segundo, por su refrenamiento de la ira. Romanos 9:22 dice: “Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción.” Dios pudo en justicia destruir a los pecadores justo después de que cometieron su primer pecado, pero no lo hizo, sino que los soportó con paciencia. De esta manera mostró su ira e hizo notorio su poder. Dios simplemente opera en una esfera tan distinta a la del hombre. Tercero, por su gloria. Romanos 9:23-24 dice: “y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles” Dios muestra su ira y hace notorio su poder para con los vasos de ira, pero a la vez Dios hace notoria las riquezas de su gloria y las muestra a los vasos de misericordia, que él mismo preparó de antemano. ¿De qué manera? Llamándolos, sin distinción tanto judíos como gentiles. La gloria de Dios se manifiesta con luz propia cuando en su gracia soberana toma a pecadores condenados, los transforma y los rodea de gloria para que compartan su propia gloria. Cuarto, por el testimonio de algunos profetas. Romanos 9:25-29 dice: “Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, allí serán llamados hijos del Dios viviente. También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo; porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud. Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.” No debería ser una novedad que Dios actúe en gracia soberana para los gentiles así como lo hizo con los judíos, porque después de todo en las mismas Escrituras de los judíos, respetados profetas como Oseas e Isaías anunciaron de antemano que Dios está por llamar pueblo suyo a pueblo que no era de él, es decir a los gentiles. Estos gentiles, ahora pueblo escogido de Dios llegarían a ser hijos del Dios viviente. Isaías por su lado profetizó que no todo judío es hijo de Dios en el sentido de ser salvo sino solamente un remanente, una pequeña porción. Sino fuera por este remanente, Israel hubiera sido exterminada como lo fueron ciudades poderosas como Sodoma y Gomorra. Por todo este razonamiento, Dios está en su perfecto derecho de inculpar al pecador, judío o gentil, que no cree en Cristo y le recibe como Salvador. Esto se hace evidente en la conclusión de este capítulo. Romanos 9:30-33 dice: “¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por la fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado.” Esta es la conclusión de todo este capítulo. En la soberana gracia de Dios, los gentiles que no eran nadie, no tenían nada, y no esperaban nada, por la fe en Cristo encontraron la justicia y fueron justificados. En cambio los judíos, como nación, quienes tenían un gran nombre, tenían todos los privilegios y esperaban todas las promesas, no alcanzaron la justicia. ¿La razón? Israel iba tras una ley de justicia, pero iba tras ella no por fe, sino tratando de ganarse la justicia por sus propios méritos, o por las obras de la ley, pero tropezaron en la piedra de tropiezo. La piedra de tropiezo es poner la fe en la persona de Cristo Jesús. De modo que desde siglos antes, el Antiguo Testamento había predicho que Israel rechazaría a su Mesías, ilustrando que la condición de dureza del corazón por parte de Israel es consistente con los tratos de Dios para con Israel y con las propias Escrituras.

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