Propiciación

Es un gozo estar nuevamente junto a usted amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… le extiende cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy con David Logacho. Estamos estudiando el libro de Romanos en la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Jesucristo. En esta oportunidad vamos a maravillarnos del hecho que Cristo Jesús es nuestra propiciación. Tal vez la palabra, propiciación, le suene un tanto extraña. Si ese es el caso, continúe en la sintonía de este programa, y estoy seguro que no sólo comprenderá el significado de la palabra sino lo mucho que significa para la seguridad eterna de su alma.

En nuestro último estudio bíblico, vimos que el pecador que confía en Cristo Jesús y le recibe como su único y personal Salvador, es justificado gratuitamente por la gracia de Dios, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Según esto, al morir en la cruz del calvario, Cristo Jesús pagó con su vida el rescate exigido por Dios para que el pecador que cree en Jesucristo, quede libre de pagar lo que debe a Dios por ser pecador y de esa manera, pueda ser declarado legalmente justo por Dios. En este punto, Pablo se deja cautivar por la persona y obra de Jesucristo para declarar cosas maravillosas sobre él. Romanos 3:25 en su primera parte dice: “a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre” Note que todo esto que estamos hablando es idea de Dios, no es idea del hombre. Fue Dios quien puso a Jesucristo como propiciación por medio de la fe en su sangre. Pero ¿Qué significa esto que Jesucristo ha sido puesto por Dios como propiciación? Bueno, la palabra propiciación, es la traducción de la palabra griega “jilastérion” que literalmente significa: “Lo que satisface” Esta palabra está relacionada con una palabra griega idéntica, que se traduce como “propiciatorio”, o la tapa del arca del pacto, la cual estaba en el lugar santísimo del templo, y sobre la cual, el sumo sacerdote rociaba la sangre de un sacrificio una vez al año en el día de expiación o “yom-kippur” Esta sangre rociada sobre el propiciatorio hacía posible que un hombre pecador tenga comunión con Dios que es santo. La sangre de la víctima inocente que fue sacrificada, permitía que el pecado del hombre pecador sea cubierto temporalmente, por lo menos hasta la siguiente vez, un año después, cuando se tenía que repetir nuevamente el rito. Los sacrificios del Antiguo Testamento, no quitaban el pecado, solamente lo cubrían, pero el perfecto sacrificio de Cristo, por ser él, el Hijo de Dios, un cordero sin mancha y sin contaminación, es absolutamente suficiente para, no sólo cubrir el pecado del hombre, sino quitarlo, o borrarlo en su totalidad. Cristo Jesús, mediante su sacrificio cruento en la cruz del calvario, satisfizo todas las demandas de Dios por el pecado del hombre. Cristo Jesús es entonces la propiciación, o lo que satisface. Cristo mediante su sacrificio en la cruz es lo que satisface las justas demandas de un Dios santo ofendido por el pecado del hombre pecador y en consecuencia, el pecador que cree en Jesucristo puede ser declarado justo por Dios, o justificado. Cuando el texto que leímos habla de que Cristo es la propiciación por medio de la fe en su sangre, habla de la confianza plena y absoluta en obra de Cristo en la cruz del calvario, donde él derramó su sangre, o donde él murió en lugar del pecador. Esta fue la manera como se manifestó la justicia de Dios. La segunda parte de Romanos 3:25 dice: “para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” Mientras Cristo todavía no había sufrido por los pecados, el justo por los injustos, para traernos a Dios, no se había arreglado definitivamente el problema del pecado, porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por decirlo así, los santos del Antiguo Testamento fueron salvados “a crédito” Pero una vez que Cristo murió y resucitó la deuda se pagó en su totalidad y de esa manera se manifestó su justicia al pasar por alto, en su paciencia, los pecados pasados. No es que Dios se hizo de la vista gorda ante el pecado antes de la muerte y resurrección de Cristo. Simplemente Dios sabía que llegaría un día cuando su amado Hijo muera como sacrificio por el pecado y sobre esa base perdonó de pecados a los que por fe se acercaron a él. Ahora que vivimos después de que Cristo murió y resucitó, podemos mirar atrás al momento cuando Dios derramó su ira sobre su amado Hijo, y podemos reconocer que Dios es por un lado el justo, porque no escatimó ni la vida de su Hijo unigénito, sino que derramó su juicio sobre él en la cruz del calvario, y además el que justifica, o el que declara justos, no a todos, sino solamente a los que son de la fe de Jesús, o a los que confían en Jesús como su personal Salvador. Habiendo expuesto todo esto, Pablo muestra que el plan de Dios para declarar justo al pecador que deposita su fe en Cristo Jesús, no da ocasión al pecador para jactarse. Romanos 3:27 dice: “¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.” En el plan de Dios para declarar justo al pecador que confía en Cristo como Salvador, no hay lugar para que el pecador justificado se jacte. La jactancia queda excluida, dice el texto. Lo que excluye la jactancia no es la ley de las obras, o el cumplimiento de la ley, porque el cumplimiento de la ley más bien motiva la jactancia por parte de quien cumple la ley. Lo que excluye la jactancia es otra ley, la ley de la fe. Quien por fe se ha acercado a Dios por medio del sacrificio de Cristo en la cruz, no tiene en absoluto, razón alguna para la jactancia, porque no ha hecho ningún mérito para ser declarado justo por Dios. Acto seguido, Pablo da el toque final a todo lo que ha venido diciendo desde que comenzó a escribir su carta. Es una conclusión magistral. Romanos 3:28 dice: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” Esta es la infalible y eterna palabra de Dios en cuanto a cómo es justificado o declarado justo por Dios, el hombre pecador. No es por las obras de la ley, o por el cumplimiento estricto de la ley de Dios, tampoco es por buenas obras. Es única y exclusivamente por fe. Fe, o confianza total en la persona y obra de Cristo Jesús. Finalizando esta sección, Pablo muestra que Dios no hace acepción de personas. El trato que reciben los judíos es el mismo trato que reciben los no judíos o los gentiles. La forma como se salvan los judíos es la misma forma como se salvan los gentiles. Note lo que dice Romanos 3:29-30 “¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.” Dios no puede ser de propiedad exclusiva de determinadas personas o de determinados grupos de personas. Dios puede ser Dios de los judíos y ciertamente también Dios de los gentiles. Dios desea comunión personal con todo ser humano, sin importar si es judío o gentil. Por su parte, el hombre, sin importar si es judío o gentil, tiene que someterse a la manera diseñada por Dios para poder ser justificado o declarado justo por él. Por eso es que el texto leído dice que Dios justificará por medio de la fe a los de la circuncisión, es decir a los judíos, y de igual manera, Dios justificará pro medio de la fe a los de la incircunsición, es decir a los gentiles. En otras palabras, tanto judíos como gentiles tienen las mismas oportunidades para ser declarados justos por Dios y Dios demanda la misma forma de acercamiento a él tanto por parte de los judíos como por parte de los gentiles. Dios no hace distinción de personas. Pero esta declaración por parte de Dios a través de Pablo, podría ser mal interpretada por muchos judíos y no pocos gentiles pensando que la fe ha invalidado la ley. Esto sería muy grave porque Pablo podría ser acusado de estar en contra de la ley. Veamos como Pablo enfrenta este posible cuestionamiento. Romanos 3:31 dice: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.” Pablo afirma que en ninguna manera la fe invalida la ley. Mas bien todo lo contrario, la fe confirma la ley. ¿De qué manera? Primero, por medio de proveer el pago de la pena de muerte que la ley exige a los que fallan en su cumplimiento. Segundo, por medio de cumplir el propósito original de la ley, la cual sirve como un ayo o un tutor para enseñar al hombre la imposibilidad de cumplir con las justas demandas de Dios y para guiar al pecador a Cristo. De esta manera, la fe confirma la ley. Terminando ya, Pablo ha sido claro en su conclusión que el hombre es justificado por fe, sin las obras de la ley. La pregunta es: ¿Ha sido ya declarada o declarado justo por Dios? Si su respuesta es afirmativa, gracias a Dios. Pero si su respuesta es negativa o tal vez está en duda, entonces este es el momento ideal para que usted ponga su fe o su confianza absoluta en Cristo Jesús y lo reciba como su personal Salvador. Si lo hace de corazón, será justificado por Dios, o declarado justo por Dios y en consecuencia obtendrá eterno perdón de todos sus pecados y la esperanza viva de pasar la eternidad en el cielo.

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