No todas las religiones llevan a Dios

Qué bendición es estar nuevamente junto a Usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido a este tiempo especial en el cual David Logacho compartirá con nosotros Palabras de Esperanza. Un buen número de personas está convencida que así como los antiguos creían que todos los caminos llevan a Roma, también, todas las religiones llevan a Dios. Hoy vamos a ver que la Biblia enseña algo totalmente diferente.

Apenas poco tiempo después que nació la iglesia Cristiana, Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Es decir a las tres de la tarde. Los judíos tenían tres horas para orar, a la hora tercera, o las nueve de la mañana, la hora sexta, o las doce del mediodía, y la hora novena, las tres de la tarde.

Al llegar a la puerta del templo, la cual se llamaba la Hermosa, se encontraron con un cojo de nacimiento, a quien ponían cada día junto a la puerta para que pidiese limosna a los que entraban en el templo. El cojo tenía cuarenta años de edad. La mayor parte de su vida, seguramente se la pasó sentado junto a la puerta del templo. Como era su costumbre, el cojo rogó una limosna a Pedro y a Juan.

Pedro tomó la palabra y mirando fijamente a los ojos del cojo le dijo: Míranos. El cojo clavó su mirada en ellos, esperando recibir algo. Pero Pedro alzó la voz y dijo al cojo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy, en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Acto seguido le tomó por la mano derecha y le levantó. Al momento se afirmaron los pies y tobillos del cojo y saltando se puso en pie y anduvo.

En lo primero que pensó el otro hora cojo, fue en entrar al templo con Pedro y Juan. Allí estaba andando y saltando y alabando a Dios. La gente que fue testigo del milagro se llenó de asombro. La noticia se esparció inmediatamente y casi al instante había una multitud en el pórtico que se llama de Salomón para mirar todo con sus propios ojos.

Pedro aprovechó la ocasión para entregar un poderoso mensaje centrado en la persona de Jesús, mostrando que él es el Cristo, el Mesías de Israel e invitando a todos a arrepentirse del error de haberlo entregado para ser crucificado. Mientras Pedro predicaba, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo y los saduceos.

Estos estaban resentidos porque Pedro y Juan estaban enseñando al pueblo sobre Jesús y la resurrección de entre los muertos. Para entonces ya era tarde y tomando a Pedro y Juan los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente. Sin embargo, más o menos unos cinco mil que oyeron el mensaje, creyeron en Jesús y le recibieron como su Salvador.

Al siguiente día, Pedro y Juan fueron llevados al Sanedrín, el organismo gobernante judío. Allí estaban la flor y nata de la religión judía de la época. Puestos en medio del Sanedrín, Pedro y Juan comenzaron a ser interrogados. La pregunta fue: ¿Con qué potestad, o en qué nombre hicieron el milagro del día anterior? Pedro entonces, lleno del Espíritu Santo respondió la pregunta dejando muy en claro que el milagro en cuestión fue hecho en el nombre de Jesucristo de Nazaret, quien fue crucificado por los mismos que en ese instante los estaban interrogando y quien resucitó de entre los muertos.

Jesús de Nazaret era la piedra reprobada por los líderes de Israel, los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo, o piedra principal. Dicho esto, Pedro pronunció las magistrales palabras de esperanza y que se encuentran en Hechos 4:12 donde dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”

Los miembros del Sanedrín se hallaban confundidos. Tenían ante ellos a Pedro y Juan, que eran hombres del vulgo, pero estaban dando una demostración de máxima erudición. La única explicación era que Pedro y Juan realmente habían estado con Jesús.

Por otro lado estaba junto a Pedro y Juan el que antes había sido cojo, ahora de pie, como evidencia irrefutable del milagro realizado. Sin saber qué mismo hacer, el Sanedrín pidió reunirse en privado, y llegaron a la sabia decisión, según ellos, de soltar a Pedro y a Juan, no sin antes intimarlos para que dejen de hablar y de enseñar en el nombre de Jesús. Pedro y Juan no podían aceptar estas condiciones y simplemente se limitaron a decir que no podían dejar de decir lo que habían visto y oído. Esta es la historia relatada en el libro de los Hechos.

Me gustaría tomar el texto en Hechos 4:12 para analizarlo con algo más de profundidad. Hablando de Jesús de Nazaret, Pedro dice: “Y en ningún otro hay salvación”

Desde que el hombre cayó en pecado, el mundo ha sido testigo del surgimiento de muchos salvadores, entre comillas. Todos ellos han prometido dicha y felicidad eterna a los que creen en ellos. Pero ¿dónde están esos salvadores? Lo único que queda de todos ellos son sus restos mortales enterrados o depositados en alguna parte, donde sus fieles pueden hacer frecuentes procesiones para rendirle honores.

Pero Jesús de Nazaret es totalmente diferente. Su nacimiento fue diferente. Jesús de Nazaret nació de una virgen. Su padre no fue ningún ser humano. Jesús de Nazaret fue concebido por el Espíritu Santo en el seno virginal de la virgen. Su vida fue diferente. A sus escasos doce años, Jesús de Nazaret ya se sentaba con los doctores de la ley en el templo. Su ministerio terrenal fue diferente. Apenas duró un poco más de tres años.

Durante este tiempo, Jesús de Nazaret dio amplias e irrefutables evidencias de ser Dios en forma humana. Mostró su poder sobre la naturaleza, su poder sobre la enfermedad, su poder sobre Satanás y sus demonios, su poder sobre la muerte. Sus enseñanzas fueron de tal naturaleza que la gente decía: jamás nadie nos ha hablado de semejante manera. Su muerte fue diferente. Después de haber sido apresado y juzgado injustamente, fue literalmente masacrado en vida para luego ser clavado en una cruz reservada para los criminales de la peor calaña.

Qué ironía, el santo Hijo de Dios, aquel que nunca pecó ni de obra ni de pensamiento, muriendo en una cruz como su fuera un consumado criminal. La muerte de Jesús de Nazaret fue diferente. Una vez que murió fue sepultado ante la mirada triste de un reducido puñado de sus seguidores.

Pero, maravilla de maravillas, tres días más tarde, el primer día de la semana, temprano a la mañana, la tumba donde se había depositado su cuerpo estaba abierta y vacía. Jesús de Nazaret había resucitado y apareció vivo a sus discípulos y a mucha más gente. Más tarde, Jesús de Nazaret fue ascendido a la gloria de su Padre.

Definitivamente, amigo oyente, Jesús de Nazaret es capítulo aparte entre los pseudo salvadores que se han levantado en este mundo. Jesús de Nazaret es el Salvador con mayúscula, mientras todos los demás son salvadores con minúscula. Por esto Pedro dice que en ningún otro hay salvación.

¿Se ha puesto a pensar que hoy en día se puede visitar la tumba donde yacen los restos mortales de los líderes de las grandes religiones del mundo?

Pero no existe en el mundo, la tumba donde yacen los restos mortales de Jesús de Nazaret. Él resucitó de entre los muertos, él está vivo. Él es el verdadero Salvador. En ningún otro hay salvación. Si Usted amable oyente, está confiando en su religión para ser salvo, cualquiera que sea esa religión, o en sus obras, o en alguna persona que esté muerta, yo quiero alertarle, porque eso significa que está sinceramente engañada, o engañado.

Jesús de Nazaret es el único en quien hay salvación. Jesús de Nazaret es el Salvador exclusivo. En ningún otro hay salvación, dice el texto. Si Usted cree en Jesús de Nazaret es salvo. Si Usted no cree en Jesús de Nazaret no es salvo.

Puede ser que todos los caminos lleven a Roma, como afirmaban los antiguos, pero hay un solo camino al Padre, un solo camino al cielo, un solo camino a la salvación. Ese camino no es la religión, no son las obras. Ese camino tiene un nombre. Se llama Jesús de Nazaret.

Pedro enfatiza este concepto cuando en Hechos 4:12 dice: porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Muchos podrán decir en este mundo que la gente puede ser salva en su nombre. Pero no hay tal. La Biblia dice que no hay otro nombre, aparte de Jesús de Nazaret, bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Terminando ya, permítame hacerle una pregunta muy personal y espero una respuesta honesta de su parte. ¿Desea ser salva, o salvo? Si es así, ¿En qué está confiando para ser salva o salvo? ¿En la religión de sus padres? ¿En la religión que tiene ahora? ¿En su conducta intachable, al menos a sus propios ojos? ¿En los muchos favores que ha hecho a tanta gente? ¿En dónde está su confianza para la salvación?

Si su confianza no está en la persona de Jesús de Nazaret, Usted todavía no es salva o salvo. Si ese es su caso, ¿Por qué no deposita hoy mismo, este mismo instante, su fe en Jesús de Nazaret?.

Recuerde que en ningún otro hay salvación. No piense que hay varios caminos que conducen al cielo. Hay sólo un camino, y ese camino se llama Jesús de Nazaret. Hoy mismo reconozca que es un pecador, reconozca que está separado de Dios por su pecado y que está en peligro de ser condenado por la eternidad.

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