Introducción al libro de Romanos

Es un gozo compartir este tiempo junto a usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Comenzando el día de hoy y a lo largo de unas cuantas semanas vamos a estudiar el libro de Romanos, en la serie que lleva por título: Romanos: La salvación por gracia mediante la fe en Cristo Jesús. En esta ocasión, David Logacho nos presentará la introducción de este fascinante libro.

Al iniciar el estudio serio de cualquier libro de la Biblia es necesario examinar lo que podríamos calificar como el trasfondo del libro. Dentro de esto, se debe tomar en cuenta las circunstancias en las cuales se escribió el libro, tanto históricas como doctrinales, las personas a quienes se escribió el libro, el lugar desde donde se escribió el libro, la fecha en que se escribió el libro, el autor del libro y el tema general del libro. Pues alrededor de esto gira el estudio bíblico de hoy. En cuanto a las circunstancias históricas, diremos que estando en Efeso, casi al final de su tercer viaje misionero, Pablo tenía planes de retornar a Jerusalén temporalmente con la finalidad de entregar la ofrenda que las iglesias gentiles habían dado para ayudar a los creyentes pobres de Jerusalén, y luego emprender una gran misión que le llevaría hasta Roma, la capital del imperio romano. Hechos 19:21 nos habla de este anhelo de Pablo: “Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma” En previsión de este plan, Pablo escribió la epístola a los Romanos. Pablo tenía numerosos amigos en Roma. Intentó frecuentemente visitarlos, pero encontró impedimentos en cada ocasión. En cuanto a las circunstancias doctrinales, podemos decir que la iglesia en Roma probablemente no era grande, y consistía principalmente de gentiles, pero eran ignorantes respecto a las profundas verdades del cristianismo. Conocían algo del cristianismo, pero su conocimiento era muy superficial, jamás habían investigado por ellos mismos, ni tampoco otros se habían ocupado de enseñarles. La iglesia gentil en Roma tenía, cuando mucho, una pequeña minoría de judíos; los cuales de alguna manera habían permanecido en Roma a pesar de la expulsión de judíos ordenada por Claudio. No se conoce el origen de la iglesia en Roma. Es posible que haya comenzado con algunos judíos que estaban presentes en Jerusalén el día de Pentecostés cuando nació la iglesia, por cuando Hechos 2:10 nos informa que entre la multitud había romanos residentes tanto judíos como gentiles. Aquila y Priscila emigraron de Roma, y de acuerdo a Romanos 16:3 habían retornado a la metrópoli. En el Nuevo Testamento no existe ninguna información, ni siquiera insinuación, de que el apóstol Pedro hubiera tenido algo que ver con la fundación de la iglesia en Roma. Parece ser que la iglesia en Roma comenzó espontáneamente entre los creyentes, la mayoría de los cuales, probablemente llegaron a Roma desde otras partes del mundo. El apóstol Pablo tenía varias razones para interesarse en la iglesia en Roma. Su deseo de conocer la ciudad imperial, la necesidad que tenían los creyentes de Roma de ser más instruidos, su anhelo de frenar la actividad de cualquier grupo judaizante en una congregación de gran importancia potencial y su esperanza de obtener ayuda de ellos para cristalizar su profundo deseo de llegar hasta España con el Evangelio. En cuanto a los destinatarios de la epístola a los Romanos, su identidad aparece en Romanos 1:7 dice: “a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.” Roma tenía muchos habitantes, pero Pablo dirige su carta a un grupo selecto de esos habitantes. Son los amados de Dios y llamados a ser santos. Solamente un genuino creyente puede cumplir con las características señaladas. Todo creyente es amado de Dios. Note lo que dice Romanos 5:5 “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” Además de ser amado de Dios, todo creyente es llamado por Dios a ser santo. Esto nos habla por un lado de la obra soberana de Dios escogiendo al creyente genuino para otorgarle salvación. Por otro lado nos habla del propósito de Dios al llamar a un genuino creyente. Es para ser santo. Esto significa alguien que es tomado del mundo y puesto aparte para Dios. Si ha recibido a Cristo como su Salvador personal, usted es amado de Dios y llamado a ser santo. En cuanto al lugar de escritura de la carta a los Romanos, conforme a la opinión tradicional, Pablo la mandó desde Corinto, pero puede ser también que la mandó desde Filipos, precisamente antes de zarpar para Troas, porque Pablo afirma en los capítulos finales de Romanos que su predicación había llegado hasta Ilírico, que tenía en su poder las ofrendas que las iglesias de Macedonia y Acaya habían proporcionado para los pobres de Jerusalén, y que estaba en vísperas de embarcarse para Jerusalén para entregarlas. La carta a los Romanos fue llevada a Roma por Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea, el puerto vecino de Corinto, quien viajó a Roma. Romanos 16:1 dice: “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo.” En relación con la fecha de escritura de la epístola a los Romanos, podemos decir que en la primavera del año 56 DC, Pablo hizo los planes que ya mencionamos, con la finalidad de volver a Jerusalén con la ofrenda y en esto estaba cuando supo que sus enemigos judíos tramaban un complot contra su vida. Hechos 20:3 dice: “Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.” Comprendiendo Pablo que para sus enemigos judíos sería muy fácil eliminarlo a bordo, despachó a sus compañeros a Troas en tanto que él, en compañía de Lucas tomó camino al norte hacia Filipos por tierra, y de allí navegó a Troas precisamente después de que había terminado la fiesta de los panes sin levadura, inmediatamente después de la pascua. Es muy probable entonces que Romanos fue escrito alrededor de este tiempo, es decir en año 56DC. Con respecto al autor de la carta, como ya es obvio, se trata del apóstol Pablo. Sobre esto, jamás ha habido duda alguna. Romanos 1:1 dice: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios” La Epístola a los Romanos ocupa el sexto lugar en el orden cronológico de los escritos de Pablo. Finalmente, con respecto al tema general de la epístola a los Romanos, podríamos decir que fue escrita como sustituto a un contacto personal inmediato y como preparación para hacer de la iglesia de Roma un centro misionero comparable a Antioquia, Éfeso, Filipos y otras ciudades en donde Pablo había trabajado. Romanos, pues, a diferencia de las epístolas a los Corintios, no está dedicada esencialmente a la corrección de errores tanto como a la enseñanza de la verdad. Aunque no abarca todos los campos del pensamiento cristiano, porque por ejemplo la escatología, o la doctrina sobre las últimas cosas, es escasa, nos da la más completa y más sistemática perspectiva del alma misma del cristianismo, como no se encuentra en ninguna otra de las epístolas paulinas, con la única posible excepción de Efesios. La mayor parte de las epístolas paulinas son de naturaleza controversial o correctiva, pero Romanos es esencialmente didáctica. El tema general de Romanos es la revelación de la maravillosa justicia de Dios al hombre, con la aplicación a sus necesidades espirituales. El tema resulta por tanto básico en toda experiencia cristiana, porque el hombre no puede establecer un entendimiento con Dios sin que previamente se haya establecido la base adecuada para un acercamiento entre ambos. Romanos ha sido durante mucho tiempo el principal fundamento de la teología cristiana. La mayor parte de los términos técnicos, teológicos, tales como justificación, imputación, adopción y santificación han sido tomadas del vocabulario de esta epístola, y la estructura de su argumento provee la espina dorsal del pensamiento cristiano. Su método lógico es evidente. Primero se anuncia el tema: El evangelio es poder de Dios para salvación a todo el que cree. La necesidad de ese poder se manifiesta por el estado de postración espiritual del mundo entero, tanto judío como gentil, de modo que no hay justo ni aun uno. Por tanto, si todos están necesitados y condenados, el auxilio debe venir desde afuera, proveyendo para ellos a la vez, la justicia legal y la personal. Esta se encuentra en Cristo a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados. Puesto que el pecador no puede ganar su salvación, tiene que aceptar esta justicia por la fe. Individualmente y racialmente, el hombre queda restaurado a la posición de justo delante de Dios por medio de la gracia manifestada en Cristo. Los capítulos 6 8 se ocupan de los problemas personales que surgen de las nuevas relaciones espirituales. Los capítulos 9 a 11 tratan la cuestión de si Dios ha invalidado el pacto que por la ley fue establecido con Israel, por haber procedido ahora él mismo a establecer la salvación por medio de la fe. La última parte es la sección práctica del libro de Romanos en la cual Pablo hace una certera aplicación ética de la salvación descrita en los primeros once capítulos. Pues que Dios en su gracia nos dé la necesaria sabiduría para apreciar en toda su magnitud esta salvación tan grande.

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