Qué gozo saludarle, amiga, amigo oyente. La Biblia Dice… se complace en darle la más cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy con David Logacho. Este estudio bíblico es parte de la serie que lleva por título: Romanos, la salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús. En esta oportunidad daremos un vistazo a la gracia soberana de Dios, escogiendo una nación de entre las demás naciones del mundo, Israel.
Si tiene a la mano una Biblia, ábrala en el libro de Romanos capítulo 9. Aquí comienza la segunda parte del libro de Romanos. Así como la primera sección del libro de Romanos es eminentemente doctrinal, esta segunda sección del libro de Romanos es eminentemente dispensacional. En esta sección, el apóstol desarrolla los principios de la providencia de Dios en lo que tiene que ver con el más amplio campo del mundo, y especialmente con la nación hebrea, el pueblo de Dios. El apóstol ya había dejado establecido en la sección anterior, el gran principio que Dios usa para con todos los hombres, tratándolos a todos como pecadores, sin tomar en cuenta su raza o clase social. En cuanto a la salvación, no hay diferencia entre judío o griego. Pero para que no se piense por esto que todas las promesas de Dios a Israel han sido desviadas y transferidas a los gentiles, el apóstol ahora aborda la cuestión del propósito de Dios para con Israel y su especial providencia relacionada con su pueblo escogido. ¿Ha sido anulado el pacto de Dios con Israel? ¿Será que la desobediencia de Israel ha hecho que el pacto que Dios hizo con ella haya quedado sin efecto? ¿Ha habido un propósito inmutable a través de los siglos que se ha desenrollado como un hilo de oro, para alcanzar su completo cumplimiento en los siglos futuros? Este es el asunto que ocupa la segunda sección del libro de Romanos, capítulos 9 a 11. El capítulo 9 enfoca sobre el pasado de Israel. El capítulo 10 enfoca sobre el presente de Israel, y el capítulo 11 enfoca sobre el futuro de Israel. Hoy vamos a comenzar con el análisis del capítulo 9. Lo primero que notamos es una introducción necesaria. Romanos 9:1-5 dice: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.” En esta introducción Pablo expresa su profundo amor e interés por sus paisanos, los judíos. Pone a Cristo como testigo de lo que siente hacia los judíos. Imposible que Pablo mienta sobre esto. Además, su conciencia, controlada por el Espíritu Santo, provee de testimonio a favor de lo que siente por los que son judíos como él. El sentimiento de Pablo se resume en tristeza y continuo dolor en su corazón. Tan profundo era este sentimiento en él, que por amor a sus hermanos judíos estaría dispuesto hasta ser anatema. Esta palabra significa: dedicar algo a la destrucción en el infierno eterno. Una persona que ha sido hecha anatema, está separada de Cristo. Pablo sabía que esto es una imposibilidad en su caso, como en el caso de todo genuino creyente, pero lo menciona para ilustrar la profundidad de su tristeza y continuo dolor en su corazón por los judíos. Interesante como describe Pablo a los judíos. Dice que son sus parientes según la carne, lo cual habla de que comparte con ellos un mismo origen. Además dice que son israelitas. Es decir que son descendientes de Abraham a través de Jacob, cuyo nombre fue cambiado a Israel. Para mostrar los elevados privilegios de los judíos Pablo menciona siete cosas importantes. Primero, les pertenece la adopción. Esto no significa que todo judío es automáticamente salvo, porque adopción en este caso significa el acto soberano de Dios de escoger a toda una nación entre las demás naciones para que sea de testimonio de la grandeza de Dios a las demás naciones del mundo. Segundo, les pertenece la gloria. Esto se refiere al privilegio que tenían los judíos de contemplar la nube de la gloria de Dios, o la shekina, la cual era señal de la presencia de Dios entre ellos. Tercero, les pertenece el pacto. Un pacto es una promesa, acuerdo o contrato que tiene obligatoriedad legal. Todos los pactos de Dios con el hombre, excepto uno, son incondicionales y eternos, esto es, Dios promete cumplir determinada promesa sobre la base de su propio carácter y no en respuesta o por las acciones de los beneficiaros de la promesa. Existen 6 pactos en la Biblia. Número uno, el pacto con Noé. Número 2, el pacto con Abraham. Número tres, el pacto de la ley, o pacto Mosaico, dado por medio de Moisés en el Sinai. Número cuatro, el pacto sacerdotal. Número cinco, el pacto de un reino eterno a través de un descendiente de David, o pacto Davídico, y número seis, el nuevo pacto. Todos estos pactos, excepto el pacto Mosaico son eternos e incondicionales. Continuando con los privilegios de los judíos, en cuarto lugar, les pertenece lo que Pablo llama la promulgación de la ley. A los judíos les cupo el privilegio de recibir, por medio de Moisés, las leyes y preceptos de Dios, las cuales eran un reflejo del carácter de Dios y además eran la demostración de cuan lejos estaba el hombre pecado de satisfacer las justas demandas de Dios. En quinto lugar, a los judíos les pertenece el culto. La palabra culto, no se refiere al culto dominical que se celebra en la iglesia. La palabra culto hace referencia a todo el sistema ceremonial y sacrificial que Dios reveló a Israel por medio de Moisés. En sexto lugar, al pueblo de Israel les pertenece las promesas. Es una referencia a las promesas relativas a la venida del Mesías, quien saldría de Israel trayendo vida eterna y un reino eterno. En séptimo lugar, los judíos son dueños de los patriarcas, de los cuales, según la carne vino Cristo. Es una referencia específicamente a Abraham, Isaac y Jacob, a través de los cuales se hizo una realidad la venida del Mesías, o el Cristo. Al mencionar a Cristo, Pablo reivindica su soberanía y deidad al decir clara y enfáticamente: el cual es Dios sobre todas las cosas, y bendito por los siglos de los siglos. Es incomprensible que muchas sectas falsas se atrevan a negar la deidad de Cristo teniendo evidencias tan claras y contundentes como la que acabamos de mencionar. Pablo termina su introducción con un sonoro: Amén, que no significa otra cosa sino: Así sea. Dicho esto, Pablo entra al asunto de lo que Dios ha hecho con Israel en el pasado. Sucede que el judío fiel, quien ha esperado en las promesas de Dios a Israel, le podría parecer que en buena medida las promesas de Dios han fallado, de otra manera, ¿por qué habría sido puesta a un lado la nación de Israel para colocar a los gentiles en el lugar de bendición? Por eso Pablo prosigue mostrando que desde siempre Dios ha actuado bajo el principio de gracia soberana. Todos los privilegios especiales que había recibido Israel son atribuibles a este principio. Dios los tomó de entre las naciones como su pueblo elegido, poniéndolos aparte para él mismo, pero desde siempre Dios tenía en mente a un pueblo regenerado como el pueblo de la promesa. Sobre esto es lo que trata Romanos 9:6-13 donde dice: “No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” Este pasaje bíblico es uno que con más ardor se lo cita para apoyar o desacreditar posturas teológicas divergentes. Pero lo único que está haciendo Pablo es demostrando que Dios no puede fallar en algo que ha dicho, como tal vez algunos judíos estaban pensando. Dios opera bajo el principio de la gracia soberana. Dentro de esta gracia soberana de Dios, no todos los que descienden de Israel son Israelitas. Así es como la gracia soberana de Dios ha determinado. Bajo el mismo principio de la gracia soberana de Dios, no todos los descendientes de Abraham son hijos de la promesa, sino solamente uno, Isaac. De la misma manera, no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. El principio de gracia soberana de Dios se ilustró en Abraham con Isaac, pasando por alto a Ismael y en Rebeca con Jacob, pasando por alto a Esaú. Eso es todo lo que quiere demostrar Pablo para de allí dar el salto y manifestar que Dios no ha obrado mal en ninguna manera al escoger a Israel y sin embargo, en su momento, ponerlo a un lado temporalmente, para colocar en su lugar a los gentiles que han recibido a Cristo como Salvador. Sobre esto continuaremos mirando más en nuestro próximo estudio bíblico.
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