La gran comisión

Es muy grato saludarle amable oyente y darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Mi nombre es David Araya y quiero anunciarle que este es el último estudio bíblico de la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores, la cual se fundamenta en el Evangelio según Mateo. En instantes más estará junto a nosotros David Logacho para hablarnos acerca de lo que se conoce como: La gran comisión.

Gracias David y gracias a usted amiga, amigo oyente por su gentil sintonía. Efectivamente hemos llegado al último estudio bíblico en el libro de Mateo. Estoy seguro que Dios habrá edificado grandemente su vida espiritual por medio de su Palabra en este maravilloso libro. Así que, si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo capítulo 28, a partir del versículo 16. A manera de introducción, conforme a lo que el Señor Jesús resucitado pidió a sus once discípulos, por medio de María Magdalena y la otra María, éstos se dirigieron de Jerusalén hacia Galilea. Veamos lo que sucedió una vez que llegaron. Permítame leer el texto en Mateo 28:16-17. La Biblia dice: Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
Los once discípulos sabían de antemano el lugar en Galilea donde debían esperar al Señor Jesús resucitado. Mateo dice simplemente que se trataba de un monte en aquella región. La región de Galilea debe haber sido escogida porque muchos de los discípulos del Señor Jesús eran de aquella región. Es muy posible que además de los once discípulos hayan estado presentes en aquel monte muchas más personas de la región de Galilea. Tal vez fue a esta reunión a la que se refiere el apóstol Pablo en 1 Corintios 15:6 cuando dice que el Señor Jesús resucitado apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Ya me imagino la expectativa que habrá habido en los once discípulos y en el resto de gente, mientras esperaban el arribo del Señor Jesús resucitado. Cuando llegó, sus discípulos y la gente que estaba allí, hicieron lo apropiado. Mateo dice que le adoraron. Solamente Dios es digno de adoración y como el Señor Jesús es Dios, tiene todo el derecho de ser adorado. En esta ocasión los adoradores eran solamente los once discípulos y la gente que les acompañaba, tal vez unos quinientos en total, pero algún día, los que le adoremos cara a cara seremos millones de toda tribu, toda lengua y toda nación. ¡Qué maravilloso será aquel momento! Pero mientras estemos a este lado del cielo, no existe adoración perfecta al Señor Jesucristo. Mateo no deja escapar el hecho que entre la gente, había algunos que dudaban. No se puede saber con certeza si entre los que dudaban estaban algunos de los once discípulos del Señor Jesús. Acto seguido, el Señor Jesús pronuncia lo que se conoce como la gran comisión. Se encuentra en Mateo 28:18-20. La Biblia dice: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Estas son las últimas palabras del Señor Jesús resucitado, registradas por Mateo. En ellas expresa el solemne encargo a sus discípulos, encargo que muy bien se lo conoce como la gran comisión. El encargo es grande por la persona que lo hizo. El encargo es grande por la importancia que tiene para el desarrollo de la iglesia. Quien hace el encargo es el Señor Jesús resucitado, a quien se le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. A raíz de su muerte y resurrección, al Señor Jesús le fue dada toda la potestad o toda la autoridad en el cielo y en la tierra. Él es el soberano Señor en el cielo y en la tierra. El tiempo de su humillación ha llegado a su fin y ha comenzado el tiempo de su exaltación, el cual durará por la eternidad. Siendo así, el Señor Jesucristo resucitado tiene toda la autoridad para otorgar vida eterna a todo aquel que en él cree. En su oración intercesora, el Señor Jesús dijo lo siguiente, según Juan 17:1-2 Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
Es sobre la base de toda la potestad que al Señor Jesucristo le ha sido dada, que el Señor Jesucristo entrega su encargo a sus discípulos. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones. El verbo de esta frase es “hacer discípulos” Lo que se ha traducido como “Id”, en el idioma Español, es en realidad un participio en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento. El énfasis de lo que está diciendo el Señor Jesús, no está en el ir sino en el hacer discípulos. Tal vez si tradujéramos el participio como un gerundio, nos daría el sentido correcto de las palabras del Señor Jesús. Lo que está diciendo es: Yendo, haced discípulos a todas las naciones. La idea es que en cualquier lugar donde estén los discípulos deben tener como prioridad el hacer más discípulos. El mundo en general es el campo misionero para que los creyentes hagan discípulos. Pero reflexionemos un poco sobre esto de hacer discípulos. Un discípulo es aquel que imita en su modo de vivir y en su modo de pensar a su maestro. El maestro es el Señor Jesús. Hacer discípulos tiene que ver entonces con que personas lleguen a conocer al Señor Jesús como su Salvador personal y mediante un proceso de aprendizaje lleguen a imitar la conducta y el pensamiento del Señor Jesús. Por esto se asume que el primer paso para hacer discípulos es predicar el evangelio. Nadie puede ser un discípulo del Señor Jesús, si primeramente no lo ha recibido como Salvador personal. Esta idea se confirma en lo que el Señor Jesús dijo a continuación: Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Esto tiene que ver con el bautismo en agua. El bautismo en agua es un testimonio público de la fe en la persona y obra del Señor Jesucristo. Es admitir públicamente que he depositado mi fe en la persona de Cristo Jesús y lo he recibido como mi Salvador personal. Al bautizarnos en agua estamos proveyendo una poderosa lección objetiva en cuanto a que hemos muerto con Cristo y hemos resucitado a una nueva vida junto a él. En este pasaje bíblico yace lo que se conoce como la fórmula bautismal. El bautismo se debe hacer en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En esto se encuentra una fuerte evidencia de la trinidad. El texto no dice en los nombres, plural, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El texto dice en el nombre, singular, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Son tres personas, distintas entre ellas, cada una de la misma esencia, pero no son tres dioses sino un solo Dios verdadero. Pero note amable oyente, que la decisión de recibir a Cristo como Salvador y la acción subsiguiente de ser bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no es el fin sino el comienzo de algo. Es el comienzo de una vida dedicada al Señor. Aquí es donde entra la fase de la enseñanza. Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, dijo el Señor Jesucristo. Esto es lo que se llama el discipulado. Discipulado es cuando un creyente maduro se pone junto a un creyente tierno para enseñarle de una manera práctica, por medio de su ejemplo, a imitar al Señor Jesucristo. Una gran debilidad de la iglesia hoy en día es justamente el abandonar a los que acaban de recibir al Señor Jesús como su Salvador. Esto produce creyentes condenados a una permanente infancia espiritual. Así como a un bebé recién nacido le hace falta el cuidado, la guía, la instrucción de sus padres, a un bebé espiritual, recién nacido espiritualmente también le hace falta el cuidado, la guía, la instrucción de un creyente maduro. Todo el proceso de hacer discípulos no es fácil, pero por eso, el Señor Jesús resucitado pone a disposición de los creyentes el poder inagotable que emana de su persona. Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. La presencia personal del Señor Jesús, garantiza el poder, la fortaleza para cumplir con la gran comisión. Esto significa que desde el punto de vista divino, está todo hecho para que los discípulos del Señor Jesús cumplan con el encargo o la comisión de ir, y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que el Señor Jesús ha mandado. La gran pregunta sería amable oyente: Si usted ya es un discípulo de Cristo, ¿está cumpliendo con el encargo o la comisión del Señor Jesucristo? Cualquier razón que tenga para no hacerlo, es simplemente una excusa, por cuanto en Cristo Jesús tiene todo para poder cumplir con la gran comisión. Lo único que falta es su decisión voluntaria.
De esta manera, llegamos al fin del estudio bíblico del evangelio según Mateo. Ha sido muy edificante mirar a nuestro glorioso Señor Jesús, como el Rey de reyes, como el Señor de señores, como el Cristo, como el Mesías de Israel. Mi oración es que lo que ha estudiado no sea solamente alimento para su mente, para su intelecto, sino que sea la norma para su diario vivir. Que el Señor le bendiga.

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