Incalculable fortuna que tenemos en Cristo

Reciba cordiales saludos amable oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el libro de Colosenses en la serie titulada: La supremacía de Cristo. Un hombre viudo tenía un solo hijo. La situación económica de los dos era tan precaria que el hijo decidió buscar su propio rumbo en la vida tan pronto sea factible. Así que los dos se separaron. A partir de ese momento, la vida sonrió a uno e hizo una mueca al otro. Con lo poco que le quedaba, el padre comenzó un negocio que llegó a ser muy próspero y se hizo millonario. En cambio el hijo, por más que intentó no logró salir de la pobreza y no lo quedó más que mendigar para sobrevivir. Luego de varios años, en un frío invierno, el hijo estaba pidiendo dinero en una congestionada estación de tren. Acercándose a un hombre anciano tocó su hombro y le dijo: Señor, ¿no me daría unos cuantos centavos para tomar un café? El anciano se volvió y no podía creer lo que tenía ante sus ojos. Era su propio hijo. Le dijo: Hijo mío. ¿Qué haces aquí mendigando? Te he estado buscando todos estos años. Yo ya estoy demasiado viejo para seguir al frente del negocio y quería que tú tomes las riendas. Mientras iban juntos en la lujosa limosina del padre, el hijo pensaba en tantos días que tuvo que pasar sin comer, en las heladas noches que tuvo que dormir en la estación del tren, sin saber que era el único heredero de una cuantiosa fortuna y un floreciente negocio. Así como el hijo de esta historia, existen muchos creyentes que son dueños de una cuantiosa fortuna espiritual, pero viven como mendigos espirituales. Una de las razones por las cuales los creyentes no pueden aprovechar de su fortuna espiritual es porque no saben lo que poseen. Si una persona no sabe lo que posee, no podrá aprovechar de su fortuna, no importa si la fortuna es mucha o poca. En el estudio bíblico de hoy, veremos algo de la incalculable fortuna que tenemos en Cristo.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Colosenses capítulo 2 versículos 9 a 13. En este pasaje bíblico tenemos la descripción de una parte de nuestra fortuna espiritual en Cristo. Lo primero que notamos de nuestra riqueza espiritual es la plenitud espiritual. Colosenses 2:9-10 dice: Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
Col 2:10  y vosotros estáis completos en él,  que es la cabeza de todo principado y potestad.
Recordemos que uno de los propósitos de Pablo al escribir la carta a los Colosenses era refutar la falsa doctrina de los gnósticos. Los gnósticos decían que Cristo no es Dios, que Cristo no es suficiente, que Cristo es sólo un a de las muchas emanaciones de Dios. Que está bien tener a Cristo, pero que hace falta algo más. Ante este descaro, Pablo dice: Creyentes de Colosas, quiero decirles que Cristo es todo. En Cristo habita la plenitud de la deidad. Es decir, la suma de todos los atributos divinos. El verbo habitar indica residencia permanente. Los gnósticos creían que Cristo recibió poderes divinos en algún momento, pero después los entregó, antes de morir. Pablo dice: Eso es falso, en Cristo permanece eternamente la suma de los atributos divinos, por tanto él es Dios. Pero además, Pablo dice que en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la deidad. Esto era una bofetada para los gnósticos, porque ellos creían que Dios no puede habitar en un cuerpo material. En Cristo entonces tenemos que la plena humanidad se confunde con la plena deidad. Siendo así, entonces, los creyentes estamos completos en él. No nos hace falta nada más. Puede ser que no estemos disfrutando de su plenitud, pero eso será no por falta de Él sino por falta nuestra. Inexplicablemente hemos decidido no aprovechar de la plenitud de Cristo. Cristo es la cabeza de todo principado y potestad. Esto también era otra bofetada para los gnósticos. Los gnósticos creían que existe un complejo sistema angélico y que Cristo era solamente uno de esos muchos ángeles. Pablo dice: Eso es falso. Cristo es la cabeza de todos los seres angélicos. Para qué ocuparse con los ángeles si podemos ocuparnos directamente con quien los creó. Si usted tiene a Cristo, tiene todo, no le hace falta nada. No ande por acá y por allá buscando ese algo más que le haga sentirse satisfecho. Cristo es todo lo que usted necesita. Aparte de él no hay nada más. La segunda riqueza que los creyentes poseemos en Cristo es una circuncisión espiritual. Colosenses 2:11 dice: En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano,  al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal,  en la circuncisión de Cristo;
La circuncisión es el rito típicamente judío, pero tiene un significado espiritual. Espiritualmente significa el despojarse de la tendencia pecaminosa de la naturaleza caída del hombre. El creyente ha sido circuncidado espiritualmente en Cristo. A esto se refiere la frase: Circuncidado con circuncisión no hecha a mano. El ser circuncidado espiritualmente se obtuvo por medio de la circuncisión de Cristo. La circuncisión de Cristo se refiere a su muerte y resurrección. Cuando Cristo murió y resucitó, obtuvo una victoria contundente y final sobre el pecado. Jesucristo no sólo murió por nuestros pecados sino también murió al pecado. Romanos 6:10 dice: Porque en cuanto murió,  al pecado murió una vez por todas;  mas en cuanto vive,  para Dios vive.
Lo que la ley no pudo lograr, lo logró Jesucristo en la cruz. Nuestra vieja naturaleza o el cuerpo pecaminoso carnal quedó privado de poder con la muerte de Cristo. Esto significa que los que somos creyentes quedamos libres de vivir esclavizados de nuestra antigua naturaleza. La antigua naturaleza no ha sido erradicada, pero ha perdido el poder que antes tenía. Un creyente que aprovecha de esta riqueza en Cristo no tendría por qué pecar. Una tercera riqueza espiritual que todo creyente posee en Cristo es una sepultura espiritual. Colosenses 2:12 en su primera parte dice: sepultados con él en el bautismo,
Cuando un creyente recibe a Cristo como Salvador es bautizado por Cristo en el Espíritu Santo, y lo demuestra bautizándose en agua. El bautismo en este caso simboliza la identificación del creyente con Cristo. Todo lo que es Cristo es también el creyente. Cristo murió, el creyente murió. Cristo fue sepultado, el creyente fue sepultado. Cristo resucitó, el creyente resucitó. La sepultura específicamente tiene que ver con una separación. Antes de ser salvo, el creyente pertenecía a un mundo de maldad, después de ser salvo, el creyente es sepultado en lo que se refiere a este mundo, ahora vive en un mundo totalmente diferente, lleno de experiencias espirituales que antes no podía disfrutar. La cuarta riqueza espiritual de todo creyente en Cristo es que ha resucitado espiritualmente. Colosenses 2:12 continúa diciendo:  en el cual fuisteis también resucitados con él,  mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
Habiendo muerto a su antigua vida y habiendo sido sepultado a esa vida, el creyente ha resucitado a una nueva vida. Un nuevo mundo lleno de significativas experiencias espirituales. Todo esto, no por mérito propio, sino por la fe en el poder de Dios, el mismo poder que resucitó a Jesucristo su Hijo. La quinta riqueza espiritual es una vida espiritual. Colosenses 2:13 dice: Y a vosotros,  estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne,  os dio vida juntamente con él,  perdonándoos todos los pecados,
Antes de recibir a Cristo, estábamos muertos espiritualmente, es decir separados de Dios, incapaces de vivir la vida de Dios. Además de ello, estábamos dominados por nuestra naturaleza pecaminosa. Pero una vez que recibimos a Cristo, pasamos a ser uno con Dios y por tanto vivimos la vida de Dios. Dios es santo, Él no tolera el pecado en su presencia. Si vamos a estar delante de Él, más vale que nuestros pecados estén perdonados y esto es exactamente lo que Cristo hizo por nosotros. Con su muerte pagó por todos nuestros pecados, por eso dice el texto que Dios no dio vida juntamente con Cristo, perdonando todos nuestros pecados. Note la palabra todos. Esto significa que Cristo murió por cada uno de los pecados que usted y o cometimos antes recibir a Cristo y por cada uno de los pecados que usted y yo cometemos después de recibir a Cristo. En realidad, Cristo murió para pagar por nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Por tanto, una persona que ha recibido a Cristo puede disfrutar de seguridad de salvación. Satanás no puede acusar a un hijo de Dios porque todos sus pecados ya han sido perdonados en Cristo. Hemos visto cinco elementos de nuestra fortuna en Cristo. Si usted es creyente esta es su riqueza. Aprovéchela viviendo una vida agradable a Dios. Si usted no es creyente, este mismo instante reciba a Cristo como su Salvador, así obtendrá la vida eterna y un cúmulo de riqueza espiritual en Cristo.

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