Saludos cordiales amigo oyente. Bienvenido al estudio bíblico de hoy. El tema de nuestros últimos estudios Bíblicos ha sido la primera Epístola de Pedro. En esta Epístola encontramos una descripción de la verdadera gracia de Dios. Lo último que vimos fue que la verdadera gracia de Dios capacita a un creyente para soportar el sufrimiento por causa de la justicia. En esta ocasión, David Logacho nos hablará de un perfecto ejemplo de alguien que padeció por causa de la justicia.
La verdadera gracia de Dios capacita a un creyente fiel a soportar con gozo el padecimiento por causa de la justicia. Esto fue lo último que tratamos. Pedro dijo por tanto: «Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal» Es a partir de aquí cuando Pedro introduce el mejor ejemplo que puede haber acerca de alguien que padeció por causa de la justicia. El ejemplo es Cristo Jesús. Abramos nuestras Biblias en 1ª Pedro 3:18-22 antes de introducirnos en un análisis de este pasaje bíblico, debemos señalar que estamos ante uno de los pasajes bíblicos de más difícil interpretación en todo el Nuevo Testamento. Por siglos, los intérpretes bíblicos han luchado intensamente por encontrar la interpretación correcta de este pasaje. El resultado ha sido que existen casi tantas interpretaciones como intérpretes. Sin pretender refutar a los que han llegado a una interpretación diferente, me gustaría compartir con Ud. aquella que se ajusta a nuestra manera de entender este pasaje bíblico. Lo que encontramos en primer lugar es a Jesucristo como ejemplo de alguien que murió por causa de la justicia. 1ª Pedro 3:18 dice «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu». Jesucristo como Dios hombre, no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca durante los treinta y tantos años que vivió en este mundo. Si los justos no padecieran aflicción, Jesucristo sería el más indicado para ser librado de la más mínima aflicción. Pero Ud. y yo sabemos que no fue así. A pesar de ser perfecto y santo en pensamiento, palabra y obra, Jesucristo murió en aquella cruz de vergüenza, reservada para los criminales de la peor calaña. Cuando uno mira a Jesucristo muriendo en la cruz, uno encuentra que su muerte fue expiatoria es decir que su muerte libró a los que creen en él de recibir el castigo por sus pecados. Su muerte fue de valor eterno, porque con morir una sola vez, arregló por siempre el problema de pecado del hombre. Su muerte fue sustitutoría, porque el justo murió en lugar de los injustos. Su muerte fue reconciliadora porque con ella se logró que los pecadores seamos reconciliados o llevados a Dios. Su muerte fue violenta porque su carne fue privada de la vida con violencia. Sin embargo también él fue vivificado en su espíritu en la resurrección. Así es amigo oyente. Jesucristo es el perfecto ejemplo de alguien que murió por causa de la justicia. En segundo lugar, encontramos a Jesucristo como ejemplo de alguien que fue rechazado por causa de la justicia. 1ª Pedro 3:19-20 dice «en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir ocho, fueron salvadas por agua» Jesucristo, sin haber conocido pecado, sin embargo experimentó el rechazo violento de la mayoría de la gente durante el tiempo que estuvo en carne sobre este mundo. También hoy en día sufre el rechazo de todos aquellos que rehúsan voluntariamente recibirle como Salvador. Pero ese rechazo además estuvo presente en la época anterior al Diluvio, durante el tiempo que vivió Noé. A esto último se refiere el pasaje que acabamos de leer. En espíritu Cristo predicó a los habitantes antidiluvianos por medio de Noé. Por 120 años el espíritu de Cristo habló por boca de Noé un mensaje de arrepentimiento a una multitud sumida en la degradación de su propio pecado. Era la paciencia de Dios esperando el arrepentimiento del hombre en los días de Noé. ¿Cuál fue el resultado de la predicación del espíritu de Cristo por medio de Noé? Pues en esencia este mensaje fue rechazado por la mayoría de la población, excepto por la familia cercana de Noé, pocas personas, ocho en total. La gran mayoría desobedecieron a Dios, es decir que rechazaron el mensaje del espíritu de Cristo proclamado por Noé. Como consecuencia, todos ellos, excepto Noé y su familia, murieron ahogados en las aguas del Diluvio. A partir de ese momento, los espíritus de los que murieron sin haber creído a Dios, están encarcelados en el Seol o el Hades, esperando el momento para la resurrección de los incrédulos para entonces ser lanzados vivos al Infierno o el Lago de Fuego. En tercer lugar tenemos a Jesucristo como ejemplo de alguien que fue bautizado en las tinieblas tenebrosas del Calvario. 1ª Pedro 3:21 dice «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo» En este versículo se hace una comparación muy ilustrativa. Pedro no está hablando del bautismo en agua del creyente. Pedro está hablando acerca del bautismo que corresponde a esto. ¿A esto qué? Pues a lo que ha dicho anteriormente. Lo que ha dicho anteriormente tiene que ver con la salvación de los ocho cercanos a Noé de perecer ahogados por las aguas del Diluvio. Así como en los días de Noé, Dios por medio de Noé proveyó de un arca de madera para que los que quieran salvarse de morir ahogados entren a esa arca. Así también, ahora, Dios ha puesto a disposición del hombre a la persona de Cristo, quien murió en el madero, para que todo aquel que quiera salvarse del castigo de Dios, lo haga por medio de creer en él. Así como el arca de Noé fue sometida a los rigores de la inundación en agua o bautizada en agua para poder salvar del agua a los que estaban en su interior, así también Jesucristo fue sometido a los rigores de la muerte o bautizado en la muerte, para poder librar de la muerte a todos los que quieran refugiarse en él. Pedro hace una aclaración importante, que aparece dentro de un paréntesis en este versículo. Básicamente dice que él no está hablando del rito judío del lavamiento que solamente tiene poder para limpiar lo exterior, la carne, sino de refugiarse en Cristo como Salvador, lo cual tiene poder para limpia lo interior, el espíritu, la conciencia, para hacerla buena y adecuada para presentarse a Dios. El bautismo de Jesucristo en su muerte, fue una ofrenda por el pecado aceptada por Dios. La prueba de ello es que Jesucristo después de haber muerto resucitó. Nuevamente aquí vemos que Jesucristo no tenía por qué sufrir muerte, pero lo sufrió por causa de la justicia. En cuarto y último lugar, tenemos a Jesucristo como el ejemplo de alguien que fue glorificado después de haber padecido por causa de la justicia. 1ª Pedro 3:22 dice «quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos los ángeles, autoridades y potestades» Esto muestra el resultado final de padecer por causa de la justicia. Luego viene la glorificación. Con Jesucristo sucedió exactamente aquello. Aún antes de venir en forma humana a este mundo, él fue rechazado. Cuando se hizo hombre y vivió como Dios hombre en este mundo también fue rechazado. Posteriormente fue crucificado como si fuera un criminal. Fue bautizado en los rigores de la muerte. Y todo esto a pesar que no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca. ¿Será que Jesucristo terminó derrotado? De ninguna manera. El salió victorioso. Porque una vez resucitado, subió al cielo y está ahora a la diestra de Dios, en el lugar de privilegio, en la posición de supremacía. A él están sujetas las huestes celestiales formadas de ángeles, autoridades y potestades. Más alto no podía estar. Pero para llegar allí tuvo que atravesar por el tenebroso valle de la muerte. Tuvo que saborear el trago amargo de morir como el peor de los pecadores. Tuvo que padecer por causa de la justicia. El resultado final es del todo bueno. Bueno para Dios, bueno para Jesucristo pero sobre todo bueno para nosotros pecadores. Cuanta razón tenía Pedro cuando dijo: ¿Y quien es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Puede ser que Ud. también amigo oyente, estará sufriendo padecimiento por causa de la justicia. No sé… a lo mejor en forma de rechazo de sus familiares incrédulos o de sus amigos incrédulos, o a lo mejor en forma de persecución de algún tipo, o quizá en forma de segregación por cuanto Ud. es un hijo o hija de Dios. Si es así, como dijo Pedro, Ud. es bienaventurado, no porque sea placentero el sufrimiento, sino porque le espera algo grandioso en el futuro. Por eso el apóstol Pablo dijo en 2ª Corintios 4:17 «Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria»
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