Tres acciones que nos conducirán a imitar a Cristo en nuestro diario vivir

Qué gozo saludarle amable oyente. Gracias a Dios por el privilegio de escudriñar su palabra. Estamos estudiando el libro de Efesios, en la serie titulada: Las Maravillas de la Gracia de Dios. En nuestro último estudio bíblico, Pablo nos mostró que los creyentes debemos andar no como los incrédulos, quienes andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón. Por contraste, Pablo mostró que los creyentes debemos seguir el ejemplo de Cristo. Esto resulta de imitar el ejemplo de Cristo. Cuando yo era niño y hacía lo que no debía, mi mamá se preguntaba a sí mismo: ¿A quién habrá aprendido? Lo que ella tenía en mente es: ¿Dónde habrá visto esa conducta que está imitando? Lo malo se imita pero también lo bueno. Por esto, el apóstol Pablo no mostrará tres acciones que nos conducirán a imitar a Cristo en nuestro diario vivir.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en el libro de Efesios, capítulo 4, versículos 22 a 24. En cada uno de estos versículos vamos a encontrar algo en común. Se trata de un verbo diferente, pero siempre conjugado en tiempo presente y en modo imperativo. Cada vez que en la Biblia aparece un verbo conjugado en tiempo presente y modo imperativo, tenemos que entenderlo como una orden o un mandato a realizar ciertas acciones que no las hemos estado haciendo o dejar de hacer ciertas acciones que las hemos estado haciendo, y todo esto en cualquier instante del tiempo. Veamos entonces cuáles son esas acciones que nos permitirán imitar el ejemplo de Cristo. El primero de ellos es: Despojaos. Efesios 4:22 dice. En cuanto a la pasada manera de vivir,  despojaos del viejo hombre,  que está viciado conforme a los deseos engañosos,
El verbo que se ha traducido como “despojarse” significa literalmente “desvestirse” De una manera muy gráfica, el apóstol Pablo está diciendo a los creyente: Desvístanse. No de la ropa por supuesto, sino ¿de qué? Pues de su pasada manera de vivir, la cual es considerada como el viejo hombre. El viejo hombre, entonces, se refiere al estilo de vida que teníamos cuando aún no éramos creyentes, o como dice Pablo: La pasada manera de vivir. Este viejo hombre es comparable a un pesado abrigo, viejo, sucio y maloliente. Pablo dice a los creyentes: Despójese de ese abrigo. Pablo nos provee de una descripción de este maltrecho abrigo. Dice que está viciado, conforme a los deseos engañosos. La palabra que se ha traducido como “viciado” significa literalmente algo corrupto moralmente, algo que va camino a su ruina total. El viejo hombre es el ropaje con el cual salimos de nuestra tumba espiritual, cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador. En el evangelio de Juan tenemos una excelente ilustración de este hecho. El cadáver de Lázaro, el gran amigo de Jesús, había estado ya por cuatro días en el sepulcro. Cuando Jesús llegó al sepulcro, Marta, la hermana de Lázaro dijo a Jesús que el cadáver ya estaba hediendo por la descomposición. Pero Jesús dio la orden: Lázaro, ven fuera, y Lázaro salió de la tumba envuelto en vendas. Lázaro volvió a la vida, pero todavía estaba envuelto en esas vendas malolientes. El Señor Jesús jamás permitiría que Lázaro pase un segundo más vestido en ese ropaje con olor a muerte y por eso ordenó a sus discípulos: Desatadlo y dejadlo ir. De esta manera, Lázaro se despojó de su mortecino ropaje. Cuando una persona recibe a Cristo como Salvador sale al mundo espiritual vestido con su viejo hombre y lo que corresponde hacerse es: Desvestirse de ese viejo hombre. Pablo además dice que el viejo hombre está viciado conforme a los deseos engañosos. El viejo hombres siempre va a prometer prosperidad, felicidad, salud, placer  y todo lo demás, a cambio de que se le obedezca en lo que pide, pero nada de lo que promete puede cumplir. Se trata de un engaño. Obedecer lo que pide el viejo hombre solamente traerá desconsuelo, desilusión, frustración y amargura. Esto es lo único que se puede obtener de satisfacer los deseos del viejo hombre. Todos los creyentes entramos al ambiente espiritual vestidos del viejo hombre y por eso tenemos el mandato de despojarnos de él. Sáquese inmediatamente ese maltrecho abrigo. En el versículo 23 del capítulo 4 de Efesios encontramos el otro verbo conjugado en tiempo presente y modo imperativo. La Biblia dice: y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
El verbo que se ha traducido como “renovaos” significa literalmente: Hacerse joven. Es una renovación que se origina en el interior, porque el texto dice: En el espíritu de vuestra mente. La conversión ocurre en determinado instante del tiempo, pero a partir se ese instante comienza todo un proceso de renovación. Por medio de Cristo llegamos a tener una nueva posición en su creación, pero día a día debemos apropiarnos de lo que él nos ha dado, por la fe. La palabra de Dios renueva la mente mientras nos sometemos a ella. En la medida que entendemos la palabra de Dios, ésta va transformando gradualmente nuestra mente. Esta es la razón por la cual reviste tanta importancia el que día a día tengamos la costumbre de alimentar nuestra mente con la palabra de Dios. Note lo que dice Proverbios 23:7 Porque cual es su pensamiento en su corazón,  tal es él. 
Una mente saturada de la palabra de Dios producirá una vida renovada en el Espíritu. Hemos considerado ya dos verbos conjugados en tiempo presente y modo imperativo: Despojaos del viejo hombre y renovaos en el espíritu de vuestra mente. El tercer verbo conjugado en tiempo presente y modo imperativo aparece en Efesios 4:24. La Biblia dice: y vestíos del nuevo hombre,  creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
El despojarse del viejo hombre es la acción inicial de todo un proceso. El proceso tiene que ver con renovarse en el espíritu de nuestra mente. Pero hay más. Debe continuar con un vestirse del nuevo hombre. El nuevo hombre es la nueva naturaleza del creyente. 2 Corintios 5:17 dice: De modo que si alguno está en Cristo,  nueva criatura es;  las cosas viejas pasaron;  he aquí todas son hechas nuevas.
El nuevo hombre es creado, no restaurado. Es nuevo en el sentido que nunca antes existió hasta el momento que la persona recibió a Cristo como su única y personal Salvador. También es nuevo en comparación con el viejo hombre. El viejo hombre está condenado a la decadencia, no tiene esperanza de restauración, en cambio el nuevo hombre está en constante proceso de renovación. El nuevo hombre tiene un nuevo corazón para amar a Dios, una nueva mente para conocer a Dios y una nueva voluntad para obedecer a Dios. El nuevo hombre ha sido creado según Dios, esto significa según el modelo de Dios. De este nuevo hombre nos habla el apóstol Juan en 1 Juan 3:9 donde leemos lo siguiente: Todo aquel que es nacido de Dios,  no practica el pecado,  porque la simiente de Dios permanece en él;  y no puede pecar,  porque es nacido de Dios.
El nuevo hombre es creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad. Estas son cualidades divinas, porque divina es la nueva naturaleza. Hemos considerado tres verbos conjugados en tiempo presente modo imperativo, los cuales son mandatos para todos los creyentes en cualquier instante del tiempo. El primero fue: Despojarse del viejo hombre. El segundo, renovarse en el espíritu de nuestra mente y el tercero vestirse del nuevo hombre. La gran pregunta es: ¿Estamos cumpliendo con estos mandatos? Quiera Dios que sí, porque de otra manera no estamos aprovechando todo lo que somos y tenemos en Cristo. ¿Qué le parecería un hombre que tiene una cuantiosa fortuna a su disposición, pero sin embargo, vive en harapos, sin bañarse, durmiendo debajo de los puentes y comiendo lo que puede encontrar en la basura? Sería algo  absurdo, ¿verdad? Pues igualmente absurdo es el creyente que a pesar de lo que es y tiene en Cristo vive todavía de la manera como vivía antes de recibir a Cristo como Salvador. Si Dios nos pide que nos despojemos del viejo hombre, que nos renovemos en el espíritu de nuestra mente y que nos vistamos del nuevo hombre, es porque tenemos la capacidad de hacerlo. Solamente nos falta la voluntad de hacerlo. ¿Lo hará hoy?

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