Es grato estar nuevamente junto a Usted, amiga, amigo oyente. Sea bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Nuestro tema de estudio es la segunda epístola de Pablo a Timoteo, en la serie titulada: Consejos para una iglesia en peligro. En esta ocasión, David Logacho nos hablará acerca de la necesidad de ser un instrumento limpio para el Señor.
La naturaleza y en general todo lo que nos rodea, puede ser fuente de lecciones espirituales para los hijos de Dios. El apóstol Pablo era un maestro en sacar lecciones espirituales de las cosas comunes y corrientes de la vida.
Ese es justamente el método de enseñanza que Pablo va a utilizar para aconsejar a su fiel discípulo Timoteo. Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en 2ª Timoteo 2:20-26. En este pasaje bíblico encontramos dos partes claramente definidas.
Primero, la ilustración anunciada, y segundo, la ilustración aplicada.
Vayamos a lo primero, la ilustración anunciada. 2ª Timoteo 2:20 dice: «Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles.»
Cuando Pablo habla de una casa grande, está hablando de la mansión de una persona rica. En este tipo de mansiones había diversos tipos de utensilios o de objetos indispensables para el buen funcionamiento de la casa. Algunos de esos objetos eran de oro o de plata y estaban reservados para usos honrosos.
Los usos honrosos tiene que ver con actividades en las cuales los utensilios utilizados daban el toque de distinción de aquella mansión. Otros objetos eran de madera o de barro y estaban reservados para usos viles. Los usos viles tiene que ver con actividades en las cuales el utensilio utilizado no tenía ninguna importancia.
A manera de ejemplo, hablemos del recipiente para recoger basura. No tiene que ser ni de oro ni de plata, bien puede ser de madera o de barro. Pero si se trata del plato para servir la comida a una persona importante, no se va a utilizar un plato de madera o de barro, sino un plato de oro o de plata, asumiendo que platos así están a disposición en la mansión. Esta es la ilustración anunciada.
Ahora veamos como Pablo aplica esta ilustración. Consideremos pues, la ilustración aplicada. 2ª Timoteo 2:21-26 dice: «Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.»
La casa grande de la ilustración corresponde a la cristiandad en general. Los utensilios de oro y plata, reservados para usos honrosos, corresponde a los genuinos creyentes, como instrumentos en las manos de Dios para la proclamación de la palabra de Dios. Los utensilios de madera y de barro, reservados para usos viles, corresponde a los falsos maestros con sus doctrinas que conducen más y más a la impiedad, como el caso de Himeneo y Fileto.
La meta o el ideal de todo genuino creyente es limpiarse de todo aquello que impulsan los falsos maestros. De esta manera el creyente será un instrumento para usos honroso.
Pablo dice que un instrumento así, es santificado, esto significa dedicado exclusivamente a traer gloria al nombre de Cristo. Un instrumento así, también es útil al Señor. El poder de Dios fluye con mayor facilidad y provecho a través de siervos santificados, siervos que no tienen nada sucio en sus vidas. Un instrumento así, también está dispuesto a toda buena obra. Esto significa que estará listo para ser usado por el Señor en cualquier tiempo y para cualquier cosa que demande el Señor.
¿Cómo está su vida amable oyente? ¿Es Usted un instrumento santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra? Debe ser la meta de todo genuino creyente. La gran pregunta es entonces: ¿Cómo puede un genuino creyente ser un instrumento santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra?
Pablo da tres consejos a Timoteo acerca de esto. Huye, sigue y desecha.
Lo primero, huye también de las pasiones juveniles. Las pasiones juveniles no necesariamente se restringen a deseos desordenados de índole sexual. Se refiere a todo apetito que proviene de la carne y que se torna difícil controlar en los jóvenes, quizá debido a su falta de madurez. Cosas como el orgullo, el deseo de grandeza para ser admirado de los demás, celos, envidias, contiendas y otras cosas más.
La responsabilidad de Timoteo y de todo creyente en general es huir de estas pasiones. Mientras más lejos estén del creyente, mejor para el creyente.
Lo segundo, sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. No es suficiente huir de las pasiones juveniles, porque es necesario además seguir, en el sentido de buscar, algunas virtudes cristianas importantes.
Número uno, la justicia. Esto no se refiere a la justicia que Dios imparte al creyente que confía en Cristo como Salvador, sino a un estilo de vida caracterizado por la honestidad o la rectitud.
Número dos, la fe. Esto se refiere a la fidelidad en el sentido de dependencia absoluta de Dios.
Número tres, el amor, se refiere no sólo al amor a Dios sino también al amor al prójimo, entendiéndose por amor a la acción de sacrificio en beneficio de la persona amada.
Número cuatro, paz. Se refiere a buscar la armonía en las relaciones con todos los hombres.
Estas cualidades deben ser meta común de todos los creyentes, quienes de corazón limpio invocan al Señor. Observe que una de las características de los que de corazón limpio invocan al Señor, es seguir la justicia, la fe, el amor y la paz. ¿Está Usted siguiendo o buscando formar estas virtudes en su vida?
De modo que limpiarse uno mismo para ser instrumento para usos honrosos en la mano del Señor, implica por un lado el huir de las pasiones juveniles y por otro lado el seguir la justicia, la fe, el amor y la paz. Además implica desechar las cuestiones necias e insensatas.
Cuestiones necias e insensatas es todo aquello que se relaciona con asuntos totalmente secundarios tanto de la doctrina cristiana como la práctica cristiana. La responsabilidad de Timoteo era desechar estas cuestiones necias e insensatas. Desechar en este caso significa no prestar atención alguna. Pablo da varias razones para desechar estas cuestiones necias e insensatas.
Número uno, sabiendo que engendran contiendas. Meterse a discutir sobre asuntos triviales o sin importancia, puede degenerar en una disputa nada edificante que no honra al Señor y tampoco es de utilidad para los actores del debate. Es preferible evitar las discusiones sobre asuntos sin importancia. En épocas pasadas, se hizo motivo de gran discusión entre los teólogos, el determinar cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler. Algunos decían tantos, otros decían algo diferente. Sobre esto se habló tanto, se discutió tanto, se escribió tanto. Pero nada de los que se dijo o se escribió ayudó a nadie a ser un creyente maduro en la fe. Lo único que generó, como dice Pablo, fue las contiendas.
Número dos, porque los siervos del Señor no deben tener un carácter que fomenta las disputas. Eso es lo que Pablo dice cuando afirma que el siervo del Señor no debe ser contencioso. Cuando encontramos a una persona que quiere armar una tormenta en un vaso de agua al dar exagerada importancia a un asunto secundario, nos vemos tentados a luchar para hacer prevalecer nuestro particular punto de vista, pero esta actitud no es propia de un siervo del Señor.
El consejo de Pablo es: Mejor deseche esas cuestiones necias e insensatas. Puede ser que a los ojos de su contrincante Usted haya perdido una disputa, pero a los ojos de Dios habrá ganado una corona. En lugar de fomentar contiendas, un siervo del Señor debe ser amable para con todos. Esto significa de trato afable con los demás. De una manera amable se puede perfectamente evitar una contienda y de esa manera nadie se sentirá vencedor ni vencido. Además debe ser apto para enseñar. Esto significa que el siervo del Señor debe estar dispuesto a exponer la verdad bíblica sin recurrir a la confrontación abierta.
Para actuar así se necesita de ayuda sobrenatural de lo alto, pero Dios por medio de su Espíritu ha dado ya esa ayuda a los creyentes. Solamente tenemos que usarla. El siervo del Señor también debe ser sufrido. Esto significa que debe revestirse de paciencia. Siempre habrá personas que les es difícil aceptar la sencilla verdad de la palabra de Dios, e inclusive se niegan a hacerlo. Lejos de maltratar a personas así, el siervo del Señor debe ser paciente con estas personas.
Por último, el siervo del Señor debe ser alguien que con mansedumbre corrija a los que se oponen. Esto significa el ejercicio de la humildad para tratar con la oposición. El siervo del Señor no es aquel que expulsa de la iglesia a todo aquel que no esté de acuerdo con él en todo. Mas bien es aquel que con mansedumbre, humildad y paciencia busca la rectificación de parte del que está en oposición.
Esta conducta busca el beneficio de la persona que está en error. Por eso Pablo dice: Por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad. Note que todo arrepentimiento parte, o proviene, de Dios. Se necesita intervención divina para reconocer un error y rectificar ese error. De otra manera, la persona que está en error seguirá, como dice Pablo, en el lazo del diablo, cautiva a voluntad de él.
Observe también que todo error en último término está orquestado por el diablo. Él es el artífice y maestro del error. De esta manera, Pablo termina su consejo a Timoteo. En esencia ha desafiado a Timoteo a ser un instrumento limpio, para ser utilizado de una manera efectiva por el Señor. ¿Cómo está su vida? ¿No será necesario que se limpie de algunas cosas para que Dios le pueda usar para algo honroso? Si ese es el caso, reconozca su error y en un acto de fe confiéselo al Señor y apártese de cualquier cosa que esté mal en su vida.
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