Valle de la calamidad espiritual

Saludos cordiales amable oyente. Es motivo de mucho gozo compartir este tiempo con usted. Bienvenida, bienvenido a nuestro estudio bíblico de hoy. Estamos tratando el tema de los momentos difíciles que todos enfrentamos en la vida. A estos momentos difíciles los hemos llamado valles. Por ahora estamos tratando el tema del valle de la calamidad. En el estudio bíblico de hoy hablaremos del valle de la calamidad espiritual.

Las personas en general y los creyentes en particular, podemos caer en el valle de la calamidad. Esta calamidad puede ser económica o personal. De esto nos hemos ocupado ya en nuestros estudios bíblicos últimos. El día de hoy veremos que también existe una calamidad espiritual. Definamos bien los términos que estamos utilizando. Al hablar de calamidad espiritual nos estamos refiriendo a la experiencia de llegar al final de los recursos espirituales. Esto sucede por ejemplo a personas que en algún momento de sus vidas ven caer en pecado grosero y público a personas que ellos consideraron siempre como modelos de moral y madurez espiritual. De pronto, todo lo que hasta ese momento daba soporte a sus creencias espirituales se viene abajo y la persona queda hundida en calamidad espiritual. También sucede por ejemplo a personas que en algún momento de sus vidas reconocen que su religión ha fracasado en traer la paz que el alma necesita tan ardientemente. Este fue el caso de un joven rico de quien nos habla el Nuevo Testamento y nosotros lo vamos a tomar como caso de estudio. El relato se encuentra en Marcos 10:17-22. La Biblia dice: Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
Mar 10:18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
Mar 10:19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
Mar 10:20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
Mar 10:21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
Mar 10:22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
El joven rico es el prototipo de la persona convencida que puede heredar la vida eterna sobre la base de someterse a elevadas normas morales. Desde muy pequeño, probablemente, se le enseñó que para ser aceptado por Dios debía guardar al pie de la letra los mandamientos de Moisés. Hasta cierto punto lo estaba logrando, porque nadie podía acusarle de haber matado o haber robado o haber dicho falso testimonio o de haber defraudado o de haber deshonrado a su padre y a su madre. Una vida ejemplar sin duda. Pero sin embargo, algo muy dentro de él, algo que él quizá ni lo entendía totalmente, le decía que algo definitivamente no encajaba, algo estaba flotando. Había seguramente oído hablar mucho de Jesús y un buen día, los caminos de este joven rico y de Jesús se cruzaron. Cuando el joven rico vio a Jesús, corrió hacia él y se hincó delante de él, reconociendo la grandeza de su persona. Luego, quizá musitó las palabras: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús conocía a fondo a este joven rico, aún cuando nunca le había visto en su vida. Con ese conocimiento en mente, Jesús comienza por aseverar su carácter divino cuando dice al joven rico: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Después, Jesús va a dar al joven rico la oportunidad de lucirse ante los hombres por la vida ejemplar que llevaba. Le dijo: Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El joven rico, se arroja flores sobre sí mismo diciendo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Una declaración ceñida a la verdad, pero insuficiente en absoluto para conducir a alguien a la vida eterna. Fue en este instante cuando Jesús miró con amor al joven rico. En la mirada de Jesús, no había reproche ni condenación sino sólo amor. Así es como mira Jesús a todo ser humano que confía en sus buenas obras para llegar a Dios. Es digno de compasión ver tanta gente que piensa que porque no ha matado a nadie, porque no ha robado a nadie, porque no ha engañado a nadie es merecedora de la vida eterna. Esta gente no necesita el reproche, ni la condenación. Esta gente necesita amor, porque está sinceramente auto engañada. Es como un ciego que está convencido que está en buen camino, pero no sabe que más adelante existe un profundo precipicio. Después de amar al joven rico, Jesús va a quitar la venda espiritual de sus ojos. Le dice: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Jesús es experto en quitar el manto de auto piedad de las personas y mostrar la podredumbre de lo que está por dentro. Lo hizo con los fariseos cientos de veces y ahora lo hace con el joven rico. Externamente el joven rico era intachable. Esto podría impresionar favorablemente a los hombres pero no a Dios. Dios no mira lo externo solamente sino el corazón. Y allí justamente es donde estaba el problema con este joven rico. El corazón de este joven rico estaba poseído por la codicia de los bienes materiales. No es que Jesús estaba diciendo que para tener vida eterna es necesario ser pobre. No. La salvación no se consigue con hacer voto de pobreza. La salvación es un regalo de Dios para todo aquel que recibe a Cristo como su Salvador personal. Tampoco Jesús estaba enseñando que para ser salvo es necesario vender todo lo que uno tiene y ese dinero repartirlo entre los pobres. No, la salvación no es por dar a los pobres, la salvación es por recibir a Cristo como Salvador personal. Tampoco Jesús estaba enseñando que la riqueza es pecaminosa o que ser rico es pecado. La Biblia es clara en condenar el amor a la riqueza mas no la riqueza en sí mismo. Jesús simplemente estaba desnudando la codicia de este joven rico. Las palabras que Jesús pronunció fueron como el descorrer el velo de auto piedad para dejar al descubierto la impiedad del corazón del joven rico. En este instante, el joven rico se encontró en la calamidad espiritual. Claro, por años el joven rico había pensado que con cumplir externamente las órdenes de la ley de Moisés era suficiente para obtener la vida eterna. Este era el dogma de su vida. Sin embargo, he aquí acaba de encontrase que no ha sido así. Sus convicciones espirituales se vinieron al suelo. Lo prudente para él hubiera sido que ponga en orden sus prioridades y dé el primer lugar a Dios en su corazón. Pero desgraciadamente, no lo hizo. Dice el texto leído que afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Este es el único caso en el Nuevo Testamento cuando alguien se aleja triste de Jesús. El joven rico llegó al fin de sus recursos espirituales. Estaba en bancarrota espiritual. Pero a diferencia de la mujer quien estaba en calamidad económica y Pablo quien estaba en calamidad personal, según vimos en nuestros estudios bíblicos pasados, este joven rico no se superó de su calamidad espiritual. Hasta donde se sabe, el joven rico debe haber muerto en su pecado. La gran pregunta es ¿por qué? ¿Qué hizo la diferencia entre la mujer que superó su calamidad económica y Pablo que superó su calamidad personal y este joven rico que sucumbió a su calamidad espiritual? La respuesta es porque la mujer tuvo fe en Dios para salir de su calamidad económica, Pablo tuvo fe en Dios para salir de su calamidad personal, pero este joven rico no tuvo fe en Dios para salir de su calamidad espiritual. Quizá usted, amable oyente, ha llega también a su calamidad espiritual. Todo lo que hasta ahora creía a pie juntillas se ha ido al suelo por una u otra razón. Hoy se encuentra sin saber qué creer. Si ese es su caso, yo le invito a tener fe en Dios. Él ha dado a su Hijo el Señor Jesucristo para que muera por usted. No desperdicie este regalo sin igual. Hoy mismo reciba a Cristo como su Salvador personal y ese será el principio para que viva un estilo de vida caracterizado por bienestar espiritual en todo sentido de la palabra.

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