Cordiales saludos amiga, amigo oyente. Soy David Logacho dándole la bienvenida al estudio bíblico de hoy en el evangelio según Juan. Algo notable en la vida de Juan el Bautista, es su pasión por poner en alto la persona del Señor Jesús. Cada vez que aparece en el Nuevo Testamento, se lo ve dando un testimonio nítido a favor del Señor Jesús. Es justamente en este plano en el cual aparece en nuestro estudio bíblico de hoy.
En nuestro último estudio bíblico, vimos que a raíz de una disputa entre los judíos y los discípulos de Juan el Bautista, acerca de la purificación, los judíos dijeron a Juan el Bautista: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, refiriéndose al Señor Jesús, bautiza y todos vienen a él. En otras palabras: ¿Qué pasa con tu ministerio? La persona que bautizaste hace poco está bautizando, y todos acuden a él, mientras que casi nadie acude a ti para ser bautizado. Parece que estos judíos querían poner a Juan el Bautista en contra del Señor Jesús, provocándole a celos o a envidia. La respuesta de Juan el Bautista fue que así tiene que ser porque no puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado por Dios. Inmediatamente después, Juan el Bautista recordó a los judíos, que ellos mismo fueron testigos de sus palabras cuando dijo que él no era el Cristo, sino uno enviado por Dios delante del Cristo. Aquí es donde Juan el Bautista comenzó a testificar a favor de Cristo. Lo comparó con el esposo en una boda. En las bodas judías, el foco de atención no era la esposa sino el esposo. Juan el Bautista no era otra cosa sino solamente el amigo del esposo. En las bodas judías, el esposo nombraba a un varón de su entera confianza, como amigo del esposo, y esta persona se encargaba de todos los detalles de la ceremonia de bodas y del banquete de bodas. La mejor recompensa para el amigo del esposo, era saber que el esposo está satisfecho con todo lo que sucede en su boda. Al ver crecer el ministerio del Señor Jesús, Juan el Bautista estaba gozoso, a pesar que su propio ministerio estaba decreciendo. Así tenía que ser. Juan el Bautista dijo que es necesario que el Señor Jesús crezca, refiriéndose a su ministerio, mientras que él mengue, refiriéndose a su ministerio. Cuán difícil es colocarse a la sombra de otro, ¿verdad? A nadie le gusta estar a la sombra de otro, pero Juan el Bautista estaba muy gozoso al saber que estaba a la sombra del Señor Jesús. Este mi gozo está cumplido, dijo. Pero Juan el Bautista tenía algunas otras cosas para decir a los judíos, y a la gente que le escuchaba. Esta fue la oportunidad para poner en alto a la persona del Señor Jesús. La primera razón para poner en alto a la persona del Señor Jesús fue su origen. Juan 3:31 dice: El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.
El Señor Jesús viene de arriba, su origen es celestial, es nada más y nada menos que el Hijo de Dios. Por eso es sobre todos. Juan el Bautista viene de la tierra, su origen es terrenal. Por ser terrenal, Juan el Bautista habla de las cosas terrenales. Juan el Bautista tenía claro en su mente que el Señor Jesús es sobre todos porque viene del cielo, es celestial. Otra razón para poner en alto a la persona del Señor Jesús es por su mensaje. Note lo que dice Juan 3:32. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.
Lo que testificaba el Señor Jesús no era algo que lo recibió de segunda mano, sino lo que vio y oyó, porque en el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Aparte del Señor Jesús, nadie ha venido del cielo para darnos a conocer lo que vio y oyó estando en el cielo. Si alguien quiere saber sobre Dios, sobre el cielo y sobre como llegar allá, necesita poner atención al testimonio del Señor Jesús. Pero a pesar de esto, Juan el Bautista reconoció la dureza del corazón del hombre a causa del pecado. Por eso Juan el Bautista dijo: Y nadie recibe su testimonio. Al decir nadie, se está refiriendo a la mayor parte del mundo, porque habemos algunos, relativamente pocos, que hemos recibido el testimonio del Señor Jesús y por eso hemos recibido perdón eterno y gratuito de nuestros pecados. Otra razón que utiliza Juan el Bautista para poner en alto a la persona del Señor Jesús es porque recibir su testimonio es igual a aseverar que Dios es veraz. Juan 3:33 dice: El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.
El Señor Jesús testifica lo que vio y oyó. Su testimonio es único porque es un testigo presencial de lo que vio y oyó. El que recibe el testimonio del Señor Jesús, está de acuerdo con Dios, o en otras palabras, testifica que Dios es veraz. Por contraste, el que no recibe el testimonio del Señor Jesús, está en contra de Dios, o en otras palabras, está haciendo a Dios mentiroso. Esto es algo terrible amable oyente. Imagine. Hacer a Dios mentiroso. Pues, así es. Todo aquel que voluntariamente rechaza el testimonio del Señor Jesús, está blasfemando contra Dios. Las consecuencias son funestas, al punto de recibir condenación eterna. Una razón más por la cual Juan el Bautista pone en alto a la persona del Señor Jesús es porque el Señor Jesús tiene el Espíritu Santo sin límites. Juan 3:34 dice: Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.
El que Dios envió es el Señor Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios. El mensaje del Señor Jesús es el mensaje de Dios mismo. Las palabras de Dios habla, dijo Juan el Bautista. Oír al Señor Jesús es lo mismo que oír a Dios, recibir las palabras del Señor Jesús, es lo mismo que recibir las palabras de Dios. Aceptar al Señor Jesús es lo mismo que aceptar a Dios. De igual manera, rechazar al Señor Jesús es lo mismo que rechazar a Dios. Esto es notable, porque muchas personas dicen: Yo creo en Dios, pero no creo en Cristo y por tanto no lo recibo como Salvador. Esto es una incongruencia. Si se cree en Dios, no se puede rechazar al Señor Jesús, el Cristo. Si se rechaza al Señor Jesús, el Cristo, en el fondo se rechaza también a Dios. Lo que el Señor Jesús habló es exactamente lo que Dios quiso que hable, sin la más mínima posibilidad de error. Para esto es indispensable la obra del Espíritu Santo. Dios dio al Señor Jesús el Espíritu Santo sin ningún límite. A esto se refiere Juan el Bautista cuando afirma que Dios no da el Espíritu por medida. Hablando sobre esto, Isaías dijo lo siguiente, según Isaías 11:2 Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.
Una razón más por la cual Juan el Bautista pone en alto la persona del Señor Jesús es porque él es amado del Padre y por tanto tiene preeminencia. Juan 3:35 dice: El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.
Dios el Padre ama a su Hijo unigénito. Concordante con este amor inefable, Dios el Padre entregó todas las cosas en la mano de su Hijo amado. El Señor Jesús tiene la preeminencia. Preeminencia viene del adjetivo preeminente que significa lo que está en el lugar superior o más elevado. De allí, superior o sublime. Esto es maravilloso. Al recibir al Señor Jesús estamos recibiendo a quien es superior o sublime. No existe nadie igual a él. Juan el Bautista estaba totalmente consciente de esto. Finalmente, otra razón por la cual Juan el Bautista pone en alto la persona del Señor Jesús es porque tiene potestad para salvar eternamente o condenar eternamente. Ponga atención a lo que dice Juan 3:36. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Esto viene a ser la conclusión a todo lo que Juan el Bautista dijo a los judíos que vinieron a él. Por sus atributos, el Señor Jesús tiene potestad para salvar eternamente o para condenar eternamente. Todo descansa sobre la fe. El que cree en el Señor Jesús y en consecuencia lo recibe como Salvador, tiene vida eterna. Observe la conjugación del verbo tener en esta oración. Está en tiempo presente y en modo indicativo, lo cual implica que cuando una persona recibe al Señor Jesús como su Salvador, llega a tener vida eterna en ese mismo instante y nunca más lo pierde. Por eso habrá oído la frase: Una vez salvo, para siempre salvo. No existe posibilidad de perder la salvación. La vida eterna no es algo que los creyentes vamos a recibir cuando muramos físicamente, sino algo que tenemos desde el momento que recibimos a Cristo como Salvado y por la eternidad. Pero también está lo otro. El que rehúsa creer en el Señor Jesús y en consecuencia no lo recibe como Salvador, no verá la vida. Se refiere a que nunca tendrá vida eterna, o nunca será salvo, sino que la ira de Dios está sobre él. Esto significa que recibirá castigo eterno. Si jamás ha recibido al Señor Jesús como su Salvador, está en peligro de recibir la ira de Dios, amable oyente. No corra más este riesgo. Hoy mismo reciba al Señor Jesús como su Salvador y tendrá vida eterna a partir del instante que tome esta decisión. Que el Señor le bendiga.
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