Es un placer estar nuevamente junto a Usted a través de esta emisora amiga. Bienvenida o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Uno de los pasatiempos favoritos de la gente de dinero es viajar por el mundo y conocer diferente culturas, diferentes lugares, diferentes ciudades… Hablando de ciudades, los guías turísticos llevan a los turistas a los lugares más famosos o más representativos de la ciudad que están conociendo, de modo que los turistas tengan la mejor imagen posible de esa ciudad. Pues bien, en el estudio bíblico de hoy, Juan se halla en una especie de visita de turismo a la ciudad más maravillosa que se pueda imaginar. El guía turístico será nada más y nada menos que un poderoso ángel. Dejemos que David Logacho comparta con nosotros mayores detalles.
Prosiguiendo con nuestro estudio bíblico de Apocalipsis, nos corresponde estudiar el capítulo 21 a partir del versículo 9. Para propósitos didácticos, pensemos en un guía turístico mostrando a un turista los detalles de una ciudad desconocida para ese turista. Lo primero que vamos a tratar es la presentación del guía turístico. Se encuentra en la primera parte de Apocalipsis 21:9 donde leemos: “Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras…” Juan había visto la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. El cielo alzó la voz para decir que lo que Juan estaba viendo era el tabernáculo de Dios, en el cual Dios morará con los hombres. En la mente de Juan se habrán anidado muchas inquietudes acerca de esa fabulosa ciudad. Es natural que algo así despierte mucha curiosidad en una persona. Juan era un hombre de carne y hueso como Usted y yo. Pues Dios se encargará de proporcionar detalles más finos de esta gran ciudad. Con ese propósito, Dios va a usar a un ángel poderoso, uno que ya tuvo parte en la consumación de la voluntad e Dios sobre la tierra y sus habitantes durante la tribulación. Era uno de los siete ángeles que derramaron las siete copas llenas de los siete juicios más terribles que Dios usó para castigar al mundo incrédulo. Qué guía turístico tan distinguido. Qué privilegio de Juan el conocer la nueva Jerusalén bajo la guía de tan ilustre personaje. Lo segundo que vamos a tratar es el propósito del guía turístico. Se encuentra en Apocalipsis 21:9 en su segunda parte, donde dice: “ y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.” El ángel poderoso dirige la palabra a Juan para comunicar lo que estaba por hacer. Su propósito es mostrar a Juan la desposada, la esposa del Cordero, la nueva Jerusalén. Muy interesante la figura para la nueva Jerusalén. Es la esposa del Cordero. El Cordero es Cristo. Los que moran en la nueva Jerusalén son los redimidos por Cristo. Con su sacrificio en la cruz del Calvario, Cristo pagó el precio para comprar a su esposa. Muy bien, tenemos entonces a Juan disponiéndose a conocer detalles de la nueva Jerusalén, bajo la meticulosa guía de este poderoso ángel. Lo tercero que trataremos es el plan de visita del guía turístico. Básicamente consistirá en una visita a los exteriores de la nueva Jerusalén y una visita a los interiores de la nueva Jerusalén. Lo que tiene que ver con la visita a los exteriores de la nueva Jerusalén, se encuentra entre los versículos 10 a 21. Juan comienza describiendo el lugar desde donde estaba contemplando la nueva Jerusalén. Se encuentra en Apocalipsis 21:10 donde dice: “Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios…” Juan es trasladado en el Espíritu a un monte grande y alto. No fue un sueño, sino que mediante el poder del Espíritu Santo, Juan fue transportado sobrenaturalmente a un monte grande y alto desde donde podía distinguir con claridad la gran ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, la ciudad que descendía de Dios. El Espíritu Santo dio a Juan el poder necesario para que sus sentidos perciban lo que estaba por mostrar el ángel. Inmediatamente, Juan comienza a describir lo que sus ojos percibieron. Primero su apariencia general. Apocalipsis 21:11 dice: “teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.” Ah… amable oyente. Esto es fabuloso. Mirando a distancia, Juan ve a la nueva Jerusalén teniendo la gloria de Dios. Esto significa que tenía un brillo semejante al brillo que emana la esencia divina, la shekina. Su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe. El fulgor es el resplandor que de sí mismo emana un objeto. La nueva Jerusalén emana un resplandor que le hace semejante a una joya, a una piedra preciosísima. Juan lo comparó con una piedra de jaspe. Quizá una mejor traducción sería, algo comparable a un diamante. ¿Ha visto Usted alguna vez un diamante? Es algo hermoso ¿Verdad? Bueno, así de hermosa se ve desde afuera la nueva Jerusalén. El brillo de la gloria de Dios, quien mora en la nueva Jerusalén, conocido como la shekina, se proyecta hacia fuera como la luz que se refleja en las pulidas caras de un precioso diamante. Por eso Juan dice que era diáfana como el cristal. Luego Juan fija su mirada en el muro y en las puertas de la ciudad. Apocalipsis 21:12-14 dice: “Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas doce ángeles, y nombres inscritos, que son de las doce tribus e los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.” La deslumbrante nueva Jerusalén estaba rodeada de un muro grande y alto. La ciudad se halla establecida en cuadro. En cada uno de los cuatro lados, el muro tenía tres puertas. Doce puertas en total. Cada puerta tenía su nombre. Los nombres correspondían a las doce tribus de los hijos de Israel. Cada puerta estaba custodiada por un ángel. En son de broma se dice que Pedro es el guardián de la puerta del cielo. Bueno, la Biblia muestra que la nueva Jerusalén tiene doce puertas y en cada puerta no está Pedro como guardián sino un ángel. Este muro grande y alto necesita buenos cimientos. Juan notó que tenía doce cimientos y sobre cada uno de los doce cimientos estaban los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero o de Cristo. Si a Usted le gusta indagar las cosas a fondo, trate de investigar el nombre del apóstol que estará inscrito en el duodécimo cimiento. ¿Será Pablo? ¿O será Matías? Recuerde que Judas Iscariote dejó vacante su oficio como apóstol de Cristo. ¿Quién lo reemplazó? Fue Matías o Pablo. Acto seguido el ángel informa a Juan las dimensiones de la nueva Jerusalén y de su muro. Apocalipsis 21:15-17 dice: “El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.” El ángel que acompañaba a Juan llevaba una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad es como un cubo perfecto. El alto es igual al ancho y al largo. La medida arrojó doce mil estadios. Un estadio equivale a 180 metros. Es decir que el cubo tiene 2160 Kilómetros de alto, ancho y largo. Esto es asombroso. No existe nada en este mundo que se pueda comparar con esto, ni en dimensiones, peor en características. Es más enorme que lo que la mente puede concebir. Mírelo así: Si asumimos que una persona ocupa 10 metros cúbicos, la nueva Jerusalén podría dar cabida un número de personas equivalente a 10 seguido de 18 ceros. La población actual del mundo asciende a 6 seguido de nueve ceros. Algo ínfimo en comparación de 10 seguido de 18 ceros. Esto es mucho más que todos los salvos que han existido desde que Dios creó al hombre hasta ahora. Luego de medir la ciudad, el ángel procede a medir el muro. La medida resultó ser ciento cuarenta y cuatro codos de medida de hombre, la cual es de ángel. Un codo equivale a 45 centímetros. Es decir que el muro que rodea a la ciudad tiene unos 65 metros. Puede ser que se trate del alto del muro o puede ser también que se trate del ancho del muro. En ambos casos es algo extremadamente grande, conforme a la grandeza de Dios. Vamos a dejar aquí a nuestros amigos, el ángel poderoso y Juan para continuar con la descripción de la nueva Jerusalén en nuestro próximo estudio bíblico. Nos quedamos extasiados al meditar en la magnificencia y grandeza de la nueva Jerusalén. Yo estaré en ese lugar algún día, no porque lo merezca, sino porque he recibido a Cristo como mi Salvador personal. Usted también estará allí, si Usted tiene a Cristo como su Salvador. Pero si usted jamás ha recibido a Cristo como su Salvador, Usted por lo pronto está impedido de entrar a esta ciudad. No siga marginado de la nueva Jerusalén, amable oyente. Hoy mismo reconozca su necesidad de salvación y reciba a Cristo como su Salvador. Entre muchos beneficios que recibirá, adquirirá el derecho para morar en la nueva Jerusalén por la eternidad. No retrase más su decisión.
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