Pasión del Señor Jesús en manos de Caifás

Hola mi amiga, mi amigo. Mi nombre es David Araya y a nombre de La Biblia Dice… le extiendo una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más, David Logacho nos hablará sobre la pasión del Señor Jesús en manos de Caifás, de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.

Gracias David, y gracias a usted amable oyente por su gentil sintonía. En nuestro último estudio bíblico, dejamos al Señor Jesús a merced de una turba armada de espadas y palos. Una vez hecho prisionero, el Señor Jesús va a entablar un pequeño diálogo con ellos. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Mateo 26 a partir del versículo 55. Permítame leer el texto entre los versículos 55 a 56. La Biblia dice: En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
Aquella hora, se refiere al momento que el Señor Jesús fue arrestado. Era de noche. El Señor Jesús comienza por hablar a la turba que le arrestó. Les hizo una pregunta: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Esto era para mostrar lo innecesario de esa exagerada demostración de animosidad por parte de la turba. ¿Acaso la turba no conocía al Señor Jesús? ¿Acaso la turba no sabía que el Señor Jesús jamás había hecho uso de violencia para defenderse a sí mismo o a los suyos? No hacía falta que la turba actúe como si estuviera arrestando a un peligroso ladrón armado. El Señor Jesús recordó a la turba que cada día se sentaba con ellos enseñando en el templo, y sin embargo no le arrestaron. La única explicación posible es que estaba en acción un poder sobrenatural. Era el poder de Dios moviendo los hilos de las circunstancias para hacer posible que se cumplan las Escrituras de los profetas. Los profetas habían anunciado de antemano el sufrimiento del Cristo, del Mesías, del Rey de Israel. Al terminar de hablar a la turba, los once apóstoles huyeron, dejando solo al Señor Jesús. ¿Solo? No del todo. Todavía estaba su Padre a su lado. Más tarde, aún el Padre tendría que abandonarlo. ¿Recuerda lo que dijeron los once mientras estaban camino hacia el huerto de Getsemaní? Prometieron que aun si fuera necesario morir, no negarían al Señor Jesús. Fue una promesa vacía. Los once acaban de romper su promesa. Abandonaron al Señor Jesús cuando él más los necesitaba. La confianza en ellos mismos no fue suficiente para cumplir con su promesa. Es una lección que ellos tuvieron que aprender y nosotros también. El frío de la noche fue el mudo testigo del sufrimiento del Salvador. Veamos que sucedió después. Mateo nos presenta el lugar y los actores. Leo en Mateo 26:57. La Biblia dice: Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos.
Según el relato de Juan, el Señor Jesús fue llevado primero a la casa de Anás, suegro de Caifás. Luego la turba condujo al Señor Jesús, hasta la casa del sumo sacerdote Caifás en Jerusalén. Llegaron esa misma noche, tal vez de madrugada. En la casa de Caifás se había reunido un auditorio extremadamente hostil hacia el Señor Jesús, compuesto por los escribas y los ancianos, es decir el Sanedrín. Tratando de pasar desapercibido entre la gente que estaba en la casa de Caifás había uno muy conocido del Señor Jesús. Note lo que dice Mateo 26:58. Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin.
Qué triste. Aquel que prometió estar dispuesto a morir antes de negar al Señor Jesús, ahora está siguiendo de lejos al Señor Jesús, como alguien que no quiere saber nada de él. Sentía curiosidad por saber lo que iba a pasar. Una vez que llegó al patio del sumo sacerdote, Pedro entró, y se sentó con los alguaciles. Los alguaciles son los guardias del templo que actuaban bajo las órdenes de los principales sacerdotes y del sanedrín. Es decir que Pedro se alejó del Señor Jesús y se acercó a los enemigos del Señor Jesús. Lo único que le interesaba por ahora era saber en qué terminaría todo. Muy pronto olvidó todo lo que prometió al Señor Jesús. Inmediatamente después, Mateo nos presenta el primer juicio injusto e ilegal que tuvo que enfrentar el Señor Jesús. Se encuentra en Mateo 26:58-61. La Biblia dice: Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.
Note lo absurdo de lo que está pasando. Los principales sacerdotes, los ancianos y todo el concilio ya habían decidido entregar a muerte al Señor Jesús. Lo único que faltaba era cumplir con las formalidades de la ley de Moisés. Hacía falta encontrar al menos dos testigos que confirmen que el Señor Jesús ha cometido algo que es digno de muerte y que esos testimonios concuerden entre sí. Como no había nada digno de muerte que hubiera hecho el Señor Jesús, era inevitable la presencia de testigos falsos. Fue un tanto difícil encontrar dos testigos falsos que concuerden en su testimonio, pero al fin aparecieron dos testigos falsos que refiriéndose al Señor Jesús y tratándole con desprecio dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios y en tres días reedificarlo. Los falsos testigos distorsionaron totalmente un dicho del Señor Jesús que aparece en Juan 2:19-21, el Señor Jesús estaba hablando del templo de su cuerpo, no del templo de Jerusalén. Pero los falsos testigos usaron las palabras del Señor Jesús, para decir que había amenazado con destruir el templo de Jerusalén. Al oír a estos testigos falsos, el sumo sacerdote interrogó al Señor Jesús. Leo en Mateo 26:62. La Biblia dice: Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
El sumo sacerdote se levantó y mirando al Señor Jesús le dijo: ¿No respondes nada? Lo que buscaba es que el Señor Jesús acepte o rechace la acusación que estaban haciendo los falsos testigos. Con impaciencia seguía preguntando al Señor Jesús: ¿Qué testifican estos contra ti? Caifás se estaba exasperando. Por su lado, el Señor Jesús, simplemente callaba. Eso es lo que leemos en la primera parte de Mateo 26:63. La conducta del Señor Jesús es el cumplimiento de profecías como Isaías 53:7 donde dice: Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
El silencio del Señor Jesús no sólo manifiesta la estabilidad de su carácter sino que fue un cumplimiento de las Escrituras. En consecuencia, el sumo sacerdote va a dar un paso adelante para lograr lo que estaba buscando. Leo en Mateo 26:63 en su segunda parte. La Biblia dice: Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
El sumo sacerdote está aplicando la ley de Moisés. Estaba facultado para llamar a un testigo a testificar bajo juramento. Conjurar significa ligarse con otro mediante juramento para algún fin, o tomar juramento a otro. El juramento era por lo más sagrado, por la persona del Dios viviente. El Señor Jesús no podía seguir guardando silencio, tenía que cumplir con la ley de Moisés. La pregunta del sumo sacerdote fue: ¿Dinos si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios? Veamos cuál fue la respuesta de Jesús. Se encuentra en Mateo 26:64. La Biblia dice: Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Con la expresión: Tú lo has dicho, el Señor Jesús estaba aceptando que él es el Cristo, el Hijo de Dios. Pero además, el Señor Jesús dijo: mi gloria está velada en este cuerpo humano, me estás mirando en los días de mi humillación, pero vendrá un día cuando los judíos me verán en mi gloria, como Dios, sentado a su diestra en el lugar de dominio y poder y viniendo en las nubes del cielo. Esto era todo lo que necesitaba oír el sumo sacerdote. Note lo que hizo en consecuencia. Leo Mateo 26:65 hasta la primera parte del 66. La Biblia dice: Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece?
Rasgarse las vestiduras sacerdotales era la reacción normal al descubrir que alguno había blasfemado. El Señor Jesús es Dios en todo sentido y esto fue considerado por el sumo sacerdote como una blasfemia. Recobrando su compostura, el sumo sacerdote reconoció que ya no hace falta testigos, ni falsos ni veraces, porque el mismo reo, según él ha blasfemado. Luego preguntó al resto de gente allí presente: ¿Qué os parece? Note su parecer. Leo en Mateo 26:66-68. La Biblia dice: Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte! Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.
Todos a una estaban de acuerdo en que el Señor Jesús es reo de muerte. Era la manera como la ley castigaba el pecado de blasfemia. Esto abrió la puerta para que hagan todo lo que querían con el Señor Jesús. Le escupieron en la cara, le dieron de puñetazos y otros le abofeteaban. Burlándose le decían: Profetízanos, Cristo, quién es el que golpeó. Todo esto tuvo que sufrir mi Salvador por mí. Yo lo recibí como mi Salvador. ¿Y usted?

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