Es un gozo compartir este tiempo junto a Usted, mi amiga, mi amigo. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en el libro de Proverbios. Hoy estaremos estudiando la primera parte del capítulo 31. Estos estudios forman parte de la serie que lleva por título: Proverbios, sabiduría celestial para la vida terrenal. Luego de la pausa estará con nosotros David Logacho para guiarnos en el estudio bíblico de hoy.
Llegamos al último capítulo de Proverbios. El versículo 1 es la introducción a todo el capítulo. Dice así: «Palabras del rey Lemuel; la profecía con que le enseñó su madre.» Quien escribió los proverbios del capítulo 31 fue Lemuel, un rey. ¿Quién fue este rey? La historia de Israel no registra rey alguno con este nombre. Esto ha llevado a pensar que Lemuel, nombre que significa: dedicado a Dios, o que pertenece a Dios, puede ser el nombre familiar que Betsabé, usaba para referirse a Salomón, su hijo. Puede ser que así sea, o puede ser que no. No se puede ser dogmático en cuanto a esto. En todo caso, lo que sí está fuera de toda duda, es que Lemuel, quien quiera que haya sido, recibió esta enseñanza de su madre. Hermoso ejemplo de lo mucho que puede hacer una madre para inculcar la sabiduría en la vida de su hijo. Mamás, no cesen de transmitir sabiduría a sus hijos. El resultado beneficia a todos. Luego de esta introducción, Lemuel hace memoria de las palabras que con toda seguridad oyó de su madre con mucha frecuencia. Proverbios 31:2 dice: «¿Qué, hijo mío? ¿y qué, hijo de mi vientre? ¿Y qué hijo de mis deseos?» En este versículo se nota el profundo interés que tenía la madre de Lemuel por enseñar sabiduría a su hijo. Las tres veces que hace la pregunta: ¿Qué? Nos hace pensar que estaba meditando sobre los principios de sabiduría que, a su juicio, serían los más útiles para Lemuel. Además se nota lo mucho que Lemuel significaba para su madre. Le dice: Hijo mío. Habla del entrañable amor que tenía hacia su hijo. Luego le dice: Hijo de mi vientre. Habla de la absoluta identificación con su hijo. Lemuel era el hijo de sus entrañas. Finalmente le dice: Hijo de mis deseos. Esto se refiere a que ella rogó a Dios por un hijo y Dios respondió concediéndolo. Eso fue lo que pasó con Ana, la madre de Samuel. Toda madre debería pensar así de cada uno de sus hijos. A partir del versículo 3, encontramos los proverbios que Lemuel aprendió de su madre. Primero, lo relativo a la pureza moral. Proverbios 31:3 dice: «No des a las mujeres tu fuerza, ni tus caminos a lo que destruye a los reyes.» La conducta inmoral debilita a un hombre. Pero quien va a sentir esto con más fuerza es alguien como un rey que necesita de toda su energía para gobernar. Por eso el consejo: No des a las mujeres tu fuerza y no camines por una senda que te arrastre a tu propia destrucción. El deseo sexual es legítimo y natural en el ser humano. Dios nos ha hecho de esa manera. Pero Dios también ha establecido que ese deseo sexual debe ser satisfecho única y exclusivamente dentro de una relación heterosexual y monógama. Un hombre con una mujer. No un hombre con otro hombre, o una mujer con otra mujer, o un hombre con más de una mujer, o una mujer con más de un hombre. Todo uso del sexo fuera del matrimonio es contrario a la voluntad de Dios y malgasta la energía tanto del hombre como de la mujer. Este principio debería ser respetado por todo hombre que se precie de ser íntegro, pero más por aquellos que están en las esferas del gobierno. Qué triste que en el mundo en el cual vivimos no se reconoce la importancia de la pureza moral como un ingrediente para una buena gestión de gobierno. Cuidado con las mujeres mi amigo. Cuidado con los hombres, mi amiga. El segundo proverbio que Lemuel aprendió de su madre tiene que ver con la sobriedad. Proverbios 31:4-7 dice: «No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber vino, ni de los príncipes la sidra; no sea que bebiendo olviden la ley, y perviertan el derecho de todos los afligidos. Dad la sidra al desfallecido, y el vino a los de amargado ánimo. Beban, y olvídense de su necesidad, y de su miseria no se acuerden más.» El abuso de las bebidas alcohólicas es un terrible problema social. Ha sido así en el pasado, es así en el presente y seguirá así en el futuro, mientras el Señor tarde en venir. Reconociendo este grave problema social, los gobiernos de los países se esfuerzan por prevenirlo, pero todo esfuerzo parece vano porque más y más gente se deja atrapar por este pernicioso mal. A medida que avanza el tiempo, los jóvenes se inician a más temprana edad en el consumo de bebidas alcohólicas. Un gran porcentaje de ellos terminan arruinados espiritualmente, emocionalmente y físicamente. La Biblia confronta este mal. La borrachera es pecado mi amigo, mi amiga. En este proverbio, Lemuel aprendió de su madre que las bebidas alcohólicas deben estar lo más lejos posible de los que están en autoridad. En su mente se grabó el consejo de su madre: No conviene que los reyes, oh Lemuel, no conviene que los reyes se den al vino, ni que los gobernantes se entreguen al licor. Parece que era un estribillo que Lemuel se lo grabó de tanto repetir. ¿Por qué es que no conviene el vino y el licor a los que están en autoridad? Tal vez esta fue la pregunta que hizo Lemuel a su madre. Ella le contestó con mucha sabiduría. ¿Sabes por qué no es conveniente que los gobernantes se entreguen a las bebidas alcohólicas? Porque influenciados por el alcohol, pierden el sentido de la realidad y en ese estado son propensos a pasar por alto algo que dice la ley y peor todavía, puede ser que no tengan el suficiente discernimiento para velar por el derecho de los afligidos. Lo que esta madre dijo tiene mucho sentido. El alcohol nubla los sentidos y obscurece la razón y perfectamente puede hacer tropezar a un gobernante para que no haga lo que se espera de él. Luego la madre de Lemuel hace una afirmación muy interesante sobre las bebidas alcohólicas. Dice: Dales licor a los que están por morir y vino a los amargados, ¡Que beban y se olviden de su pobreza! ¡Que no vuelvan a acordarse de sus penas! Parece que en la época de Lemuel se usaba las bebidas alcohólicas como una especie de anestésico para las personas que estaban a punto de morir o para las personas que estaban en extremo angustiadas. El alcohol les hará olvidar sus penas al menos por un tiempo. Las bebidas alcohólicas proveen de alivio pasajero, placer temporal, pero dejan heridas difíciles de sanar. El alcohol parece que fuera un siervo dócil, pero la realidad es que muy pronto se convierte en un amo cruel. Mucho cuidado con las bebidas alcohólicas amable oyente. El tercer proverbio que Lemuel aprendió de su madre tiene que ver con hacer justicia al desvalido. Proverbios 31:8-9 dice: «Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso» Desvalidos, pobres y menesterosos siempre ha habido y siempre habrá en el mundo. A pesar de todas las leyes y reglamentos diseñados para su protección, los desvalidos, pobres y menesterosos son objeto del abuso por parte de los que tendrían que velar por ellos. Ante este panorama, es tan pertinente el consejo que Lemuel recibió de su madre. Abre tu boca por el mudo. Esto significa que Lemuel debía ser la voz por aquellos que por alguna razón no podían articular palabras. Lemuel debía ser la vista por aquellos que por alguna razón no podían ver con sus propios ojos. Lemuel debía ser los oídos por aquellos que por alguna razón no podían oír. Lemuel debía ser las piernas de los paralíticos, de los cojos, de los están confinados en una silla de ruedas. Esto es lo que Lemuel recibió de su madre. Sólo póngase a pensar si los presidentes, los gobernadores, los que están ejerciendo de alguna forma el poder, pusieran en práctica este importante consejo. Los desvalidos, pobres y menesterosos tendrían al menos una esperanza de un futuro mejor. No es cuestión de tener lástima de los desvalidos, pobres y menesterosos, para velar por sus derechos. Es cuestión de reconocer que eso es lo que Dios demanda de todos aquellos que han recibido de Dios el privilegio de estar en una posición de autoridad. Un hermoso ejemplo de esta actitud es Job. Fíjese lo que dice Job 29:15-17 «Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre, y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia; y quebrantaba los colmillos del inicuo, y de sus dientes hacía soltar la presa» Allí lo tiene, los inicuos trataban de tragarse vivos a los pobres, a los desvalidos y a los menesterosos, pero allí intervenía Job para defenderlos. Cuán importante es este principio. Pero por defender al desvalido no se debe pervertir el derecho. Por eso Lemuel recibió de su madre este consejo también: Abre tu boca, juzga con justicia. Al igual que los desvalidos, los que no son desvalidos también tienen sus derechos. Un buen gobernante, debe ser imparcial, debe respetar la justicia. Jamás debe favorecer a un rico por el solo hecho de ser rico, en desmedro del pobre y menesteroso. Esto es lo que se espera de todos aquellos que están en autoridad. Si Usted, amable oyente, es alguien que ha sido puesto por Dios en autoridad, no pase por alto este consejo de la palabra de Dios. Será bueno para su gestión como autoridad, será bueno para los desvalidos y sobre todo, Usted estará haciendo lo que es la voluntad de Dios.
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