Qué gozo saludarle, amiga, amigo oyente. Reciba una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. Soy David Logacho acompañándole en el estudio de este precio libro del Nuevo Testamento, el evangelio según Juan. En esta oportunidad vamos a estudiar la última parte de un magistral discurso del Señor Jesús, cuyo propósito fue demostrar que es Dios.
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en Juan 5:30-47. Como antecedente, recuerde que en nuestro estudio bíblico, el Señor Jesús proclamó su deidad, sobre la base de sus obras, de su responsabilidad de juzgar, de los honores que recibe como Dios, y por su capacidad de levantar a los muertos. Pero conforme a la ley que Dios dio a Israel por medio de Moisés, los testimonios no se daban por verídicos simplemente porque alguien lo decía. Para darlos por ciertos, era necesario que sean confirmados por dos o tres testigos. Deuteronomio 19:15 dice: No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación.
Conforme con esto, el Señor Jesús va a presentar a tres testigos que confirman que Él es Dios. Notemos primeramente la introducción que hace el Señor Jesús. Juan 5:30-31 dice: No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.
Joh 5:31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
El Señor Jesús afirma algo que ya había dicho anteriormente en su discurso. A pesar de ser Dios mismo, mientras estuvo en forma humana en este mundo, sometió su voluntad a la voluntad de su Padre. A esto se refirió cuando dijo: No puedo yo hacer nada por mí mismo, según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo. La razón para esto es porque el Señor Jesús no buscaba hacer su voluntad sino la voluntad de su Padre, quien le envió. Todo esto tenía que ser confirmado por testigos, conforme a la ley judía. Este es el motivo por el cual el Señor Jesús dijo: Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Dicho esto, el Señor Jesús pasa a presentar a sus testigos para confirmar sus dichos. El primero es alguien muy conocido por los judíos que estaban presentes. Se trata de Juan el Bautista. Juan 5:32-35 dice: Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
Joh 5:33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.(C)
Joh 5:34 Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos.
Joh 5:35 El era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.
Cuando el Señor Jesús dice que otro es el que da testimonio acerca de él, se está refiriendo a Juan el Bautista. El Señor Jesús aprueba el testimonio que Juan el Bautista dio sobre él. Dice que su testimonio es verdadero. ¡Hermoso! Juan el Bautista representó bien al Señor Jesús, tanto en palabra como en obra. Qué gran ejemplo para nosotros. El Señor Jesús prosigue recordando a los judíos, que fueron ellos mismos quienes enviaron mensajeros a Juan el Bautista para averiguar quien era, y de la forma más clara, Juan el Bautista dijo que no era el Cristo, ni Elías, ni alguno de los profetas, sino simplemente una voz que clama en el desierto preparando el camino de quien venía tras él, del Mesías, esto es, del Señor Jesús. De esta manera, Juan el Bautista dio testimonio de la verdad. El Señor Jesús no necesitaba testimonio de seres humanos para confirmar que es Dios, pero se refirió al testimonio que dio Juan el Bautista, para beneficio de los judíos, para que oyendo su mensaje y creyendo en la persona a quien anunciaba, sean salvos. Acto seguido, el Señor Jesús se refirió en los mejores términos sobre Juan el Bautista. Dijo que era antorcha que ardía y alumbraba. Juan el Bautista se consumió brillando para el Señor Jesús. Los judíos se regocijaron por un tiempo en la luz, muchos de ellos salieron a los campos a escuchar a Juan el Bautista, pero su incredulidad les condujo a ignorar voluntariamente al Señor Jesús, para quien brillaba Juan el Bautista. Él es el primer testigo. En segundo lugar viene el segundo testigo. Se trata no de una persona sino de sus obras sobrenaturales. Note lo que dice Juan 5:36: Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.
El testimonio de Juan el Bautista a favor del Señor Jesús era importante pero había otro testimonio más importante. Es el mayor testimonio que menciona el Señor Jesús. ¿A qué se refirió el Señor Jesús? Pues a las obras que su Padre le había encomendado hacer, obras que el Señor Jesús las hizo con meticulosidad. Estas obras sobrenaturales que sólo alguien como Dios puede hacer, son como un testigo que levanta su voz para confirmar que el Señor Jesús es Dios y que ha sido enviado por el Padre. Los milagros que realizó el Señor Jesús favorecieron a las personas que recibieron esos milagros, pero esto no fue el principal propósito para los milagros. El principal propósito fue testificar que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, Dios mismo, enviado por su Padre. Tenemos ya dos testigos: Juan el Bautista y las obras portentosas. Es hora de presentar al tercer testigo. Note lo que dice Juan 5: 37-47. También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí.(D) Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,
Joh 5:38 ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.
Joh 5:39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;
Joh 5:40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.
Joh 5:41 Gloria de los hombres no recibo.
Joh 5:42 Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.
Joh 5:43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis.
Joh 5:44 ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?
Joh 5:45 No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.
Joh 5:46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.
Joh 5:47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?
El tercer testigo que presenta el Señor Jesús no es una persona, sino las Escrituras. Digamos el Antiguo Testamento. El Padre dio testimonio a favor del Señor Jesús en los escritos del Antiguo Testamento. El Padre que me envió ha dado testimonio de mí, dijo el Señor Jesús. A continuación el Señor Jesús dijo algo muy profundo. Por el hecho que los judíos no creían en el Señor Jesús, enviado del Padre, el Señor Jesús les dijo tres cosas en extremo dolorosas. La primera, nunca habían oído la voz del Padre. La segunda, nunca habían visto su aspecto. La tercera, nunca habían tenido la palabra del Padre morando en ellos. Esto es lamentable amable oyente. Quien no ha recibido al Señor Jesús como Salvador, esta sordo al Padre, está ciego al Padre y está vacío del Padre. No puede haber algo más lamentable. Esta era la condición espiritual de los judíos que estaban escuchando el discurso del Señor Jesús. Esto es algo inadmisible y el Señor Jesús se ocupa de denunciarlo. En esencia dijo a los judíos: Miren, ustedes se matan escudriñando, o analizando con extrema meticulosidad, las Escrituras, se refería al Antiguo Testamento, porque están seguros que en ella tienen la vida eterna. Pues les digo que esas Escrituras que tanto escudriñan, justamente dan testimonio sobre mí. Sin embargo, ustedes se resisten a creer en mí, o a venir a mí, para que tengan la vida eterna que tanto se afanan por encontrar. Las consecuencias de esta falta de fe en estos judíos son desastrosas. Los judíos de esa época tenían pasión por recibir reconocimiento o gloria entre ellos. El Señor Jesús no estaba allí para recibir reconocimiento o gloria de nadie. Está allí para que esos judíos reconozcan su pecado y confíen en él como Salvador. Eso no estaba ocurriendo por el momento. El Señor Jesús lo sabía con perfección, porque siendo Dios nada estaba oculto de Él. Por eso les dijo que estos judíos no tienen el amor de Dios en ellos. El Señor Jesús vino a este mundo enviado por el Padre y no estaba siendo recibido por los judíos, pero si otro viniera a este mundo en su propio nombre, estos judíos lo recibirían con los brazos abiertos. Esto estaba de acuerdo con la costumbre de estos judíos que recibían gloria los unos de los otros, y por tanto no se preocupaban siquiera por recibir la gloria que viene del Dios único. Los judíos no debían pensar que el Señor Jesús les iba a acusar por esto ante el Padre. No. Quien los iba a acusar es aquel en quien estos judíos habían puesto su esperanza, Moisés. Fue Moisés quien escribió acerca del Señor Jesús. Si estos judíos creían a Moisés tendría que creer que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, pero como no lo estaban haciendo, esto demostraba que en realidad con creían a Moisés. La conclusión de su discurso es como una estocada final: Si no creen a los escritos de Moisés, peor van a creer a mis palabras. Son tres testigos que confirman que el Señor Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, Dios mismo. El hombre tiene la responsabilidad de aceptar o rechazar este testimonio. Si lo acepta y lo demuestra recibiendo al Señor Jesús como Salvador, es salvo. Si lo rechaza, está condenado.
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