No enredarnos en los negocios de la vida

La Biblia Dice… les saluda cordialmente y les extiende la invitación a un nuevo estudio bíblico en el Libro de Nehemías. En instantes más nos acompañará David Logacho para guiarnos en el estudio bíblico de hoy.

La Palabra de Dios constantemente nos exhorta a no enredarnos en los negocios de la vida. Esto no significa que sea malo que un creyente tenga un negocio o que sea pecado ser un negociante. El peligro del cual nos advierte la Palabra de Dios es de enredarnos, es decir quedar maniatados o imposibilitados de hacer algo en la obra de Dios a causa de los negocios. El objetivo principal de Dios para cada uno de sus hijos es que con sus vidas glorifiquen a Dios y que sean el instrumento para que otros lleguen a apropiarse de la salvación que Dios ofrece en Cristo. Cuando los negocios de la vida, o las ocupaciones diarias nos alejan de este objetivo, nos hemos maniatado a nosotros mismos y como consecuencia nos vemos Imposibilitados de cumplir con lo que Dios espera de nosotros. Distraernos del verdadero objetivo de nuestra existencia como creyentes, es un viejo truco de Satanás para oponerse a la Obra de Dios. Nehemías lo enfrentó y salió victorioso, que tal si vemos como lo logró.
Le invito a abrir su Biblia en el Libro de Nehemías capítulo 6, versículos 1-9. Este pasaje trata acerca de una invitación que realizan Sanbalat, Tobías y Gesem a Nehemías. Recordemos que Sanbalat, Tobías y Gesem no eran precisamente los grandes amigos de Nehemías. Mas bien eran sus más enconados enemigos. De ellos no se podía esperar un gesto amable, pero sin embargo, aquí los tenemos haciendo una cordialísima invitación a su archí enemigo, Nehemías. Veamos en primer lugar las circunstancias de la invitación. Nehemías 6:1 dice: «Cuando oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y los demás de nuestros enemigos, que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él portillo (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas en las puertas)» Como recordarán, Nehemías continuó la obra a pesar de la oposición de sus enemigos. La obra estaba casi por terminarse, solamente faltaban colocar las puertas. Fue en estas circunstancias que Sanbalat, Tobías y Gesem decidieron cambiar su táctica de ataque. Cuando vieron que sus tretas pasadas no surtieron efecto, casi al borde de la desesperación, decidieron apelar a una sutil táctica. Y esto nos lleva a examinar el contenido de la invitación. Nehemías 6:2 dice: «Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal» La invitación parece de lo más inocente. Vamos, Nehemías, estás cansado, te hace falta un buen descanso, nosotros queremos lo mejor para ti, mira, las aldeas en el campo de Ono tienen el clima ideal y el ambiente apropiado para que te des un respiro, ven, nosotros te esperaremos allí. Nosotros nos encargaremos de cubrir todos tus gastos. ¿Qué le parecería una invitación así? Quizá en verdad Nehemías estaba cansado, con tanto trabajo en la obra, sobre eso el liderazgo y añadido a todo aquello, la oposición era natural que necesitara un descanso. La tentación debe haber sido fuerte. Pero de alguna manera que la Biblia no lo revela, Nehemías sabía que había algo muy extraño en la invitación. Quizá su sexto sentido le advirtió que detrás de las suaves palabras se escondía un protervo fin. Por esto el texto dice que Nehemías sabía que sus enemigos habían pensado hacerle mal. Al analizar el contenido de la invitación, vemos claramente que los enemigos de la obra estaban buscando que Nehemías se distraiga de lo que el Señor le encomendó. Así obra el enemigo en nuestras vidas también. Cuando más deseamos agradar al Señor con nuestras vidas, aparecen invitaciones a involucrarnos en esto o aquello. Alguna vez alguien me contaba que cuando decidió renunciar a su trabajo e ir a prepararse en un Instituto Bíblico para luego servir al Señor, prácticamente le llovieron ofertas de trabajo con sueldos mucho mayores que lo que él estaba ganando. Ciertamente que el enemigo estaba haciendo todo lo posible para distraer a esta persona de lo que Dios había puesto en su corazón. No nos dejemos engañar del enemigo, reconozcamos como Nehemías que toda invitación que nos distraiga de la verdadera meta que Dios nos ha dado, esconde un gran deseo de causarnos un grave mal. Después de ver las circunstancias de la invitación y el contenido de la invitación, veamos la contestación a la invitación. Nehemías 6:3-4 dice: «Y les envié mensajeros diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros. Y enviaron a mí con el mismo asunto hasta cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera» Me encanta la respuesta de Nehemías. Tenía tanto celo por la obra de Dios que ni siquiera se le pasó por la mente hablar directamente con los enemigos de la obra. A través de sus mensajeros comunicó a los enemigos de la obra que Él está haciendo una gran obra y que no puede dejarla para aceptar la invitación. ¡Qué alto concepto tenía de la obra de Dios! Su mente estaba totalmente concentrada en ello. No iba a permitir que nada ni nadie interfiera con su propósito. Este es el tipo de personas que causarán un impacto en la obra de Dios. Personas que entre ceja y ceja tienen bien grabado lo que Dios quiere que hagan en su obra y que no están dispuestos por ninguna razón a involucrarse en algo que les haga desviar de esa meta. Los enemigos de la obra son muy persuasivos. Por cuatro veces intentaron que Nehemías cambiara de idea, pero que firmeza de Nehemías, en cada ocasión su respuesta fue siempre la misma: Lo siento, tengo una gran obra para hacer, no puedo abandonarla para ir con ustedes. Creo que si hoy en día hubieran creyentes como Nehemías, que no están dispuestos a comprometerse o enredarse en los negocios de la vida, otra sería la realidad de la obra de Dios en nuestros tiempos. Como fracasó el intento de que Nehemías acepte la invitación, los enemigos de la obra van a intentar otro ardid para que Nehemías acepte la Invitación. Tenemos entonces la calumnia en la invitación. Nehemías 6:5-7 dice: «Entonces Sanbalat envió a mí su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, en la cual estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por eso edificáis tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey; y que has puesto profetas que proclamen acerca de ti en Jerusalén, diciendo: ¡Hay rey en Judá! Y ahora serán oídas del rey las tales palabras; ven por tanto, y consultemos juntos» Este es un perfecto ejemplo de una calumnia. Los calumniadores, nunca revelan la fuente de lo que afirman, se limitan a decir: me han dicho, o he oído, o según se dice, o se comenta, etc. La calumnia tenía que ver con que Nehemías estaba pretendiendo rebelarse contra el rey de Persia. Junto con la calumnia viene el chantaje. Mira, si no vienes a reunirte con nosotros, haremos conocer esta situación al rey. Qué audacia de los enemigos de la obra. En verdad que no tenían ningún escrúpulo para conseguir sus fines. Nehemías pudo haberse sentido inquieto con esta pública acusación sin fundamento, pero no se metió a un debate público para reivindicar su imagen. Él sabía que Dios estaba con él y eso le fue suficiente, sobre la base de esta confianza, envía una comunicación sencilla pero efectiva. Nehemías 6:8 dice: «Entonces envié yo a decirle: No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas» Sin atacar, sin insultar, Nehemías sencillamente afirma que la acusación es incorrecta y que es producto de la mente de Sanbalat. Al final del pasaje, Nehemías hace un último comentario sobre la invitación. Nehemías 6:9 dice: «Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será terminada. Ahora, pues, oh Dios fortalece tú mis manos.» Este es el meollo de la invitación. Todo lo que los enemigos buscaban era que las manos del pueblo se debiliten y se detenga la obra. Con un hombre tan determinado a hacer la voluntad de Dios como Nehemías era difícil que lo logren porque Nehemías se fortalecía en Dios y esta fuerza le sobraba para defenderse de sus enemigos. Hemos visto como Nehemías se paró firme ante la insinuación a desviarse del propósito que Dios había trazado para él. En nuestra obra como hijos de Dios también surgirán ocasiones; en las cuales el enemigo nos incitará a desviar nuestra mirada de la meta, quiera Dios que recordemos el caso de Nehemías e imitemos su ejemplo.

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