Es una bendición saludarle amable oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el evangelio según Juan. En esta oportunidad consideraremos el poderoso testimonio que dio Juan el Bautista a favor el Señor Jesús, en medio de circunstancias que no eran nada fáciles para él.
Viviendo en un mundo tan competitivo como el de hoy, en el cual cada uno quiere estar por encima de los demás en todo sentido, cuán difícil se nos hace aceptar que otros estén por encima de nosotros. Y esto no sucede solamente en el mundo, sino, tristemente, también en la iglesia. Más de un pastor se afana por tener la congregación más grande, el templo más fastuoso, la congregación más culta, la congregación más famosa, la congregación más rica. Todos codician el record Guinness en cualquier cosa que sea. Si tan sólo reconociéramos que el éxito a los ojos de Dios, no consiste en tener el record Guinness en algo, sino en saber lo que Dios nos ha encomendado y cumplir con lo que Dios nos ha encomendado. Juan el Bautista es un perfecto ejemplo de esto. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 3:22-36. Todo lo que apóstol Juan relata en este pasaje bíblico se originó por una discusión entre algunos líderes judíos y los discípulos de Juan el Bautista. Lo primero que tenemos es el comienzo de la discusión. Juan 3: 22-25 dice: Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.
Joh 3:23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.
Joh 3:24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.(B)
Joh 3:25 Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
Después de su encuentro con Nicodemo en la ciudad de Jerusalén, lo cual tratamos en nuestro último estudio bíblico, el Señor Jesús con sus discípulos salió de la ciudad de Jerusalén a la tierra de Judea. Judea era la región a la cual pertenecía la ciudad de Jerusalén. En otras palabras, el Señor Jesús y sus discípulos estaban en los campos contiguos a Jerusalén. El apóstol Juan dice que el Señor Jesús estuvo en esa región con sus discípulos y bautizaba. Un poco más adelante en su evangelio, según Juan 4:2, el apóstol Juan clarifica que el Señor Jesús mismo no bautizaba sino sus discípulos. Por su lado, Juan el Bautista bautizaba también en un lugar relativamente cercano, llamado Enón, que quedaba junto a Salim, porque allí había muchas aguas. No se conoce con precisión la ubicación de Enón y Salim, pero parece que quedaban en la región de Samaria. La referencia del apóstol Juan a las muchas aguas que había donde bautizaba Juan el Bautista hace pensar que Juan el bautista bautizaba por inmersión. La gente acudía a donde estaba Juan el Bautista y los que recibían su mensaje eran bautizados. Todo esto sucedió antes que Juan el Bautista sea encarcelado. Fue en estas circunstancias que se armó una discusión entre los discípulos de Juan el Bautista y algunos de los líderes de Israel, a los cuales el apóstol Juan los identifica como los judíos. El tema de discusión fue la purificación. Cuando el apóstol Juan habla de la purificación, probablemente se está refiriendo al bautismo. Es probable que los judíos hayan estado tratando de sacar provecho del hecho que tanto los discípulos del Señor Jesús como Juan el Bautista bautizaban. ¿Cuál de los dos bautismos es válido? ¿Cuál de los dos bautismos es más importante? No olvide que los judíos no tenían mucha simpatía hacia el Señor Jesús, por lo que hizo en el templo cuando echó fuera a los mercaderes y volcó las mesas de los cambistas, y tampoco tenían mucha simpatía hacia Juan el Bautista. A lo mejor querían sembrar discordia entre el Señor Jesús y Juan el Bautista. Usted sabe como piensa el mundo: Divide y vencerás. Con esto en mente, consideremos el final de la discusión. Juan 3:26-30 dice: Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.
Joh 3:27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
Joh 3:28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo,(C) sino que soy enviado delante de él.
Joh 3:29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.
Joh 3:30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.
El enemigo comienza a plantar cizaña para indisponer a Juan el Bautista ante el Señor Jesús. Tal vez, poniendo cara de inocencia, van a Juan el Bautista y en tono lisonjero le dicen: Rabí, que significa maestro, tal vez no lo has notado, pero el que estaba contigo al otro lado del Jordán, se referían al Señor Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista, esa persona, acerca de la cual inclusive tú mismo diste testimonio, te está haciendo competencia. Es más, todos están yendo a él. Mira, cada vez son menos los que vienen a ti. Si Juan el Bautista hubiera codiciado ser el número uno, se habría preocupado en extremo por lo que acababan de insinuar los judíos. Pero todo lo contrario. Juan el Bautista comenzó por señalar que lo que estaba pasando con él y con el Señor Jesús, no era un accidente. No era porque tal vez Juan el Bautista estaba haciendo algo mal. Era porque Dios así lo había determinado. El hecho que el ministerio del Señor Jesús estaba creciendo como espuma mientras el ministerio del Juan el Bautista estaba decreciendo, era porque eso es lo que Dios había planificado. No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo, o de Dios. Así que Juan el Bautista no se sentía en absoluto mal por lo que estaba pasando. Para confirmar lo que estaba diciendo, Juan el Bautista recuerda a los judíos que ellos mismo fueron testigos de lo que dijo cuando le preguntaron si él era el Cristo. En su momento, Juan el Bautista dijo: Yo no soy el Cristo. Soy solamente el precursor de Él, o uno enviado delante de Él. Con estas palabras, Juan el Bautista, estaba negando ser el Cristo y a la vez afirmando que el Señor Jesús es el Cristo. Para mostrar cómo se sentía en esta situación, Juan el Bautista hace uso de una ilustración muy conocida por la gente que le estaba escuchando. La ilustración tiene que ver con la manera como se celebraban los matrimonios en el contexto judío de aquel tiempo. En toda boda, el esposo, escogía a un varón de su entera confianza, para que tenga el honor de ser el amigo del esposo. Esto era un alto privilegio. El amigo del esposo era quien se encargaba de coordinar los detalles de la ceremonia y del banquete. La mejor recompensa para el amigo del esposo, era saber que el esposo estaba gozoso porque todo funcionaba tal cual como se lo había planificado. Con esto en mente, Juan el Bautista dijo a los judíos: El que tiene la esposa, es el esposo. El esposo es el Señor Jesús. Juan el Bautista era solamente el amigo del esposo. Como amigo del esposo, su mayor recompensa era estar al lado del esposo, oyéndolo y gozándose por lo bien que le iba. Al ver a mucha gente acercándose al Señor Jesús, Juan el Bautista no estaba celoso ni envidioso sino en extremo gozoso. Por eso dijo: Este mi gozo está cumplido. ¡Qué maravilloso! Nada de celo, nada de envidia, nada de incomodidad porque otro está para arriba mientras él está para abajo. Cuán difícil se nos hace a nosotros seguir este ejemplo, porque todos tenemos nuestro orgullo y por esa razón nos sentimos bien cuando a alguien que está en lo mismo que nosotros le va mal y nos sentimos mal cuando a alguien que está en lo mismo que nosotros le va bien. Esto es envidia o celo. Todo parte de un corazón orgulloso. Pero Juan el Bautista era tan diferente. En él no había ni una traza de orgullo. Tanto es así que note lo que dijo a los judíos que trataban de ponerlo en contra del Señor Jesús. Es necesario que él crezca, pero que yo mengue. Esto marcó el fin de la discusión. Los judíos no pudieron poner a Juan el Bautista en contra del Señor Jesús. No era accidente que el ministerio del Señor Jesús estaba creciendo. Era algo necesario para cumplir con los planes de Dios. No era accidente que ministerio del Juan el Bautista estaba menguando. Era algo necesario para cumplir con los planes de Dios. Juan el Bautista logró el éxito. Entendió perfectamente lo que Dios le había encomendado y cumplió a cabalidad con ese propósito. Eso es éxito. Le tenía sin cuidado que ya no era el foco de atención de la gente. Le satisfacía profundamente que de aquí en adelante el foco de atención de la gente es el Señor Jesús, porque Él es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Que por la gracia de Dios sigamos el ejemplo de humildad que deja Juan el Bautista. Todos nosotros no somos sino siervos del Señor en su obra. No hay ninguna razón para embarcarnos en una competencia para saber quien de nosotros es el mejor. Si alguien tiene más fruto que nosotros en el ministerio, amén, gracias a Dios. Gocémonos por eso.
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