Es muy grato saludarle amable oyente. Soy David Araya y deseo darle la bienvenida al estudio bíblico de hoy. Seguimos estudiando el evangelio según Mateo, en la serie que lleva por título: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. En instantes más estará con nosotros David Logacho para hablarnos acerca del triste desenlace de los juicios de Jesús en contra de los escribas y fariseos y del entrañable amor de Jesús por la ciudad de Jerusalén.
Gracias David, y gracias a usted amable oyente por su gentil sintonía. En nuestro estudio del Evangelio según Mateo, llegamos a la última parte del capítulo 23. En este capítulo tenemos dos asuntos importantes, por un lado el triste desenlace de los juicios de Jesús en contra de los escribas y fariseos y por otro lado, el profundo y entrañable amor de Jesús por la ciudad de Jerusalén. Que tal si vamos a lo primero. Para eso, si tiene una Biblia cerca, ábrala en Mateo 23:34-36. La Biblia dice: Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
Cuando uno mira con detenimiento los ocho juicios o ayes que Jesús pronunció sobre los escribas y fariseos, es inevitable esa sensación de pensar que Jesús está enojado y controlado por su enojo está condenando a los escribas y fariseos. Bueno, por ser Dios en forma humana, Jesús no puede hacer nada controlado por el enojo o por cualquier otra emoción negativa. Todo lo que dijo o hizo Jesús fue controlado por el Espíritu Santo. Las drásticas palabra que usó Jesús para condenar a los escribas y fariseos se debieron a lo que ellos merecieron por su obstinado rechazo a las múltiples oportunidades que Jesús les dio para arrepentirse. Pero aun en todo esto se manifiestan visos de la misericordia de Jesús para con los escribas y fariseos. A pesar de la maldad de los escribas y fariseos, Jesús quiere extenderles una nueva oportunidad para arrepentirse. Por eso es que Jesús anuncia de antemano que enviará, profetas y sabios y escribas. Maravillosa misericordia. Misericordia es no dar lo que uno merece. Los escribas y fariseos del tiempo de Jesús merecían inmediato castigo, pero Jesús les va a dar una nueva oportunidad. Estos profetas, sabios y escribas que iba a mandar Jesús, son los apóstoles de Cristo, son los profetas del Nuevo Testamento, son los sabios que tenían la capacidad de discernir las profundas verdades de Dios. Lo que Jesús anunció de antemano se cumplió al pié de la letra. Una vez que Jesús murió, resucitó y fue ascendido a la gloria de su Padre, descendió el Espíritu Santo sobre los apóstoles y los discípulos de Jesús en general. Con este maravilloso poder, el apóstol Pedro se levantó y predicó un fenomenal mensaje que en esencia invitaba a la gente que se había reunido en Jerusalén con motivo de la fiesta de Pentecostés a reconocer el error de haber condenado a muerte a Jesús quien es el Cristo, el Mesías de Israel. En Hechos 2:36 leemos las siguientes palabras: Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Entre la multitud debieron haber estado los escribas y fariseos sobre quienes Jesús pronunció sus juicios. Ahora tenían la oportunidad de reconocer el error y arrepentirse por lo que hicieron. Veamos que es lo que sucedió. Jesús continúa anunciando de antemano que la reacción de los escribas y fariseos será como siempre ha sido. Una feroz oposición a los voceros de Dios. Jesús dijo que a algunos los matarán y crucificarán, a otros azotarán en las sinagogas, y a otros perseguirán de ciudad en ciudad. Qué triste. Una vez más, esto se cumplió al pie de la letra. Los escribas y fariseos manejaron las cosas para apresar a los apóstoles y discípulos de Jesús. A Jacobo el hermano de Juan lo mataron a espada, a Esteban lo apedrearon, a otros los azotaron, y terminaron por expulsar a los creyentes de Jerusalén. Los escribas y fariseos desperdiciaron la oportunidad que Jesus en su misericordia les había dado. Ante esto, por decirlo así, pusieron la última gota que hizo derramar el vaso. Jesús les dijo que sobre ellos vendría el castigo por haber derramado sangre justa sobre la tierra. Que lamentable, los escribas y fariseos debían recibir el castigo por todos los voceros de Dios que han muerto como mártires, desde Abel el justo hasta Zacarías, hijo de Berequías, quien murió entre el templo y el altar. La muerte de Abel aparece en el primer libro del Antiguo Testamento versión hebrea, la muerte de Zacarías, hijo de Berequías, aparece en el último libro del Antiguo Testamento versión hebrea, el libro de 2 Crónicas. Jesús está diciendo entonces que los escribas y fariseos de su tiempo van a recibir condenación por el asesinato desde el primero hasta el último justo de los referidos en la Biblia. Sobre Zacarías, hijo de Berequías, debo señalar que no se trata del profeta Zacarías que escribió el libro que lleva su nombre, aunque él también era hijo de un hombre que se llamaba Berequías. El profeta Zacarías de quien habló Jesús es hijo de Berequías y nieto de Joida. No olvide que en la mentalidad judía, a un nieto se le puede llamar perfectamente hijo. El asesinato de Zacarías hijo de Berequías o hijo de Joida aparece en 2 Crónicas 24:20-22. Jesús concluyó su discurso sobre los escribas y fariseos comunicando certeza en cuanto al castigo que sobrevendrá sobre los escribas y fariseos que le rechazaron. Esta profecía de Jesús tuvo su cumplimiento cabal el año 70 DC cuando los ejércitos romanos al mando de Tito arrasaron la ciudad de Jerusalén, destruyeron el templo, mataron a la mayoría de sus habitantes, y los pocos que escaparon con vida tuvieron que vivir exiliados en lejanas tierras. Con Dios no se puede jugar amable oyente. Es muy serio rechazar a Jesús. A propósito: Usted ha oído ya mucho sobre Jesús. No será nuevo saber que Jesús es el Salvador. Jesús murió en la cruz en lugar de usted amable oyente. ¿Qué va a hacer con esto que ya sabe? ¿Aceptará a Jesús como su único y suficiente Salvador? Si lo hace quedará perdonado y tendrá vida eterna, pero si no lo hace y le sorprende la muerte física en ese estado, al igual que los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, usted también recibirá eterna condenación. No ponga en riesgo su futuro eterno. Si no lo ha hecho antes, hoy mismo reciba a Jesús como su Salvador. El capítulo 23 de Mateo tiene un final conmovedor. Jesús está lamentando por la condición espiritual de Jerusalén y por su inminente ruina total. Permítame leer el texto en Mateo 23:37-39. La Biblia dice: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Jesús debe haber estado muy conmovido al pronunciar estas palabras. Por ser Dios, Jesús sabía en detalle lo que esperaba a Jerusalén en el futuro cercano y en el futuro lejano. Ese conocimiento debió haberle afectado profundamente. Por eso formula dos declaraciones cargadas de emoción. La primera: ¡Jerusalén, Jerusalén que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! Esto hace referencia a lo que los antepasados de los escribas y fariseos hicieron con muchos profetas, pero también a lo que ellos mismos estaban por hacer con Jesús y lo que más tarde ellos y sus descendientes harán con los apóstoles, como Jacobo y discípulos de Jesús como Esteban. La segunda declaración: ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! Jesús está declarando el entrañable amor por la gente de Jerusalén. La figura de una gallina llamando a sus polluelos para que se refugien debajo de sus alas es un cuadro lleno de ternura y compasión. Así se sentía Jesús en cuanto a Jerusalén. Pero ¿cuál fue la respuesta de Jerusalén? Tal vez con los ojos llenos de lágrimas, Jesús dijo: Y no quisisteis. Denota el rechazo y la rebeldía de Jerusalén. Esto trae funestas consecuencias. He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Esto por un lado significa que la gloria de Dios estaba saliendo del templo de Jerusalén y dirigiéndose hacia el monte de los olivos, según la profecía de Ezequiel. Pero por otro lado significa que el templo de Jerusalén estaba condenado a ser asolado, a quedar como un desierto. Esto se cumplió el año 70 DC cuando el templo de Jerusalén fue destruido por los romanos. Jesús prosigue diciendo que a partir de ese momento, Jerusalén y su gente no verán más a Jesús hablando en público. Esta fue la última vez que Jesús enseñó en público. Después enseñó solamente en privado a los suyos. Esta situación prevalecerá hasta que Jerusalén y su gente reconozcan que Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel. Esto es, hasta la segunda venida de Cristo a la tierra al final de la tribulación. Entonces se cumplirá la profecía de Salmo 118:26 cuando los judíos creyentes que queden vivos hasta el final de la tribulación mirarán al cielo y exclamarán: Bendito el que viene en el nombre del Señor. Si usted todavía no ha respondido adecuadamente al amor de Cristo Jesús, debe hacerlo lo antes posible. No sea como los moradores de Jerusalén en la época que Jesús estuvo en este mundo. El resultado puede ser fatal.
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