Es un gozo saludarle amiga, amigo oyente. Soy David Araya dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Estamos estudiando el Evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En esta ocasión, David Logacho nos hablará de tres características más del reino de los cielos en su etapa transitoria, entre la primera y segunda venida de Jesucristo.
Gracias por la introducción, David. Realmente es un gozo compartir con nuestros amables oyentes a través de este medio de comunicación. En el estudio del Evangelio según Mateo, llegamos a una parte crucial en la cual la nación de Israel, por medio de los escribas y fariseos, rechazó a Jesús como el Cristo, o el Mesías o el Rey de Israel. Esto motivó a que el reino de los cielos sea pospuesto y mientras ello ocurra, el reino de los cielos entraría a una fase transitoria caracterizada por lo que Jesús llamó los misterios del reino de los cielos. A través de parábolas, Jesús manifestó cuáles serían las características del reino de los cielos en esta etapa transitoria. Ya hemos analizado las parábolas del sembrador, del trigo y la cizaña, de la semilla de mostaza y de la levadura. En esta oportunidad, vamos a examinar tres parábolas más. No olvide amable oyente, que el pasaje bíblico que se encuentra en Mateo 13:34-43, en el cual se encuentra la explicación de la parábola del trigo y la cizaña, ya lo estudiamos cuando analizamos esa parábola, de manera que ahora nos corresponde estudiar a partir del versículo 44 del capítulo 13 de Mateo. Lo primero que vamos a notar allí, es la parábola del tesoro escondido. Voy a leer el texto en Mateo 13:44. La Biblia dice: Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
En esta parábola, Jesús compara al reino de los cielos en su etapa de transición, con la situación de un hombre que encuentra un precioso tesoro en campo que no es suyo. Al hallarlo, no puede sacar el tesoro porque el campo no es de su propiedad, de modo que esconden bien el tesoro para que nadie más lo encuentre y lleno de gozo va y vende todo lo que tiene, para obtener el dinero necesario para comprar el campo. Una vez comprado el campo, el hombre podrá sacar su tesoro sin ningún problema. ¿Cuál es la explicación de esta parábola? Para muchos, la parábola tiene que ver con la salvación. Piensan que la salvación es tan preciosa que se necesita despojarse de todo lo que se tiene para poder adquirirla. Pero esta explicación violenta el principio bíblico que la salvación no resulta de despojarse de lo que uno tiene para poder comprarla. La salvación no se compra ni se vende. La salvación siempre ha sido, es y será por gracia por medio de la fe. ¿Cuál es entonces la explicación correcta? Pues el hombre representa al Señor Jesús. Jesús se identificó a sí mismo como el hombre en la parábola del trigo y la cizaña. Es natural por tanto pensar que el hombre en la parábola del tesoro escondido representa también a Jesús. El campo es el mundo. El tesoro es el remanente piadoso judío, tanto en el tiempo de Jesús como en cualquier momento de esa fase interina del reino de los cielos. En Éxodo 19:5, Dios dice que Israel es su especial tesoro. Pero este tesoro está escondido, o disperso en el mundo. Sólo Dios sabe quienes son y donde están. Jesús se presenta como el que halla ese tesoro, lo esconde por un tiempo, luego va y vende todo lo que posee para poder comprar el campo, una forma simbólica de hablar de su muerte en la cruz, para poder comprar el mundo donde está escondido ese tesoro. En 1 Juan 2:2 se presenta a Jesús como aquel que es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Jesús es quien satisface las justas demandas de la ira de un Dios santo ofendido por el pecado del hombre, de modo que todo hombre pueda aspirar a hallar perdón de sus pecados. En un tiempo todavía futuro, el remanente redimido de Israel se manifestará en este mundo, donde ha estado escondido, y esto ocurrirá cuando venga su Redentor, el Señor Jesucristo, en su segunda venida y se establezca el tan anhelado reino Mesiánico. Muy bien. Consideremos ahora otra parábola. Se encuentra en Mateo 13: 45-46. La Biblia dice: También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
Jesús ahora compara al reino de los cielos en esa fase transitoria entre la primera y segunda venida de Cristo, con un mercader que busca buenas perlas para comprar. Mientras hacía su trabajo, halló una perla tan preciosa, que fue necesario vender todo lo que tenía para poder comprarla. Al igual que con la parábola anterior, esta parábola no tiene en mente la salvación, en el sentido que para adquirir la salvación es necesario despojarse de todo lo que se considera valioso. La salvación no se compra ni se vende. La salvación es única y exclusivamente, por gracia por medio de la fe. Parece más bien que el mercader representa a Jesús. La perla preciosa representa a la iglesia. En la cruz del Calvario, Jesús vendió todo lo que tenía para poder comprar la perla preciosa que es la iglesia. Así como las perlas se forman al interior de las ostras como una reacción al sufrimiento causado por la irritación, de la misma manera la perla preciosa, la iglesia, se formó alrededor del sufrimiento y cruenta muerte de Jesús. Así como las perlas provienen del mar, lo cual significa las naciones en general, la iglesia también está formada por gente de toda lengua, pueblo y nación, dentro de lo cual ciertamente existen también judíos creyentes, quienes han reconocido que Jesús es su Salvador y además el Cristo, el Mesías de Israel, el Rey de reyes y Señor de señores. A continuación, Jesús pronuncia su última parábola para mostrar las características del reino de los cielos en su fase transitoria entre la primera y segunda venida de Jesucristo. Se encuentra en Mateo 13:47-48. La Biblia dice: Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.
En esta última parábola, Jesús compara al reino de los cielos en esa etapa de transición entre la primera venida y segunda venida de Jesucristo, con la red que usan los pescadores para pescar en el mar. Cuando la red se echa al mar, recoge toda clase de peces. Cuando la red se llena de peces, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan alrededor de ella y comienzan a hacer el trabajo de selección de lo que han atrapado en la red. Los pescados buenos lo colocan en cestas, y los pescados malos los arrojan a un lado, sobre la playa. Cada vez que visito la playa me deleito viendo a los pescadores hacer justamente este trabajo. Las gaviotas y los pelícanos se dan un banquete con los pescados malos que los pescadores arrojan a la playa. Ahora bien. ¿Cuál es el significado de esta parábola? Gracias a Dios que Jesús mismo se encargó de explicar esta parábola. La explicación se encuentra en los versículos 49 y 50 del capítulo 13 de Mateo. La Biblia dice: Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Esta parábola tiene que ver entonces con lo que Jesús ha llamado el fin del siglo. ¿Qué es el fin del siglo? Pues se refiere al tiempo cuando Jesucristo venga por segunda vez a la tierra, lo cual acontecerá al final del período de siete años conocido como tribulación. Entre muchas cosas que acontecerán con ocasión de la segunda venida de Jesucristo, está lo que se llama el juicio a la nación de Israel y el juicio a las naciones gentiles. Será un juicio para sacar de este mundo a todos los incrédulos, sin importar si son de trasfondo judío o gentil. Estos son los peces malos de la parábola de la red. Los incrédulos que estén vivos al final de la tribulación, morirán, e irán al castigo en fuego. Jesús comparó al castigo en fuego con un horno de fuego, donde será el lloro y el crujir de dientes. En cambio los creyentes, sin importar si son de trasfondo judío o gentil, serán dejados en la tierra, por cuanto ellos serán los que entren al reino milenial de Cristo, como súbditos de él, quien será el Rey. El autor Gaebelein hace el siguiente comentario sobre esta parábola. Dice así: La red se arroja en el mar, lo cual representa a las naciones en general. La parábola se refiere a la predicación del evangelio eterno que tendrá lugar en la gran tribulación. Apocalipsis 14:6-7 dice: Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
Los ángeles llevarán a cabo la separación entre lo bueno y lo malo. Todo esto no puede referirse al tiempo presente, ni a la iglesia, sino al tiempo cuando el reino de los cielos esté por establecerse físicamente en la tierra. El hecho que los ángeles realizarán la selección entre buenos y malos es claramente establecido en el libro de Apocalipsis. Los malos serán arrojados al castigo en fuego y los justos permanecerán en la tierra para entrar al reino milenial. Hasta aquí lo que dice este autor. ¿Y qué tiene que ver todo esto con nosotros? Pues mucho, amable oyente. Jesús nos amó tanto que dio su misma vida para comprarnos. Lo menos que podemos hacer es reconocerlo como nuestro personal Salvador y eso nos garantiza vida eterna. De otra manera, seremos como los peces malos de la parábola de la red, y seremos echados en el horno de fuego donde será el lloro y el crujir de dientes. No tarde más en tomar la decisión de recibir a Jesús como su Salvador. Mientras tiene vida en este mundo tiene esperanza, pero ninguno de nosotros sabe hasta cuándo va a tener vida en este mundo. El momento menos pensado podemos dejar de existir en este mundo y si no hemos recibido a Jesús como nuestro Salvador, lo único que nos espera es condenación eterna. Que Dios le guíe a tomar esta decisión importante.
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