Características de la vida del apóstol Pablo

Es motivo de gran gozo para mí, saber que usted nos está escuchando, amiga, amigo oyente. El Ministerio Internacional La Biblia Dice… le extiende una muy cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos casi por terminar el estudio del libro de Romanos, en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En instantes más nos acompañará David Logacho para mostrarnos algunas características de la vida del apóstol Pablo, las cuales le permitieron tener un ministerio tan fructífero.

Que grato es estar nuevamente junto a usted amable oyente. Dice la palabra de Dios que así como el hierro se aguza con el hierro, así el hombre aguza el rostro de su amigo. Esto nos motiva a considerar con detenimiento la conducta de grandes hombres de Dios, como el apóstol Pablo, para imitar su conducta. Casi al finalizar la epístola a los Romanos, Pablo dijo que había sido impedido muchas veces de ir a Roma. En nuestro último estudio bíblico vimos cual fue ese impedimento que tuvo Pablo. Pero las cosas se estaban dando como para que Pablo pueda cumplir con su deseo de ir a Roma. Esta es la circunstancia que nos permitirá admirar algunas características de la vida de Pablo que se tradujeron en un ministerio tan fructífero. Mi deseo es que usted amable oyente imite estas características, para que su ministerio sea igualmente fructífero. Dicho esto, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Romanos 15:23-33. Permítame leer este pasaje bíblico. Dice así: “Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros. Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales. Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España. Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo. Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta; para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros. Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.” Allí lo tiene amable oyente. Lo primero que notamos es la diligencia de Pablo en la ejecución de su ministerio. Pablo no era ese tipo de siervo que anda como pollo, picando aquí y allá en búsqueda de algo que le satisfaga. Pablo cubrió una basta región con el evangelio de Cristo y cuando terminó, se dispuso a ir a Roma. Es muy negativo para el testimonio personal de un siervo de Dios el comenzar muchas cosas y no terminar ninguna. En segundo lugar, notamos el amor de Pablo hacia los creyentes, aún sin conocerles personalmente. Pablo dice que desde hace muchos años tenía una pasión por compartir personalmente con los creyentes de Roma. ¿Tiene usted esta pasión por los hermanos en la fe, amable oyente? O es como los políticos que solamente se interesan por la gente en época de elecciones. En tercer lugar, observamos que Pablo tenía un claro y específico plan de trabajo. Su plan consistía en saturar con el evangelio de Cristo, Jerusalén, sus alrededores, y llegar hasta España. Su plan se estaba desarrollando perfectamente, y había cubierto ya toda la región desde Jerusalén hasta Ilírico. Sólo faltaba cruzar el Mar Adriático para llegar a Italia y de allí no distaba mucho España. Los siervos de Dios adolecemos de una gran falla. No planificamos bien nuestro ministerio. No nos ponemos las metas hacia donde queremos llegar y por eso pasamos vegetando buena parte de nuestra vida. Sin un plan de trabajo, sin metas a alcanzar, somos como un barco a la deriva. No hay nada de malo en formular un plan de trabajo y someternos a ese plan. Jesús lo tenía, Pablo lo tenía, y ¿Por qué no, usted y yo? En cuarto lugar, Pablo siempre pensaba en maneras de involucrar a todos los creyentes en su ministerio. Pensando en los creyentes de Roma, a quienes esperaba visitar en el futuro cercano, Pablo dice que quería que ellos le encaminen a España. Encaminar en este caso significa que le provean de todo el apoyo, tanto material como espiritual para que Pablo pueda cumplir con su deseo de ir a España. La obra de Dios no es sólo de un hombre. Para hacer la obra de Dios se necesita de un equipo de personas. Unos son los que van, otros son los que quedándose oran por los que van y sobre todo, proveen de los medios materiales para satisfacer las necesidades de los que van. ¿Está usted involucrando a toda la congregación en su ministerio? No olvide que en la obra del Señor no tienen lugar los llaneros solitarios. En quinto lugar, Pablo ponía particular atención a los creyentes necesitados. Pablo no se ocupaba sólo de los asuntos espirituales de los creyentes sino también de los asuntos materiales. Por ejemplo, en sus días hubo una gran hambruna en Judea. Muchos creyentes judíos estaban sufriendo las consecuencias de esta hambruna. Cuando Pablo lo supo, no sólo se puso a orar para que Dios provea para las necesidades de esos creyentes sino que se puso a trabajar para levantar fondos para esos creyentes necesitados. Los hermanos de una región llamada Macedonia y de otra región llamada Acaya respondieron maravillosamente a la invitación de Pablo a ofrendar para los creyentes de Judea. Estos creyentes de Macedonia y Acaya reconocieron que eran deudores de los creyentes judíos, debido a que por la defección de los judíos, fue que se abrió el camino para que los gentiles tengan entrada al lugar de bendición. En respuesta, los creyentes gentiles se sintieron impulsados a devolver ese favor espiritual por medio de entregar bienes materiales. Aquí yace un principio bíblico imposible de ser ignorado. Los que reciben beneficios espirituales deben retribuir esos beneficios espirituales por medio de entrega de bienes materiales. Piense en algún pastor o en algún ministerio que trae tanto beneficio espiritual a su vida. ¿Está retribuyendo de alguna manera a este pastor o a este ministerio, con sus bienes materiales? Tal vez estará orando por ellos. Eso es muy bueno, pero no es todo lo que debe hacer. Es indispensable que también entregue algo material para el sustento de ese pastor o ese ministerio. El plan de Pablo era llevar esa ayuda económica a Jerusalén y una vez entregada, encaminase hacia España, pasando por Roma. En sexto lugar, Pablo era en extremo optimista en cuanto a su ministerio. Estaba convencido que al ir a Roma, llegaría con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo. Los siervos de Dios bebemos ser los más optimistas en cuanto a lo que Dios hará por medio de nosotros, pero la triste realidad es que con frecuencia nos dejamos arrastrar por el pesimismo, pensando que no va funcionar, que no va a salir. Nos fijamos más en los obstáculos que en el Señor quien es más grande que el más grande de los obstáculos. Finalmente, en séptimo lugar, Pablo confiaba ciegamente en el poder la oración. Tan es así que ruega a los creyentes de Roma, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que le ayuden orando a Dios. Pablo tiene cuatro motivos de oración. Para que sea librado de los enemigos judíos que le esperaban en Jerusalén, para que los judíos reciban bien la ofrenda que estaba llevando, para que llegue con bien a Roma, y para que tenga un buen tiempo en Roma. La oración eficaz del justo puede mucho, dice la Biblia, y por eso Pablo está pidiendo que oren por él. ¿Confía así en la oración, amable oyente? Si no, debería hacerlo. Lo antes posible, comprométase a orar personalmente y pida a otros que también oren por usted. Pablo concluye esta sección de su carta con una despedida en la cual expresa su deseo personal en cuanto a los creyentes Romanos. Que el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén. Este también es mi deseo para usted, amable oyente. Que el Dios de paz sea con usted en donde quiere que usted se encuentre. Amén.

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