El tercer gran beneficio de la gracia de Dios

Cordiales saludos amable oyente. Le habla David Logacho, dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es el libro de Tito, en la serie titulada: Rasgos de una iglesia saludable. La responsabilidad de todo genuino creyente es que su conducta, o su forma de vivir, o su testimonio, sea un adorno de la doctrina de Dios nuestro Salvador. ¿Cuál es la razón para esto? Pablo, el escritor de la epístola a Tito, dice: Porque la gracia de Dios, en la persona del Señor Jesucristo, se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Es el primer grandioso beneficio de la gracia de Dios. Esta misma gracia de Dios nos garantiza un segundo gran beneficio. Nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente. Hasta aquí llegamos en nuestro último estudio bíblico. En esta oportunidad nos corresponde estudiar el tercer gran beneficio de la gracia de Dios.

Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Tito 2. Para tener claro el contexto, permítame leer desde el versículo 11 hasta el versículo 15. La Biblia dice: Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
Tit 2:12  enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,
Tit 2:13  aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
Tit 2:14  quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad(A) y purificar para sí un pueblo propio,(B) celoso de buenas obras.
Tit 2:15  Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie.
La gracia de Dios, manifestada en la persona del Señor Jesucristo, nos otorga un tercer gran beneficio. Este gran beneficio es la esperanza. La esperanza es la absoluta confianza de que algo que se ha prometido se va a cumplir. Pero Pablo no habla de cualquier esperanza, sino de una esperanza bienaventurada. El adjetivo bienaventurado significa muy feliz, o dichoso. Es una esperanza que despierta sentimientos de felicidad, sentimientos de dicha. Muchas cosas pueden despertar felicidad o dicha en los creyentes, pero nada comparable a la felicidad o la dicha de la segunda venida de Cristo. Esto ha sido prometido y se va a cumplir. Tenemos esta esperanza bienaventurada. A esto justamente se refiere la frase: Manifestación gloriosa de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Tiene que ver con la aparición de la gloria de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Interesante esta forma de referirse a la persona del Señor Jesucristo. Él es nuestro Dios y nuestro Salvador. Esto confirma la deidad del Señor Jesucristo. Lo propio pronunció el apóstol Pedro en 2 Pedro 2:1. La Biblia dice: Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:
Note la forma de referirse al Señor Jesucristo. Es nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Ante tanta evidencia es inconcebible que tantos se atrevan a negar la deidad del Señor Jesucristo. No se confunda amable oyente. El Señor Jesucristo es 100% Dios y a la vez 100% hombre. Es lo que los teólogos llaman la unión hipostática. El apóstol Pablo lo ve así y el apóstol Pedro lo confirma. De modo que, al hablar de la esperanza bienaventurada, Pablo se está refiriendo a la esperanza de la resurrección de los creyentes muertos, a la transformación de los creyentes vivos, al arrebatamiento de la iglesia, al juicio de Dios sobre el mundo incrédulo, a la segunda venida del Señor Jesucristo, y al establecimiento del glorioso reino milenial de Cristo. Todo esto aguarda a los creyentes. Así que, amable oyente, no viva en constante abatimiento al ver la impiedad generalizada de este mundo. No siempre va a ser así. En el momento indicado, esto que por ahora es una esperanza bienaventurada se hará una realidad gloriosa, y cuanto esto suceda, los que somos creyentes estaremos libres de la presencia del pecado. Esto me entusiasma tanto. Por medio del sacrificio de Cristo, los que hemos creído en Él y lo hemos recibido como nuestro único Salvador personal, hemos sido librados de recibir castigo eterno por nuestro pecado, hemos sido librados del poder de pecado, por cuanto ya no somos más esclavos del pecado, y en un día todavía futuro vamos a ser librados de la presencia misma del pecado, cuando se manifieste la gloria de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. ¿No le parece maravilloso, amable oyente? No puede ser mejor. En este punto, el apóstol Pablo menciona algunos hechos que ponen en alto a nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Él es quien se dio a sí mismo por nosotros. Se refiere al sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz del calvario. Fue un sacrificio voluntario por amor a pecadores como usted y como yo. Isaías 53:7 dice: Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero;(F) y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Este sacrificio voluntario por nosotros tuvo un doble propósito. Primero, redimirnos de toda iniquidad. Segundo, purificar para sí un pueblo celoso de buenas obras. En cuanto a lo primero, el verbo redimir, es la traducción del verbo griego lutroo, que significa poner en libertad a un cautivo mediante el pago de un rescate. Antes de ser creyentes, éramos cautivos de toda iniquidad. El pecado era un amo despiadado que nos mantenía cautivos, pero por amor, Cristo Jesús pagó el rescate para que seamos libres. El precio del rescate fue la sangre de Cristo que se pagó para satisfacer la justicia de Dios. 1 Pedro 1:18-20 dice: sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,
1Pe 1:19  sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
1Pe 1:20  ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,
Los creyentes disfrutamos de plena libertad del poder del pecado. Si un creyente peca no es porque esté obligado a hacerlo sino porque voluntariamente decide pecar. Hablando del Señor Jesucristo, Gálatas 1:4 dice por tanto: el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre,
Así es, amable oyente. Nuestro Dios y Salvador Jesucristo se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del sistema que impera en este mundo bajo el mando del príncipe de este mundo, Satanás. Pero nuestro Dios y Salvador Jesucristo se dio a sí mismo, no sólo para redimirnos de toda iniquidad sino también para purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto se refiere a la santificación. Su propósito es hacer que todo creyente sea semejante a Cristo Jesús. Romanos 8:29 dice: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
El sacrificio de Cristo en la cruz no tiene sólo el propósito de salvarnos, sino también de que seamos hechos conformes a la imagen de su Hijo. Esta obra de purificación, que resulta en santificación no sólo implica la separación del pecado sino una devoción a Dios. Note lo que dice 2 Corintios 6:14 a 7:1 No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
2Co 6:15  ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
2Co 6:16  ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente,(C) como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos,
Y seré su Dios,
Y ellos serán mi pueblo.(D)
2Co 6:17  Por lo cual,
Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,
Y no toquéis lo inmundo;
Y yo os recibiré,(E)
2Co 6:18  Y seré para vosotros por Padre,
Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.(F)
Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
Esta es la manera por la cual el Señor Jesucristo purifica para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Los creyentes debemos reconocer que somos el pueblo de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, y por tanto debemos tener un celo santo por hacer las buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas, según Efesios 2:10. Muy bien. Pablo termina esta sección de su carta solicitando a Tito que estas cosas son las que debe hablar a los creyentes de las iglesias en Creta, que con estas cosas debe exhortar a los creyentes de las iglesias en Creta, que con estas cosas debe reprender a los creyentes de las iglesias en Creta. Tito debía proclamar la palabra de Dios a los creyentes, aplicar la palabra de Dios a la vida de los creyentes y corregir con la palabra de Dios a los creyentes que se estaban desviando. Todo esto debía hacerlo con toda autoridad, sin permitir que nadie le menosprecie. Así que, amable oyente, un rasgo de una iglesia saludable es que los creyentes que allí se congregan entiendan que han sido salvados no sólo para poder entrar al cielo sino para vivir en santidad en este mundo.

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